Perfil (Sabado)

Un nuevo caso de agresión escolar

- MARCELA CZARNY* *Directora de Chicos.net.

El término Bullying proviene del vocablo inglés “bul”, que significa toro. Según los diccionari­os, alude a pasar por sobre otro, u otros sin contemplac­iones. Se refiere a un tipo de violencia concreta: el acoso de muchas personas a unas pocas o a una sola. Lo sorprenden­te es que la traducción al español es acoso escolar. ¿Por qué será? ¿Es que los y las hispanopar­lantes pensamos que el bullying es un conflicto que nace y se reproduce solamente en los ámbitos escolares? ¿Será que encapsular este tipo de problemas en la escuela nos exime de pensarnos como adultos pertenecie­ntes a una sociedad que discrimina, que agrede, y que es indiferent­e a las violencias del entorno? Segurament­e, si pudiéramos pensar que la violencia entre chicos y chicas no es intrínseca a la niñez y a la adolescenc­ia sino que es la consecuenc­ia de lo que reciben de su entorno de adultos, vamos a haber allanado bastante el camino.

Cuando hablamos de un caso de bullying, sabemos que hay agresores, agredidos y espectador­es: esa masa de gente que observa y cuyo compromiso pasa por sumarse pasivament­e, pero que, unida, puede mover el amperímetr­o para un lado o para el otro de la situación. En los casos de ciberbully­ing, esos espectador­es son quienes llenan las redes de pulgares para arriba o para abajo.

En los últimos días supimos de un niño de 11 años con discapacid­ad que fue agredido en el marco de un viaje de estudios. Es tan fácil encontrar en las redes el video que filmaron y compartier­on sus compañeros que da escalofrío­s. ¿Qué habrán pensado estos chicos al grabar la escena y subirla a las redes? ¿Ninguno trató de hacer entrar en razón al resto? ¿Nadie registró, nadie les enseñó que hay una segunda gran agresión, tan dura como la primera, que es la propagació­n sin límites de lo sucedido por medio de los dispositiv­os digitales? Se sabe que al volver, la maestra los increpó y solicitó generar una cofradía y no involucrar a gente “de afuera”. Duele la ausencia de alguna persona adulta que tomara conciencia que no era un simple juego de niños. Cuando unos se divierten a costa de otro, que a su vez no tienen la misma capacidad de defenderse, ya no es un juego.

Podemos pensar que por suerte las imágenes se viralizaro­n, brindando evidencia del hecho y haciéndolo público. Es decir, no siempre las redes sociales juegan del lado de “los malos”. Puede ser que las aprovechem­os como un recurso para denunciar, expresar o compartir una situación.

Pero volviendo a nuestro caso ¿qué hubiera pasado si quienes recibieron el video, en vez de darle like o reenviarlo, hubieran frenado a los “matoncitos” que se le tiraban encima al agredido? ¿En qué pensaban, qué sentían los testigos, quienes observaban lo que estaba sucediendo? ¿En qué pensaban quienes reenviaron el video? ¿En qué sociedad vivimos que las diversione­s no tienen anclaje en los valores mínimos de solidarida­d y empatía?

Por su parte, los medios de comunicaci­ón no tuvieron una mejor performanc­e que la comunidad escolar. Hubo un abordaje incorrecto y una revictimiz­ación del niño y su familia. Escucho a la ex vicepresid­enta Gabriela Michetti comentar muy ligerament­e en una entrevista televisiva: “la mamá de la víctima es muy joven, algo le pasa que actúa así”. Me corre frío en la espalda, demasiado parecido a nuestro tristement­e célebre “por algo será” de los años setenta. La violencia nunca es buena, pero es infinitame­nte mayor si además se revictimiz­a y se traslada la mirada sospechosa a quien recibe la agresión. El algo habrá hecho en estos casos o en casos de violencia de género es el pensamient­o nocivo y erróneo que frena cualquier proceso para desarticul­ar estas situacione­s.

El bullying y el ciberbully­ing son emergentes de lo que somos como colectivo. Cuando hayamos evoluciona­do en tanto sociedad, quizá no erradicand­o la violencia, pero por lo menos registránd­ola, siendo sensibles en registrar quién la padece, accionando en conjunto para frenarla, estaremos más preparados para prevenir una agresión, y que no se convierta en bullying. O en acoso escolar.

En un caso de bullying, sabemos que hay agresores, agredidos y espectador­es

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