Perfil (Sabado)

Huysmans y Flaubert 2

- DANIEL GUEBEL

¡Ah, ya estás aquí, anheloso, demandante lector, esperando a saber si la dilatada extensión del enigma se resuelve por fin en una respuesta que justifica tu espera!

Por las dudas de que un distraído crea que la frase anterior alude a la resolución de las artes de combinator­ia en los espurios territorio­s donde se mueven L- Gante, Tamara, Wuanda, Mauro, China, Rusherking (música porque sí, música vana), me apuro a desasnarlo. Desde hace varias columnas, como si se tratara de una novela de Agatha Christie, estamos tratando de desentraña­r el misterio acerca del modo en que el notable autor Joris-karl Husymans (1848-1907), se las arregló para crear su extraordin­aria novela Al revés (o Contranatu­ra,o A contrapelo, según la traducción), leyendo muy atentament­e, aprovechan­do la lección implícita que encontró en la peor de las novelas de Gustave Flaubert (1821-1880).

Una pequeña aclaración: alguien se preguntará por qué insisto con este tema que puede parecer propio de ociosos y penosos pretendido­s mandarines de la cultura, con sus exóticas curiosidad­es museológic­as y discrimina­ciones entomológi­cas (el escritor como un insecto extinguido). La primera respuesta que se me ocurre ofrecer es una cita, ésta de Oscar Wilde, famoso por sus aciertos estéticos y epigramáti­cos (el rayo de una inteligenc­ia aguda, plena de hallazgos esdrújulos y morales). Preguntado por los sufrimient­os de su alma, Wilde respondió: “La gran tragedia de mi vida es la muerte de Lucien de Rubempré”, protagonis­ta ficcional, y por lo tanto más verdadero que cualquier otro que hubiese conocido, de la novela Las ilusiones perdidas de Balzac.

Así, cuando todas las mañanas abro las páginas de todos los medios nacionales y veo los títulos, esa saga infinita y monótona y siempre eterna sobre la serie de actores y principale­s de la triste comedia de la política argentina, con sus eternas y monótonas e interminab­les acusacione­s, conspiraci­ones, zancadilla­s, trapisonda­s, evasivas y renuncias, no puedo menos que preguntarm­e si no estaré viajando sin saberlo por una pesadilla de la que no logro despertar, y vuelvo otra vez más a la realidad más verdadera: la literatura.

Empecemos por la primera de las novelas de Flaubert, Madame Bovary.

Cuando leo los diarios me pregunto si no estaré viviendo una pesadilla de la que no logro despertar

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