La palabra, aliada de las víctimas
Ocho escritores escucharon a ocho sobrevivientes de abuso sexual. Donde el silencio es cómplice, la palabra es aliada de las víctimas. De esta premisa surge el libro de la ONG. Su título: Somos sobrevivientes. Crónicas de abuso sexual en la infancia. Cuenta con la escritura de Sergio Olguín y Claudia Piñeiro, entre otros. Fue tal su éxito que la obra fue presentada ante la ONU en Suiza, en Ferias del Libro, y ante Presidencia. Definen el resultado como “un sueño hecho realidad”. “Nos decimos sobrevivientes por todos los que aún no pueden hablar”, explican.
Las historias de Sebastián y Silvia están relatadas en el libro. Los capítulos pertenecen a víctimas de 18 hasta 86 años. Se destaca el testimonio de Vera Iuguenburg, quien recordó a sus 60 años que fue abusada, y lo pudo contar a sus ochenta. “El Estado le pidió disculpas, por no haber brindado las condiciones necesarias para ella. Este año Vera hizo la denuncia por lo que sufrió cuando tenía 8 años. Hay veces que se logra poner en palabras el trauma al final de la vida”, cuenta Sebastián.
Extractos del libro “(...) Equis le vendaba los ojos. Le hacía cosas o lo obligaba a que él las hiciera. Imposible que un nene de siete u ocho años pudiera saber que se había convertido en víctima de alguien diez años mayor, de alguien que él consideraba su amigo, el mayor de sus amigos(...)”. Jota, por Sergio Olguín.
“(...) De parte del colegio, escuché argumentos inconcebibles. Dijeron que lo que había hecho con nosotros era ‘un juego inapropiado’, lo calificaron como –cosas feas–.y que, gracias a esas acciones se había encendido –una luz amarilla–. La luz amarilla apenas alcanzó para trasladarlo de localidad (...)”. Sebastián Cuattromo, por Claudia Piñeiro.
“(...) Sentí mucha vergüenza: yo me había casado con esta bestia. De pronto soy esa nena y todos mis demonios me rodean, me dañan, me atomizan (...)”. Silvia, por Claudia Aboaf.
“(...) Yo de chica fui abusada por un vecino. (...) ¿Y a quién le iba a decir en ese momento? Lo que esperaba todo el mundo era que mi papá abusara de mí o de alguno de mis hermanos, y no pasó. Pero este vecino sí. (...)”. Nadia, por Gabriela Cabezón Cámara.
“(...) Varias veces papá quiere entrar a mi cuarto, sigue convencido de que puede hacerme lo que quiere, grito antes que pueda ponerme una mano encima (...). Mamá lo sabe y no hace nada (...)”. Tatiana, por Juan Carlos Kreimer.
“(...) Comenzó a entender que le podían pasar cosas feas sin que nadie lo notara. El miedo al que no podía ponerle nombre era que sus hermanos se convirtieran en víctimas”. Sofía, por Fabián Martínez Siccardi.