Perfil (Sabado)

La apuesta perfecta

EL EMPRESARIO SURCOREANO JULIO KIM, CUENTA COMO CREÓ QS INTERNATIO­NAL, DONDE FUSIONA EL REAL STATE, EL COMERCIO EXTERIOR Y LA MODA, CON LAS FIRMAS NAÍMA, CALANDRA, Ü COLLECTIVE Y GISHI.

- TEXTO: MÉLANIE READ. GISHI, ES LA NUEVA APUESTO DE JULIO QUE BUSCA REVOLUCION­AR EL MERCADO DE INDUMENTAR­IA.

Deseosos de un nuevo comienzo y con un tentador programa de inmigració­n impulsado por el gobierno de Carlos Saúl Menem, los padres de Kim decidieron radicarse en la Argentina luego de la quiebra de su fábrica de pastas en Seúl. Realizaron un curso intensivo de español que sirvió poco y nada, se instalaron en Buenos Aires y abrieron una tienda de ropa en el año 92, lugar donde Julio, con tan solo 12 años, se iniciaría en el mundo de las ventas para convertirs­e en un empresario súper exitoso una década más tarde. -¿Cómo te resultó ese rotundo cambio de contexto en tu niñez? -Realmente no entendía mucho y por otro lado, no existía otra opción más allá de la que planteasen mis padres. Sufrí bastante el desarraigo familiar, pero pasar de una muy buena posición económica a estar en quiebra nos preparó para ese próximo futuro un tanto inestable. -¿Cómo fue la adaptación cuando llegaste a la Argentina? -Estuvimos los primeros 4 meses en capital y luego nos mudamos a la localidad de Tristán Suarez. Prácticame­nte era el único pibe oriental en un pueblo donde vivían a lo sumo, 30 mil personas; fue raro tanto para ellos como para mí. Al principio, el idioma y los apodos infaltable­s del humor porteño fueron todo un tema… pero después de eso no tuvimos graves problemas, entendía que si había discrimina­ción era desde el miedo a lo desconocid­o y no por maldad. -¿Cómo fue tu infancia?

-Muy feliz, nunca pensé que algo estuviera mal. La esperanza del “mañana será mejor” estaba muy presente en mi hogar, lo que me permitía soñar un poco. Mientras todos los nenes de mi edad decían que querían ser presidente­s, médicos, o abogados, yo decía, sin entender lo que era: “quiero hacer negocios”.

-El trabajo duro es uno de los grandes valores por los cuales los países orientales son reconocido­s, ¿cómo fue tu crianza?

-Mis padres me dieron un gran ejemplo, nunca me obligaron a estudiar, pero siempre me mostraron un estilo de vida muy trabajador. Lo que tenemos los asiáticos no es tanto la inteligenc­ia sino más bien la disciplina, cuando nos proponemos algo perseveram­os y lo logramos, no es negociable.

-¿Eras un buen estudiante? -No creo, pero tampoco creo que haya que ser el mejor en el estudio para que te vaya bien en la sociedad. Yo sabía lo que quería y tenía un compromiso con ello. Además, Argentina es un país donde no solo tenés que tener conocimien­tos, sino también calle. No siempre sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta y eso mismo pasa en los negocios; el que sabe adaptarse y surfear en este país ya tiene un don. -¿En qué momento diste tus primeros pasos como vendedor? -Cuando llegue, empecé en el local familiar de ropa, después fui ayudante de albañil y hasta carpintero. Años más tarde mi padre pone una fábrica de cerámica y quiso que trabaje ahí, cuando dije que no me echaron de casa y el primer trabajo que conseguí era de cadete en una oficina de comercio exterior en textil. Llevaba y traía muestras para todos lados, a los 19 pasé a ser vendedor y en el 2001 con el default del país terminé tomando las riendas de la empresa… a los 21 ya era el gerente. -Desde que tomaste el mando de QS, ¿siempre pensaste en expandirlo al rubro de la indumentar­ia? -Entendía que había que darle un valor agregado a las cosas que hacíamos, comerciali­zar y hacer la distribuci­ón textil iba a encontrar su límite en algún momento. Viajaba mucho y veía como otros países iban colonizand­o los mercados mayoristas de la moda… así fue como noté que en algún momento deberíamos abrirnos camino por el lado de los hilados o el de la indumentar­ia. -¿Detrás de esta apuesta había un interés por el diseño?

-Claro, fue uno de los motores. Pero si bien soy un adicto a la moda y es algo que siempre fue parte de mi vida, nunca pensé que iba a terminar comprando o fundando marcas de ropa. Cuando adquirí Naíma y

Calandra tenían solo 3 locales entre ambas, hoy ya hemos abierto 12 y la idea es seguir expandiénd­onos hasta tener 35 en el país antes de irnos al exterior. Las marcas de moda son como bebés que nunca crecen, o mejor dicho: son como un bonsái, no las podes descuidar o mueren.

-El éxito suele sentirse muy lejano para aquellos que “vienen de afuera” ¿qué consejo tendrías para los emprendedo­res emergentes? -Cuando vine al país, el nivel de urgencia que teníamos a nivel familiar no me permitía fallar. Me mentalice para que me fuera bien sí o sí; mi mejor consejo sería dejar de lado el miedo, buscar lo que a uno lo apasiona y no abandonarl­o. La persistenc­ia te hace bueno y por ende, si sos bueno te va bien.

-Por último, ¿me encantaría saber sí cumpliste todos los sueños de ese niño de 12 años o aún queda más por conquistar?

-Me falta muchísimo, después de ciertos escalones, en una pyme no hay mucho más por escalar. Eso hace que nunca estés satisfecho y sigas con hambre de nuevos negocios. Así es como nos tenes lanzando nuestra nueva marca en la semana, Gishi.

-¿Con qué vas a sorprender al mercado ésta vez?

-Una primera piel donde por fin la mujer se sienta cómoda. En los 2000 la industria de la ropa interior se movía por los cuerpos perfectos y su sexualizac­ión, en el 2010 apareciero­n las marcas que los “corregían” con fajas. Hoy, Gishi quiere amoldarse a la mujer y no viceversa. Queremos que se permitan amarse en su propia piel.q

“Las marcas de moda son como bebés que nunca crecen, o mejor dicho: son como un bonsái, no las podés descuidar, o mueren”.

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