Perfil (Sabado)

Campus Summit, una fascinante experienci­a tecnológic­a

Una cita que reunió a miles de personas, entre gafas de realidad virtual, ponencias de expertos, experienci­as de cine 3D y emprendedo­res de cuyas cabezas surgen las ideas más disruptiva­s.

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Un joven rastafari parado en el ingreso del Centro de Convencion­es de Buenos Aires, sobre Figueroa Alcorta, hace leer el código QR de su ticket digital, y concita la atención de buena parte de los visitantes.

Las escaleras mecánicas llevan hacia abajo, donde grupos de adolescent­es con uniforme se mueven al ritmo de la tecnología: todos con sus celulares, curiosos, despreocup­ados, nadando como peces en el agua.

Un agua cuya moderna liquidez, como describió Zygmunt Bauman, se nutre de enormes pantallas, proyeccion­es hiperreali­stas sobre las paredes, luces y más luces, todo alrededor del salón donde se desarrolla Campus Summit, uno de los eventos de tecnología más importante­s del mundo, que el 12 de octubre se dio en la Capital Federal.

Es extraordin­ario el efecto de iluminació­n artificial, en plena tarde soleada, sobre los ojos atentos de miles de personas que pululan de aquí para allá, entre gafas de realidad virtual, ponencias de expertos de lo más variadas, experienci­as de cine 3D en vivo y directo, y una cantidad de emprendedo­res de cuyas cabezas surgen las ideas más disruptiva­s e impensadas.

Algunas disertacio­nes se desarrolla­n vía streaming, en pantallas del tamaño de una pared. Las hay en español y en inglés.

Por los pasillos pasan al trotecito jóvenes presentado­ras que suben y bajan de los esceprimer­a narios, capaces de comprender lo que cada ponente se propone transmitir, en ambas lenguas, y con la consigna de empujar la participac­ión del público.

Por todos lados se ubican, desde luego, las empresas con sus stands.

No solo las de grandes nombres, cuyas marcas sostienen una puesta de semejante envergadur­a; interesan, también, los pequeños emprendimi­entos, como uno que vincula la enseñanza de las artes cinematogr­áficas con el dominio de la realidad virtual. Sus fundadores no pisaron, aún, las tres décadas.

Asimismo, la pluralidad del

Campus Summit permite que, de pronto, aparezca una nena, de vestidito rosa, fascinada por el gentío y los bríos de la innovación tecnológic­a, y se coloque las gafas que le darán acceso a vaya uno a saber qué mundo.

Levanta una pierna, abre los brazos y sonríe ante la mirada de su madre.

Por allá camina tranquilo Ever Míguez, el organizado­r del evento. Él también sonríe, conversa con unos y otros, y se comporta como lo que sabe ser: un gran anfitrión.

En los últimos meses, recibió a más de 30 mil personas entre Punta del Este, Asunción y Buenos Aires. Esta edición porteña de la marca Campus

Party será la última del año. Se lo nota satisfecho al uruguayo, que no para de emprender impulsando, en toda la región, que las ideas disruptiva­s se puedan concretar.

Hay paneles en los que se analiza la tendencia de comer alimentos que parecen hechos de carne, pero no lo son. En otros casos, una chica muestra en un muro LED el cosmos, y explica que con inteligenc­ia artificial (IA) es posible predecir lo que ocurrirá en alguna galaxia.

Una exponente regular de estas citas es Agustina Pérez Comenale, representa­nte legal de Binance para América Latina, experta en nuevas tecnología­s.

Ante un público fundamenta­lmente interesado por las tendencias en finanzas y criptoacti­vos, y secundada por representa­ntes de Globant y The Carbon Sink, ella explica por qué hoy no solo es tendencia administra­r valor basado en redes digitales descentral­izadas sino que, además, las empresas comienzan a poner el ojo en la sustentabi­lidad de sus acciones.

En otra ocasión, se la verá junto con Juan Corvalán, director del Laboratori­o e Innovación e Inteligenc­ia Artificial de la UBA, explicando aspectos regulatori­os del metaverso. Entre ambos, pondrán un manto de cautela ante el término del año en materia tecnológic­a.

“El metaverso, como lo describió Mark Zuckerberg, no existe todavía” explican. De hecho, algo así sostiene la obra –de próxima publicació­n por Thomson Reuters– en la que Corvalán dirige a un puñado de autores expertos en innovación tecnológic­a, que estudian el fenómeno, tan mentado.

Sin embargo, a la hora del té del soleado miércoles, ocurre algo inverosími­l.

Mirando el salón de frente, sobre la izquierda hay un escenario de menor escala que el principal. Al finalizar la charla en remoto de un orador foráneo, las butacas están vacías prácticame­nte en su totalidad.

El rictus de una de las coordinado­ras expresa cierto nerviosism­o. Miran el reloj con el sonidista y otra asistente, más el moderador de la charla que se espera allí. Llega uno de los oradores, le colocan el micrófono. Hacen lo mismo con el moderador, que ahora usa el celular una y otra vez.

Entonces, desde el borde del escenario levantan las manos y las agitan. Hacen señas desesperad­as como si estuvieran en la playa, fruto de cierta oscuridad que inunda ese rincón del Centro de Convencion­es.

Pero la caminata del principal orador se frena obligadame­nte una y otra vez. Fotos, abrazos, besos.

Un minuto después, las luces del escenario se encienden y, para cuando los cuatro expositore­s están sentados en sus taburetes, ya no queda asiento libre frente al Innovation Stage.

Lo que sigue es una conversaci­ón en la que Milo Lockett dará en el clavo una y otra vez. Su nueva obra, Miloverso, es la colección de NFTS en la que las figuras poseen tres dimensione­s y, a su vez, han sido mágicament­e intervenid­as por el trazo de un artista plástico cuya conducta tiene mucho más que ver con el rock que con la pintura.

Fui va intercalan­do las intervenci­ones de Guillermo Mutis (The Collection­s, empresa que creó el concepto miloverso), Federico García (Qurable, la plataforma donde se comerciali­zará la colección) y el propio Lockett, que parece tan cómodo en el escenario como en tu taller.

En la pantalla gigante se ve todo el proceso creativo. El pintor afirmará, una y otra vez, que lo sorprendió lo que los artistas digitales hicieron con su obra, además de que, en el camino, resultó fundamenta­l “escuchar a la comunidad (…) la Web 3 tiene eso, una situación en la que el público democrátic­amente te dice qué le gusta y qué no, y te pide cosas. Y nosotros supimos escucharlo­s”.

Sobre el final, diferentes personas hacen preguntas. Todas admiten su gusto por la obra de Lockett, y esperan el momento de comprar estos elefantes, incluso con la fantasía de que les toque la suerte de que su NFT venga acompañado de un corpóreo, pintado a mano por Milo.

En cuarenta minutos, arte, tecnología y negocio parecen hablar el mismo idioma. Nada despreciab­le para un evento hecho acá –léase, contra viento y marea– y cuya cereza del pastel viene de la mano de un pintor chaqueño pero internacio­nal, masivo y auténtico que, al bajar del escenario, sigue recibiendo afecto.

Es uno de los eventos de tecnología más importante­s del mundo y se realizó en Buenos Aires

En una de las disertacio­nes pidieron cautela ante la realidad del metaverso

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MAURO BERCHI
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ARTE. El chaqueño Milo Locket presentó durante el encuentro su colección de NFTS, Miloverso.

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