‘Almas migrantes’
La antropóloga Ocarina Castillo no se siente insiliada, pero sí un alma que transita entre los diferentes países a los que sus hijos emigraron desde Venezuela. “La experiencia en la migración también se vive desde el país de origen, porque uno está siguiendo esos procesos. Yo siento que sobre mí gravita un alma migrante, porque la experiencia de la migración de mis hijos me ha enseñado mucho, me ha abierto muchas ventanas para entender muchas cosas. La migración requiere de toda una actitud, de toda una visión, de toda una comprensión del fenómeno. Las fronteras culturales están incluso entre los países de América, ya sea en el norte, en el centro, o en el sur, porque son culturas con procesos y con imaginarios muy distintos, que no se pueden percibir claramente sino cuando se experimenta la práctica de vivir en ellos”.
“Yo en Caracas hago mi vida, tengo mi vida profesional, hago mi trabajo, hago lo que me gusta hacer. Disfruto de mi ciudad, sufro las desigualdades propias de cualquier venezolano en mi país, sufro las consecuencias de un régimen autoritario y absurdo, al igual que el resto de mis compatriotas. Protesto, me organizo, hago lo que tengo que hacer en función de mi manera de entender el mundo. Pero no, no me siento en silencio”.