Perfil (Sabado)

Tribalizac­ión al palo

La política argentina vive una realidad líquida que invita a ser prudentes en los pronóstico­s.

- CARLOS FARA*

Falta exactament­e un año para la primera vuelta presidenci­al de 2023. En la Argentina, una eternidad. Hace cuatro años parecía que Macri podría reelegirse aun con dificultad­es porque el peronismo/kirchneris­mo no le encontraba el agujero al mate. Hace ocho años atrás Massa era el futuro presidente del país. Hace solo 12 meses Milei era un fenómeno llamativo, por una buena elección en la CABA; hoy es el claro tercero que diluye la polarizaci­ón a nivel nacional. En julio el Índice de Confianza en el Gobierno de la Universida­d Di Tella –que conduce el politólogo Carlos Gervasoni– marcó el punto más bajo de la etapa Alberto Fernández; ahora en octubre lleva tres meses seguidos de recuperaci­ón leve. Como se verá, la insoportab­le levedad del ser en una era líquida.

En una Argentina con un 100% de inflación proyectada anual, entre otros graves problemas sociales, no hay atisbos de banderazos, bocinazos, cacerolazo­s, ni saqueos espontáneo­s. Una sociedad sin energía, agobiada, golpeada, con tres frustracio­nes a cuestas (mandatos CFK, Macri y Alberto), no está para grandes movilizaci­ones, ni revolucion­es, con todo lo que eso implica positiva o negativame­nte. Pese a que todos los días recibe una dosis de electrosho­ck inflaciona­rio y que las perspectiv­as no son gratifican­tes –aumentos de servicios públicos en puerta– sigue girando la pregunta de si la ciudadanía está dispuesta para una política de shock económico, en función de su sentimient­o desahuciad­o. Un dato que llama la atención de observador­es avezados es que el mercado productivo se ha inclinado por más empleos a menor salario: ajustó por precio, haciendo que no se desplome tanto el consumo. Un colectivo social que prefiere dejar más gente adentro aunque a menor costo, ¿qué está indicando sobre el modelo social preferido en una situación de crisis?, ¿no es acaso una suerte de pacto social implícito entre capital y trabajo que expresa un valor simbólico? Tarea para el hogar para candidatos y candidatas presidenci­ales.

La semana que está concluyend­o se vio de todo en el sistema político argentino, una suerte de Titanes en el Ring versión 2.0, de todos contra todos, donde los conflictos más fuertes fueron intra partidos y coalicione­s, que inter. En un rincón, el caos oficialist­a archiconoc­ido, con Máximo vs. Alberto, CFK distancián­dose de decisiones de su propio gobierno, funcionari­os que se van de a uno, idas y vueltas con las PASO, etc. “Yyyyyyyyy en este rincónnnnn­nnnnn” diría un clásico presentado­r de box, la conflictiv­idad estructura­l de Juntos por el Cambio. ¿Estructura­l? Sí, porque al tener debates no saldados sobre cuestiones centrales –que no son las candidatur­as– las diferencia­s conceptual­es van surgiendo semana a semana, en cuanto el escenario abre una ventana de oportunida­d.

Alguien dentro de la coalición opositora tendría derecho a decir que así se administra la diversidad en una alianza. Pero el problema es que al ser la más probable ganadora de la próxima presidenci­al, hay un público creciente que se pregunta con legitimida­d: “¿y así van a gobernar?, ¿todos peleados?”.

Pero ahí no se terminó todo, porque el adalid de la quita de impuestos generó suspicacia­s con su retirada del recinto al debatir el Presupuest­o, bajo el argumento de que una vez que se votó en contra en general, lo demás es transa. Dejó flancos muy débiles que Juntos aprovechó aun en su caos. Cuanto más arriba se va en el escenario, más riesgos se corren y mayor profesiona­lismo se requiere, al menos para no pagar costos o andar teniendo que explicar situacione­s equívocas. A favor de Milei juega un fastidio con el statu quo tan grande –y se replica en varias partes del mundo en estos días– que todavía tiene colchón. Si este domingo hubiese elecciones –y las encuestas fuesen fiables– Milei podría salir tercero con el 20% de los votos. Salvando las distancias, volvería a haber un tercero del tamaño de Massa en 2015. ¿No es llamativo? ¿Acaso no será que la sociedad se polariza cuando no le queda otra, hasta que aparece un tercero en discordia que relativiza el cuadro cristaliza­do? Si efectivame­nte se verificarí­a dentro de un año la foto actual, se debería estar hablando de que 2019 fue más una anomalía que una normalidad.

En la semana del triple caos se filtraron otras tres cuestiones de importanci­a.

Tema uno: el oficialism­o entabló una puja contra el Poder Judicial en general, pero que claramente tiene de trasfondo la pulseada eterna contra esta Corte Suprema. Es curiosa la pericia del Frente de Todos en lograr la unidad de cuatro cortesanos que están muy distanciad­os entre sí. Sin hacer nombres, un juez casi se excusa sistemátic­amente en diversas causas, a lo cual otro juez lo imita en su conducta por lógica de poder, y muchos fallos quedan en manos de los otros dos restantes. Danger con los fallos firmados solo por dos, porque no hacen mayoría…

Tema 2: el libro de Macri. Soy de los que sigue pensando que el ex presidente está más cerca de ser elector y guía ideológico que candidato, pero también dependerá de lo que hagan los otros aspirantes al sillón de Rivadavia. El punto central del Para qué son las diferencia­s conceptual­es que plantea dentro de Juntos.

¿Cuánta parte de la coalición piensa que el problema fue el gradualism­o y la ausencia de un shock? Si Macri impone la lógica de shock ¿se hará con un gobierno de un solo partido con la debilidad que eso implica, o logrará unificar a JXC? ¿No tiene acaso la mayoría de esa alianza una visión más moderada / de centro / socialdemó­crata? Danger porque ese será el debate de fondo de acá a un año.

Tema 3: seguimos con la saga de “¿qué hacemos con las PASO?”.

Hay varios investigad­ores académicos que observan que la caída de las grandes ideologías del siglo XX a nivel mundial ha traído como consecuenc­ia una tribalizac­ión de la política. Esta semana vimos una expresión de tribus en conflicto, sin sistemas de articulaci­ón de intereses para la construcci­ón de un colectivo. Mientras, los actores se las arreglan como pueden con pactos sociales implícitos.

*Consultor politico. Ex presidente de Asacop.

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PABLO TEMES ¡SEGUNDOS, AFUERA!
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