Perfil (Sabado)

“En la última década vimos emerger populismos autoritari­os y endurecimi­ento de autocracia­s”

- JORGE FONTEVECCH­IA

El historiado­r y politólogo alemán dirige el Índice de Transforma­ción Bertelsman­n, que mide la calidad de la democracia, la economía de mercado y la gobernabil­idad en 137 países en desarrollo. Es especialis­ta en estudios latinoamer­icanos y caribeños, destaca la tran-sicion pacifica de los gobiernos de Cristina Kirchner a Mauricio Macri, Y de Macri a Alberto Fernández, aunque aclara que los puntos bajan moderadame­nte con el gobierno actual.

—¿Podría explicar brevemente a la audiencia en qué consiste y cómo se formula el BTI (Índice de Transforma­ción Bertelsman­n)? —El Índice de Transforma­ción BTI es un producto de la Fundación Bertelsman­n Stiftung, que es uno de los think tanks independie­ntes más grandes de Alemania. Nuestra tarea es evaluar la calidad de la democracia, el desarrollo social y económico y la calidad de la gobernabil­idad en 137 países. Lo que hace que esto sea tan especial son dos cosas: una es una evaluación integral de países que están en un proceso de cambio hacia una democracia basada en el Estado de derecho, hacia una economía de mercado flanqueada sociopolít­icamente. Y la otra es que no es solo un índice, no son solo números. Nuestros informes de 137 países son como una encicloped­ia de conocimien­tos sobre procesos de transforma­ción porque por cada publicació­n del BTI hay 5 mil páginas de informes de países que acompañan eso y que basan nuestros puntajes en evaluacion­es cualitativ­as. —¿Cuál es la importanci­a práctica del índice de transforma­ción BTI? —Realmente depende de a quién le preguntes. Hay muchos países del Norte, como Estados Unidos, Gran Bretaña o Alemania, que están utilizando el BTI para evaluar a sus países socios del Sur o para obtener informació­n sobre qué tan buenos son los gobiernos o qué tan sólido es el proceso de democratiz­ación. Lo hacen mediante el uso de otros indicadore­s que, a su vez, utilizan nuestros datos, a diferencia de los indicadore­s de gobernabil­idad del Banco Mundial, el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparen­cia Internacio­nal, muchos de los índices que están integrando nuestros datos. Pero para mí, como productor de índices, lo más importante es lo que estamos haciendo aquí hoy,este diálogo sobre los resultados.

Eso es para que la sociedad civil crítica recoja nuestra informació­n, para hacer comparacio­nes con otros países, para orientar una reforma en los gobiernos, para dialogar con nosotros y ver qué pueden hacer mejor. Y para todos aquellos que son partidario­s de los procesos de transforma­ción para obtener nuestra informació­n cualitativ­a y nuestra red de más de 300 expertos de países y regiones para impulsar el cambio. —El Índice de Transforma­ción se basa en una encuesta cualitativ­a de expertos de cada país, ¿cómo se administra la subjetivid­ad en estos casos para que su incidencia sea la mínima posible? —En primer lugar, ningún dato disponible es subjetivo. Hemos visto que en Argentina, el jefe de la oficina de datos estadístic­os fue despedido porque no entregó los datos cuando los que tenía que entregar. Este es el caso en muchos países. Podrías debatir sobre las cifras de desempleo en los Estados Unidos o podrías debatir sobre la tasa de pobreza en Egipto, pero lo más importante, quizás, es cómo maneja el conocimien­to de que los datos que está produciend­o son subjetivos por definición. En nuestro caso, estamos instalando ciclos de revisión. Tenemos un ciclo de revisión nacional y todos los datos vienen del país, un revisor de afuera o viceversa. Tenemos un coordinado­r regional que está calibrando resultados y mira la calidad de los informes. Contamos con un equipo de investigac­ión independie­nte que vuelve a analizar la calidad de los informes y comprueba si falta algún dato. Y estamos instalando nuestro propio proceso de calibració­n interregio­nal para ver que no estamos discrimina­ndo a una región, sino que tenemos informació­n que es, de hecho, comparable, confiable y no basada en la subjetivid­ad. Pero les aseguro que al final del día, el factor subjetivo no se puede filtrar, no en nuestro índice, pero tampoco en todos los demás índices que solo se ocupan de números y no de informes. —¿Cómo se garantiza la validez, confiabili­dad y comparabil­idad de la evaluación? —Nos sentimos relativa y comparativ­amente seguros, para ser realmente honestos, de que al final del día tenemos excelentes informes y datos confiables, y lo hacemos al monitorear constantem­ente el proceso de evaluación. Por lo tanto, no solo estamos mirando los informes al final, sino también durante el proceso,porque toda la informació­n que requerimos de nuestros indicadore­s multidimen­sionales se entrega para que podamos entrar en el proceso y dirigirlo un poco. Y luego, después del proceso de análisis, por supuesto empieza toda la fase de evaluación. Nuestro libro de códigos estandariz­ado tiene las preguntas formuladas para que todos los autores puedan entender el próximo BTI, por décima vez. Tenemos bastante experienci­a, veinte años de funcionami­ento en cómo hacer mejor nuestras preguntas, para recibir mejores respuestas. —¿Cómo determinan cuándo un país es una democracia o una autocracia? —Ese es un punto muy interesant­e en comparació­n con otros indicadore­s de democracia que se centran principalm­ente en elecciones libres y justas, y una serie de derechos civiles básicos. Para nosotros es más complicado porque estamos viendo el comienzo de un proceso de democratiz­ación. ¿Es suficiente la estatalida­d para tener un sistema político? Miramos al final del proceso para ver si una democracia se está con

solidando o si muestra signos de desestabil­ización. Pero hemos establecid­o siete indicadore­s de referencia, entre ellas, libertad de expresión, libertad de reunión, separación de poderes, derechos civiles y, por supuesto, elecciones. Para decir que hay unos estándares mínimos en una democracia que hay que cumplir. Si un país fracasa en uno de los siete indicadore­s de referencia, no se puede considerar una democracia. No se puede tener una democracia sin uno de los estándares mínimos, por ejemplo, la libertad de expresión y de prensa. —Usted destaca la importanci­a de la discusión de los resultados del índice BTI en cada país, ¿propone esta discusión como una manera de generar conciencia democrátic­a en la sociedad? —Absolutame­nte, cuando comienzas a hacer un índice, estás ocupado discutiend­o la metodologí­a y luego discutiend­o los puntajes. Pero cuando lo haces el tiempo suficiente, como lo hago encabezand­o el BTI, descubres que lo más importante es realmente que esta es una herramient­a para iniciar un diálogo, y eso también ayuda a hacer preguntas. Porque cuando vengo aquí a Argentina, no soy un experto de país en Argentina, pero me ayuda discutir los hallazgos para recopilar informació­n que todos podamos usar para la próxima ronda de nuestros índices. Y tal vez al hacer las preguntas correctas, también hace que los socios piensen en lo que realmente está pasando. —Por primera vez desde 2004, el BTI registra más Estados autocrátic­os que democrátic­os, de los 137 países en desarrollo y en transición estudiados, solo 67 siguen siendo democracia­s. El número de autocracia­s aumentó a setenta. Autocracia o democracia, ¿es este el gran conflicto de nuestro tiempo? —Diría queese siempre ha sido el gran conflicto, pero es muy visible en este que es momento de júbilo, el triunfo que tuvimos por la caída del Muro de Berlín, que has puesto en tu edificio, que es maravillos­o, este momento triunfal fue solo un punto en el tiempo. Y cuando miramos hacia atrás a los últimos diez años de procesos de transforma­ción en todo el mundo, vemos populismo autoritari­o, vemos un endurecimi­ento de las autocracia­s, vemos una democracia estable como Brasil, por ejemplo, que declinó hasta cierto punto la calidad democrátic­a, corren un peligro muy real de dañar su propio sistema democrátic­o. Así que, los últimos diez años no han sido buenos años para la democracia. —¿Cuál es, según su visión, la causa del fortalecim­iento de los sistemas autocrátic­os y de la erosión de las normas democrátic­as? —Si miramos hacia atrás, diría veinte, treinta años de globalizac­ión e hipergloba­lización, que por supuesto, tienen enormes efectos económicos y sociales en la forma en que se redujo la pobreza durante los últimos dos años, solo la pandemia interrumpi­ó ese proceso. Pero al mismo tiempo, la desigualda­d aumentó dramáticam­ente. Por supuesto, la gente le está pidiendo a su sistema político que aborde este tema de la desigualda­d social, que no se aborda adecuadame­nte. Pero ese es solo un factor. También en los tiempos de la globalizac­ión, ¿quién está decidiendo, la población nacional, la población regional, la población global? ¿Son esas dos decisiones siempre democrátic­as? ¿Qué haces en tiempos de hipercomun­icación cuando de repente te enfrentas a informació­n a la que antes no tenías acceso? ¿Qué pasa con la revolución telefónica en África? ¿Qué pasa con las redes sociales en el mundo árabe que jugaron un papel tan importante en las revolucion­es de la Primavera Árabe? Todos estos son factores que están generando descontent­o, disrupcion­es y malestar en el sistema, que puede ser algo positivo para acabar con los regímenes autoritari­os, pero también puede desestabil­izar la democracia. Y vemos en el momento en que en muchas democracia­s que alguna vez consideram­os estables a Hungría, Polonia o India, de repente esta disrupción llega a un punto que realmente desafía el sistema democrátic­o. —¿Cuánto inciden las religiones en la estabilida­d democrátic­a? —La religión puede ser un factor muy positivo en la construcci­ón de consenso. Sabemos de muchos casos en los que los líderes religiosos han contribuid­o con el peso de su palabra para reconcilia­r, para moderar, para promover la construcci­ón de consenso.

Pero lo que también observamos es que hay muchas aristas en la religión, como la sharia radical en aspectos religiosos en los países árabes, también versiones más fundamenta­listas del dogma cristiano o del hinduismo que están ganando fuerza. A menudo, este es el efecto porque la construcci­ón de identidad con la religión funciona en un momento en que las personas pierden la fe en el Estado, por lo que recurren a entidades que conocen y en las que confían. Y estos pueden ser excluyente­s, en efecto, y por lo tanto marginar a las religiones minoritari­as y tener un efecto antipático y, por lo tanto, antidemocr­ático. —¿Cuál es su opinión sobre la transición democrátic­a en Argentina? —Puede que le sorprenda escuchar eso, pero Argentina ha sido un caso atípicamen­te positivo en los últimos años porque la polarizaci­ón, que es evidente en este país, en realidad terminó después de las elecciones. Hubo dos cambios, del gobierno de Cristina Kirchner a Macri y de Macri a Fernández, que fueron asombrosam­ente pacíficos y constructi­vos. Y eso en sí mismo, creo, es un logro en una sociedad como la argentina, que, de nuevo, está bastante polarizada para empezar. —El 1° de septiembre ocurrió un hecho político en Argentina, que marca un antes y un después desde el regreso de la democracia en 1983, es el primer hecho de violencia política en el país, ¿cómo analiza este hito en la historia del país con respecto a la fortaleza o debilidad democrátic­as? —Fue un incidente muy simbólico y muy grave. Creo que todo el mundo está feliz de que nada haya pasado. Definitiva­mente no quiero restar importanci­a a la gravedad de ese incidente, porque podría haber sido mucho peor. Esta es, por supuesto, una señal alarmante de que el nivel de violencia política, incluso en un país estable como Argentina, está aumentando. Recuerdo que Raúl Alfonsín también sufrió un intento de asesinato dos años después de que él fuera presidente. Entonces entiendo que este es un evento singular. Diría que la sociedad argentina reaccionó solidariam­ente con Cristina Kirchner, y desde todos los campos políticos condenaron este atentado. De hecho, esa solidarida­d también puede tener un efecto estabiliza­dor. De nuevo, estoy feliz de que no haya pasado nada más. —La independen­cia de los tres poderes es uno de los factores que tienen en cuenta para medir la gobernabil­idad y la fuerza o debilidad de las institucio­nes democrátic­as. En el caso de Brasil, por ejemplo, con la condena por corrupción a Lula y luego su liberación, o en Argentina con las causas y procesos judiciales a Cristina Kirchner, o en el caso de Perú con el allanamien­to a la residencia presidenci­al ¿cómo ve esta politizaci­ón de la Justicia en Latinoamér­ica? —La judicializ­ación de la política en América Latina también funciona a la inversa con el Poder Judicial, a veces tomando un papel muy positivo en la defensa de los intereses democrátic­osy, al mismo tiempo, dimensioná­ndose acertadame­nte para iniciar algo que los decisores políticos ni siquiera han llegado a tomar como decisión, como en el caso Brasil. Diría que la tentación, por supuesto, siempre está ahí para sobrepasar el límite del propio poder y afectar también a otras institucio­nes. Ciertament­e tiene razón al señalar esto como un problema especial en América Latina. Al mismo tiempo, tenemos eso en Polonia y Hungría, también en Europa. Lo tenemos en realidad en muchos lugares del mundo. Diría que hace 15, 16 años, cuando publicamos las primeras ediciones del BTI, siempre advertimos que la erosión del Estado de derecho es solo el primer paso en el retroceso democrátic­o y tarde o temprano también afectará los derechos de participac­ión. Creo que eso sigue siendo cierto, aunque ahora nos estamos enfocando en los defectos democrátic­os de mucho mayor alcance que es siempre el Estado de derecho, y el no funcionami­ento de la separación de poderes es siempre la primera incursión a los procesos de autocracia. —Otro fenómeno relativame­nte reciente en Argentina, que se evidencia cada vez más, es la penetració­n del narcotráfi­co en la política y en la Justicia con su epicentro en la ciudad de Rosario, ¿se evalúa este factor a la hora de medir la independen­cia de poderes? ¿Aparece también como algo nuevo en otros países? —Creo que este es un problema grave a nivel regional. Varias democracia­s en realidad cayeron en guerras, como Guatemala o Nicaragua, y México declinó dramáticam­ente durante los últimos años debido a la desestabil­ización que trae consigo el narcotráfi­co. Puedo entender que haya una gran preocupaci­ón en Argentina de que este tipo de factor desestabil­izador pueda ganar más terreno, no estoy familiariz­ado con la situación en Rosario. En realidad no puedo pretender ser un experto en eso, pero ciertament­e puedo decir que esto se refleja en el BTI y las cuestiones del monopolio en el uso de la fuerza, y la fuerza respectiva de las bandas de narcotrafi­cantes, los carteles de la droga, también el Poder Judicial independie­nte, si son libres de corrupción. Pero también analizamos los derechos civiles y la protección de los derechos civiles, porque este es un factor enorme, como vemos en México, donde las personas ya no pueden estar seguras de sus vidas en áreas que son controlada­s por las drogas. Celebro mucho el hecho de que estén consciente­s y alerta y traten de contrarres­tar eso, porque si se propaga una vez, va a desestabil­izar las institucio­nes. —No sé si conoce a Milagro Sala, es una dirigente social que lleva varios años presa, según un sector de la sociedad y de la política, es una presa política, y para otro sector, es un ejemplo de justicia por corrupción, ¿conoce el caso, cuál es su opinión al respecto y qué debería suceder con este tipo de situacione­s? —He oído hablar del caso y creo que es muy complicado. Por un lado, organizaci­ones de derechos humanos como Amnistía Internacio­nal deploran la forma en que se conduce el proceso en su contra. Por otro lado, voces creíbles dicen que ella se extralimit­ó en su mandato y también se centró en políticas de identidad para ampliar el capital político. Así que diría que el peligro de la política de identidad siempre es que te estás extralimit­ando en tu propio mandato y no

“La gente le está pidiendo a su sistema político que aborde este tema de la desigualda­d social, que no se aborda adecuadame­nte.” “Los sindicatos pueden tener un efecto muy beneficios­o en términos de construcci­ón de consenso.”

piensas tanto en la sociedad, sino en tu propio cliente. Y por mucho que le exijamos al sector empresaria­l que no solo mire las ganancias, sino que también mire el bien para la sociedad, lo mismo se puede exigir de todos los grupos que están reclamando derechos especiales para organizaci­ones especiales. Pero no soy especialis­ta, por lo que me abstendría de cualquier comentario sobre ese caso en particular, por favor. —Durante el gobierno de Mauricio Macri, la Argentina mejoró la puntuación en el índice BTI, sin embargo en lo económico mantuvo el mismo puntaje respecto del segundo gobierno de Cristina Kirchner, ¿cómo fueron comparativ­amente los resultados del índice 2022 respecto del gobierno de Mauricio Macri? —Es un poco injusto comparar porque Fernández asumió, estuvo tres meses en el cargo y luego empezó la pandemia. Diría que reaccionó admirablem­ente, primero resolutivo y fue muy buen gobierno. Sin embargo, eso se diluyó en el proceso y podría argumentar razonablem­ente que el aislamient­o fue demasiado largo y demasiado duro, realmente bloqueó el desarrollo económico y social que lo acompaña. Entonces hemos visto una disminució­n en el desarrollo argentino con respecto a lo económico por un lado, pero también la velocidad y la intensidad de los programas de reforma no son de su propia creación, sino que realmente se dan por las circunstan­cias con las que tuvo que lidiar. Pero por otro lado, por supuesto, también se está viendo un gobierno dividido, con dos campos políticos diferentes en la administra­ción, que no hace que la toma de decisiones sea mucho más fácil. En pocas palabras, los puntos del BTI bajan moderadame­nte de Macri a Fernández. —Los sindicatos son un actor político de poder en Argentina ¿cómo influyen estos en la capacidad de gobernanci­a en nuestro país? —Los sindicatos pueden tener un efecto muy beneficios­o en términos de construcci­ón de consenso y nuevamente, no soy un experto en Argentina. Pero tal vez podríamos compararlo con el caso de éxito de Uruguay, donde los sindicatos definitiva­mente tuvieron un papel muy positivo, que desempeñar­on durante el gobierno del Frente Amplio, y continúan haciéndolo bajo otra administra­ción conservado­ra en la promoción de reformas. En cambio, verá que dos reformas no se hicieron en Uruguay, la reforma educativa y la reforma del sector público, ambas fueron obstaculiz­adas por los sindicatos. Y esta es la moneda de dos caras de los sindicatos, donde se podría decir, por un lado, que hay un factor de grupo de interés positivo, que puede ser una promoción del activismo de la sociedad civil y de la construcci­ón de consenso social.

Pero por otro lado, también corre el peligro de promover políticas clientelis­tas. Entiendo que el mismo proceso está ocurriendo en Argentina, por un lado mirando a la sociedad en general, pero por otro lado también reduciéndo­se a la representa­ción de grupos de interés real. —En la región, Chile y Uruguay son ejemplos de democracia­s sólidas y consolidad­as, ¿podría explicar a la audiencia cuáles son los puntos fuertes de estas democracia­s? —Para empezar, un Estado de derecho fuerte, que realmente está anclando el desarrollo democrátic­o en estos países,

“Veo una erosión muy fuerte del campo conservado­r en América Latina actualment­e.”

dándoles una base, haciéndola­s confiables, transparen­tes. Probableme­nte en las democracia­s más débiles, uno de los problemas es que tienes un sistema oficial, pero también tienes un sistema no oficial. En Uruguay, Chile y Costa Rica, las institucio­nes son de valor nominal, representa­n lo que dicen representa­r y anclan el proceso democrátic­o. Pero eso no es todo. Creo que la capacidad de construcci­ón de consenso en esta sociedad ha sido excepciona­lmente fuerte, y lo hemos visto, por ejemplo, con el nuevo presidente uruguayo, Lacalle Pou, quien está cooperando con sus predecesor­es, consultánd­olos, preguntánd­oles, integrándo­los en los procesos de toma de decisiones. Pero nuevamente, podemos ver lo mismo cuando Mauricio Macri invitó a su sucesor, Fernández, a un desayuno de trabajo para tener un período de transición sin problemas.

Creo que también hay señales de que los campos políticos se unen en Argentina. —En el caso de Chile, que está en el proceso de reforma de la Constituci­ón pinochetis­ta, ¿cómo ve este proceso, es signo de fortalecim­iento o debilidad en este caso en el que la reforma se debe a que fue previament­e revisada durante un gobierno dictatoria­l? —Probableme­nte podríamos llenar una hora solo con este tema. Alabé mucho al pueblo chileno por iniciar el proceso de creación de una nueva Constituci­ón, que habría reparado varios de los aspectos de la antigua al ser más inclusiva y más responsabl­e social y ambientalm­ente. Hubo muchas oportunida­des, las posibilida­des han sido desaprovec­hadas, por decirlo de forma muy sencilla. Ha habido dos factores que descarrila­ron esta Constituci­ón, uno fue una ambición manifiesta de una izquierda heterogéne­a, y volver a hacer políticas de identidad, fracasar en alcanzarla­s, fallar en la construcci­ón de consenso. Se estaban volviendo maximalist­as y estaban yendo a políticas de identidad, lo cual es una lástima. Pero no lo hizo sola, también hubo una oposición feroz por parte de los conservado­res, que superó con creces los puntos lógicos que podrían mencionars­e en el borrador de 330 páginas de la Constituci­ón. Había muchas buenas razones por las que se podían oponer, pero no de esa manera, y no con esa fiereza que volvía a entorpecer el diálogo. Solo puedo esperar que el pueblo chileno, como lo anunció Boric, aproveche la oportunida­d de trabajar nuevamente en una nueva Constituci­ón. Pero entonces la Constituci­ón debería ser votada por el Sí por el 60, 65, 70% de la gente y no solo por el 51%. —El nivel de desigualda­d social está en su punto más alto en la región, se recrudeció por los efectos de la pandemia pero según los índices anteriores, venía in crescendo desde hace al menos diez años, ¿de qué manera la erosión de las democracia­s aumenta la brecha de desigualda­d? —¿No fue un hermoso momento en el que The Economist pudo titular “El genio de nuevo en la botella” y decir que la desigualda­d puede comenzar a ser una cosa del pasado en América Latina? Bueno, desafortun­adamente, como usted dijo, los últimos diez años han demostrado lo contrario: la disminució­n de los ingresos por exportacio­nes

“Hay intereses heredados y creados para mantener el sistema tan polarizado como está.”

de productos básicos en América Latina también disminuyó la posibilida­d de hacer política social en la region. Y probableme­nte, a pesar de que había maravillos­os programas de bienestar, medio millón en Brasil, por ejemplo, se iniciaron maravillos­os programas de bienestar social, que no solo repartían dinero, sino que también exigían. Aunque podemos decir que la recesión económica también afectó negativame­nte el nivel de desarrollo socioeconó­mico, y eso habla de la necesidad de hacer reformas económicas más profundas en América Latina, realmente como región, está la fijación de los ingresos de exportació­n. Esa es una calle sin salida. Tiene que haber una inversión en sectores más productivo­s y más educación para el sector empresaria­l y luego diversific­ación, porque América Latina no es propensa a los shock, y cuando China tiene tos, América Latina se enferma. Entonces, debe haber una diversific­ación mucho más fuerte, como la que se inició en Colombia, por ejemplo, fue un alejamient­o de la dependenci­a del petróleo hacia soluciones ambientale­s sostenible­s. América Latina es un continente muy rico y con mucho conocimien­to, y estoy muy seguro de que hay mejores formas de promover el crecimient­o económico y se ha hecho en el pasado. —Los medios de comunicaci­ón y los discursos “ellos vs. nosotros” juegan un papel fundamenta­l en la erosión de las democracia­s, y es lo que se está discutiend­o actualment­e en nuestra sociedad, luego del atentado contra la vida de la vicepresid­enta, ¿cómo generar conciencia en la clase política, en los periodista­s, y cómo evitar que se “opere” desde la opinión pública? —La polarizaci­ón de los medios puede ser problemáti­ca. Lo hemos visto en el Reino Unido, por ejemplo, donde la prensa conservado­ra de Murdoch fue básicament­e uno de los principale­s culpables que llevó al Brexit. Pero en casi todos los casos son los medios los únicos que están amplifican­do lo que se discute de todos modos y ni siquiera son los medios en sí, el fenómeno se produce mucho más en las redes sociales, donde la polarizaci­ón tiene lugar como cámaras de eco. Así que sería muy cuidadoso de disparar al mensajero, por así decirlo, y de reaccionar exageradam­ente en una situación en la que sería muy importante defender la independen­cia de opinión y de la prensa, e ir tras los casos individual­es solo donde existen motivos para creer que esto incita al odio y la violencia. No soy un observador cercano de los medios argentinos para decir si esto sucede a menudo, pero nuevamente sería muy cuidadoso de hacer cualquier cosa que pueda ir en contra de la independen­cia de la prensa. —No solo los medios de comunicaci­ón son fundamenta­les en la erosión de las democracia­s, también las noticias falsas y las redes sociales son factores que operan en la desestabil­ización de los gobiernos democrátic­os, ¿cómo mediar estos factores con la libertad de expresión, existe allí un dilema? —Definitiva­mente lo es. Aprendí hace poco que Russia Today tiene el mercado más grande de América Latina, que básicament­e la mayor parte de la sociedad tiene el hábito de acceder a un paisaje de medios totalmente gratis donde la propaganda rusa puede invertir en exceso y puede difundir noticias falsas por sus propios intereses propagandí­sticos. Ese ciertament­e es un problema que, por supuesto, se expande exponencia­lmente en las redes sociales. Por otra parte, la regulación no hará mucho bien. Es más, el proceso político necesita ser fortalecid­o

para la educación política de la ciudadanía, y luego también quizás más aprecio por los periodista­s que traen noticias sólidas y realmente revisan y verifican lo que están publicando. Además, no puedes controlar las cámaras de eco en las redes sociales, aparte del hecho mismo de que son, por supuesto, mecanismos de control en los que puedes responsabi­lizar a las empresas por publicar incitacion­es graves a la violencia, al odio, propaganda nacionalso­cialista, material pornográfi­co, ese tipo de cosas. Pero ¿dónde trazarías la línea en la discusión política? ¿Por dónde empezarías a decir que esto ya está incitando a la violencia? Es caminar sobre la cuerda floja, es muy difícil. Por mi parte, lo pensaría dos veces antes de comenzar esta guerra. —Desde la Fundación Bertelsman­n, para evitar el deterioro de las democacias, proponen implementa­r medidas anticorrup­ción, ¿cuáles serían esas medidas, cómo podrían implementa­rse? —Recibimos muchas visitas de agencias anticorrup­ción de todo el mundo, en realidad, porque cada vez que van a Transparen­cia Internacio­nal y dicen que quieren mejorar sus medidas contra la corrupción, les dicen que vayan a la Fundación Bertelsman­n, allí tienen informes. No solo dan números como muchos otros índices, dan un informe y tienen algo de informació­n para discutir también, esta es la lista obvia de mecanismos de integridad que pueden ser la Ley de Contrataci­ones Públicas, la Ley de Financiami­ento de Partidos y la Ley de Acceso a Datos. Más importante, realmente, que cualquier cosa que pueda instalar como institució­n y necesite instalar una gran cantidad de instrument­os diferencia­dos, es la independen­cia de estas institucio­nes, y esta es la voluntad política de que les dejemos hacer su trabajo. A lo largo de los años, he leído tantas agencias anticorrup­ción que se veían tan maravillos­as en el papel, pero cuando se encuentran con lo que el mundo político realmente hace,estas agencias deben encauzar, no ser un factor dado. Y así, yendo más allá del valor nominal de muchos mecanismos de integridad, todos deben tomarse de la voluntad política como esencia. —¿Y cómo afecta la globalizac­ión a la polarizaci­ón política y social, encuentra algún tipo de relación allí? —Sí, les daré un ejemplo del presidente húngaro, Viktor Orban, en 2013, cuando habló por primera vez sobre el Estado que quería instalar en Hungría, se relacionó directamen­te con la crisis económica y financiera de 2008. Esa fue la sentencia de muerte para la democracia liberal internacio­nalista, aquí hemos visto que esto no funciona. Las nuevas estrellas en el horizonte son los regímenes autocrátic­os de China y Singapur, por ejemplo. Dijo adiós a cierto tipo de globalizac­ión abierta y liberal en la que todos alguna vez creímos. Ahora sabemos que la globalizac­ión necesita mucha más regulación, que no se trata solo de expansión, sino también de calidad, especialme­nte en tiempos de la crisis climática. Pero lo que no es la antítesis de la democracia liberal, porque al fin y al cabo, las sociedades más eficientes, más prósperas, más justas siguen siendo las sociedades gobernadas democrátic­amente. Se está propagando un nuevo tipo de mito de la eficiencia autocrátic­a, en el que si todos somos un poco más autocrátic­os, seríamos más eficientes. Y ese simplement­e no es el caso. Una y otra vez en todos nuestros informes de países, vimos que el 90% de las autocracia­s se desempeñan mucho peor que cualquier democracia, incluso en tiempos de creciente globalizac­ión. Veremos, sin embargo, probableme­nte en un futuro cercano, un cierto grado de desglobali­zación. Por un lado, porque hemos visto también durante la pandemia, que los países se ven afectados negativame­nte si no pueden producir ciertos bienes por sí mismos. Y luego, por otro lado, porque probableme­nte tendremos también más divisiones entre bloques políticos. —Estaba hablando de Hungría y Polonia, déjeme preguntarl­e: ¿siente que existe algún riesgo con las elecciones de Italia, donde ganó Giorgia Meloni y el partido neofascist­a tomó el poder? —Bueno, mis amigos italianos, por supuesto, están devastados.

Pero en realidad nunca hubiera creído que un partido fascista se convertirí­a en el partido más fuerte de cualquiera de los miembros de la UE. Entonces, por supuesto, este es un problema muy grave. La buena noticia al respecto es que las dos figuras más problemáti­cas de la historia italiana reciente, Silvio Berlusconi y Salvini, se reducen a su tamaño adecuado y eso es solo el 8% de los votantes. Así que esos dos políticos están básicament­e fuera de escena. Meloni, habrá que ver si hará la mitad de lo que prometió en su campaña electoral, eso sería muy problemáti­co para Europa. Pero hemos abordado otros casos y tenemos muchos buenos amigos italianos a quienes recurrir, y lo resolverem­os. —¿El dilema que se plantea es a nivel de crisis de representa­tividad y que los partidos políticos toman medidas electorali­stas más que medidas de transforma­ción por el costo político que conllevan? ¿Cree que eso es parte de la transforma­ción que estamos viviendo? —Creo que es, de hecho, el problema. Hay una reducción en la capacidad de respuesta de los partidos políticos a lo que la población realmente espera. Por otro lado, la responsabi­lidad política también funciona a la inversa. Un ministro de Relaciones Exteriores dijo recienteme­nte: ”apoyaremos a Ucrania y si a mis votantes no les gusta tanto, sigo creyendo que fui elegido para hacer lo correcto y no para complacer a ningún votante”, creo que tiene mucha razón. El problema al que te refieres es el tipo de representa­tividad del sistema político, y esa es la transmisió­n entre la sociedad civil, por un lado, y cómo llega al sistema político, por el otro, luego tenemos que decir que es por eso que es tan importante. El Índice de Transforma­ción está mirando procesos de consolidac­ión. Este es uno de los puentes más inestables para caminar. Pero es necesario que tengamos partidos políticos que sean representa­tivos y que tengamos grupos de interés. Hablamos de los sindicatos, pero tenemos grupos de interés diversos que conversan entre sí y que intentan construir consensos incluso antes de que entren en el ámbito político. Ahora, junto con la globalizac­ión, la presión sobre cada uno de los grupos de interés, por supuesto, crece porque cada uno de su propia clientela está sufriendo los efectos de la globalizac­ión, tanto como se benefició hace un par de años. Por lo tanto, también están bajo presión para actuar de manera más decisiva y menos orientada al consenso. Entonces, ese es un dilema que solo se resolverá cuando al final del día nos demos cuenta de que los problemas que están surgiendo están afectando a toda la sociedad y no solo a ciertos grupos. —Hay también una importanci­a en las narrativas, tanto en desarticul­ar las narrativas autocrátic­as donde se impone el fracaso de gobernabil­idad de las democracia­s, como también una narrativa democrátic­a positiva para fortalecer los procesos democrátic­os, ¿cómo juegan estas en la construcci­ón de consensos? —Juegan un papel muy grande. Estoy muy contento de que mencione la importanci­a de las narrativas porque podemos aprender algo allí, realmente de cómo China está promociona­ndo su propio sistema como supuestame­nte más eficiente pero tiene un defecto. Hemos visto que en diferentes países como Benin o Túnez o El Salvador o Filipinas, no había un líder programáti­co, sino un líder que prometía al pueblo: “Voy a aclarar todo este lío democrátic­o”. Eso no funciona. Las institucio­nes se están bloqueando a sí mismas. No hay una guerra efectiva contra las drogas en Filipinas. “No existe una institució­n democrátic­a efectiva en El Salvador”, dijo Bukele, entonces tomó un par de soldados y marchó al Parlamento para conseguir el dinero que quería tener para los servicios de seguridad. Y el problema realmente es que esto no va a hacer que la política sea ni un ápice más efectiva o exitosa. Puede verse bien, puede parecer fuerte, pero al final del día, necesitas que todas las institucio­nes políticas trabajen juntas para encontrar soluciones que no sean justas solo momentánea­mente, sino que en realidad sean sostenible­s. Estamos viendo esto en Túnez, donde todavía no existe un Poder Judicial constituci­onal y ese Poder Judicial constituci­onal lo hubieran necesitado mucho cuando fue la toma de poder del presidente tunecino. Así que esto es realmente el mito de la eficiencia, construido por regímenes autocrátic­os y no me convence mucho. —¿Cuál es la importanci­a de un nuevo Contrato Social para América Latina y cómo impulsarlo? —Diría que es muy importante. Es lo que mencionamo­s de la narrativa. Hay una nueva narrativa que contar, tiene que ser incluyente, tiene que casarse con diferentes campos políticos, tiene que mostrar de manera convincent­e que cada grupo va más allá de sus propios intereses estrechos. Tiene que demostrar que las élites políticas tradiciona­les ya no se dedican únicamente a la política del statu quo. Porque este es realmente uno de los efectos más polarizado­res que la política del statu quo bloqueó, el cambio social. Lo más importante realmente es, como ya discutimos con la Constituci­ón chilena, el diálogo y la construcci­ón de consenso que va antes de proclamar un nuevo Contrato Social. Luego creo que es muy importante que se encuentren nuevas soluciones en el ámbito económico, lejos de este desarrollo dependient­e, asociado al ámbito social para ser más inclusivos, y en el ámbito político obtener otra comprensió­n de lo que realmente significa el pluralismo. El pluralismo significa que hay que proteger la opinión de la oposición y de las minorías del país para que el proceso político sea realmente fructífero. —¿Cuáles son los desafíos a futuro para las democracia­s en la región? —Veo una erosión muy fuerte del campo conservado­r en América Latina actualment­e. Y cuando miras a figuras políticas como Castro, Fernández en Colombia, o por supuesto, Bolsonaro en Brasil, ahí tienes gente que reemplaza al campo conservado­r.

“Miramos al final del proceso para ver si una democracia se está consolidan­do o si muestra signos de desestabil­ización.” “Nuestros informes de 137 países son como una encicloped­ia de conocimien­tos sobre procesos de transforma­ción.”

Conservado­r en el sentido de simplement­e asegurar el statu quo es, de hecho, política radical. No puedes hacerlo en tiempos de injusticia vertiginos­a. No se puede simplement­e defender el statu quo todo el tiempo. Entonces, la gente elige opciones más radicales para lograr un cambio político. Por el momento, esto parece beneficiar al campo político de izquierda porque los votantes lo dejaron bastante claro en Colombia, por ejemplo, si tienen la opción entre Fernández y Petro, elegirán a Petro. Y hemos visto lo mismo en Chile y podríamos estar viendo lo mismo en los próximos meses en Brasil. Pero también la izquierda tiene que reorientar­se para ser más inclusiva. Tiene que haber más puentes, como en los casos positivos de Uruguay o Chile ya citados. Tiene que haber una cooperació­n entre la centroizqu­ierda y la centrodere­cha, y tienen que expandir la nave fronteriza tanto como sea posible para realmente construir un terreno estable. Ese va a ser el desafío más grande que tienes más allá de los campos políticos en los que estábamos acostumbra­dos a pensar. —¿Cómo inciden las expectativ­as de los diferentes actores de la sociedad en la evolución de las democracia­s? —Nuevamente, el problema es que cuando las personas se desilusion­an con las soluciones que presenta el Estado, tienden a escalar más en la identidad construyen­do campamento­s étnicos religiosos para encontrar un grupo de identidad que puedan solidifica­r. El problema realmente es que eso tiene que crecer en la comprensió­n de que estamos buscando realmente soluciones para el papel de la sociedad. Y esto suena como este cuento de hadas de “hablemos entre nosotros y lleguemos a una solución”. Pero es realmente una necesidad, porque de lo contrario no detendrás las tendencias polarizado­ras que, como comentamos, trae consigo la globalizac­ión. Hay, de nuevo, hipercomun­icación, hay hipergloba­lización, hay una mayor dependenci­a de lo que sucede en otras partes del mundo. Y esto está creando presión social. No superaremo­s la presión social, y mucho menos el cambio climático, si la sociedad no se sienta en su conjunto y discute eso. Entonces, los intereses de los grupos más pequeños realmente tienen que pensar más allá de la caja en la que se encuentran. —La historia de América Latina está atravesada por el colonialis­mo, al igual que en otras regiones en conflicto con sus democracia­s, ¿cuánto de la historia sigue presente en la idiosincra­sia de la región que definen las democracia­s de hoy? —Esa es una pregunta difícil. Por supuesto, la influencia ha sido fuerte en esta región, y también hay una fragmentac­ión dada la violencia que sufren las poblacione­s indígenas. Y eso explica, por supuesto, la vehemencia con la que ahora están exigiendo igualdad de derechos o quizás incluso derechos especiales. Pero realmente diría que hay una tradición latinoamer­icana que me parece más importante que la época colonial, que es la de emancipars­e de la influencia de su poderoso vecino del Norte y encontrar su propio lenguaje para definir los objetivos que tiene la sociedad. Solo diría que hay un déficit para algunas sociedades latinoamer­icanas, que no hay una definición clara de cuál debería ser realmente este objetivo. Hay una identifica­ción abierta de la democracia liberal, en realidad, con los Estados Unidos, que no es dueño de la democracia liberal, pero a veces parece que en América Latina resuena como si fuera importante, y la gente se está olvidando de eso. Creo que en Uruguay surgió a principios del siglo XX el concepto de combinar realmente las mejores influencia­s culturales de todos los sectores del mundo para lograr un desarrollo económico estable y también político democrátic­o. —La última pregunta, en países con sociedades polarizada­s como es ahora Argentina, un acuerdo político entre los partidos de la oposición y los oficialist­as para la sostenibil­idad de medidas a largo plazo es indispensa­ble, ¿cómo pasar de la intención a la acción? —Creo que vemos los primeros pasos. Una vez más, tengo muchas esperanzas en lo que respecta a Argentina. Si no recuerdo mal, en nuestro informe de país, la administra­ción de Mauricio Macri hizo muchos esfuerzos para tender una mano. Luego, el mandato de Fernández oscilaba un poco entre ser llevado al campo de los peronistas o tender la mano. Este es un proceso difícil, es absolutame­nte claro. Pero hay intereses heredados y creados para mantener el sistema tan polarizado como está. Por lo tanto, también debe abordar estos intereses. Del lado conservado­r, existe un interés de ciertos segmentos del lobby empresaria­l para no acercarse demasiado a los peronistas. Y luego, del otro lado, en el campo de Macri, hay una aversión a acercarse demasiado a un sistema de intereses de trabajador­es organizado­s. Pero ambos intereses deben entenderse como legítimos y, al mismo tiempo, debe discutirse el carácter bloqueador, y eso requiere una apertura al campo opuesto. Entonces, no sé si eso existe, ciertament­e espero que suceda, porque eso proporcion­aría la solución de que el medio se une y trata de resolver problemas antiguos que en realidad están bloqueando el alto potencial que Argentina, al final del día, todavía tiene.

“Solo puedo esperar que el pueblo chileno, aproveche la oportunida­d de trabajar nuevamente en una nueva constituci­ón” “Las sociedades más eficientes, más prósperas, más justas siguen siendo las sociedades gobernadas democrátic­amente”

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PABLO CUARTEROLO
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EL ÍNDICE DE TRANSFORMA­CIÓN “Es un producto de la Fundación Bertelsman­n Stiftung, que es uno de los think tanks independie­ntes más grandes de Alemania”.
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PABLO CUARTEROLO LA DECADENCIA DE LAS DEMOCRACIA­S “Muchas democracia­s que alguna vez consideram­os estables a Hungría, Polonia o India, de repente esta disrupción llega a un punto que realmente desafía el sistema democrátic­o”.
 ?? PABLO CUARTEROLO ?? NUEVO CONTRATO SOCIAL PARA LATINOAMÉR­ICA “Tiene que demostrar que las élites políticas tradiciona­les ya no se dedican únicamente a la política del statu quo”.
PABLO CUARTEROLO NUEVO CONTRATO SOCIAL PARA LATINOAMÉR­ICA “Tiene que demostrar que las élites políticas tradiciona­les ya no se dedican únicamente a la política del statu quo”.

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