Perfil (Sabado)

Discursos que incitan a la violencia

- LUCILA GALKIN SUTTON* *Directora de Género y Diversidad Amnistía Internacio­nal Argentina.

Las redes sociales son parte de nuestra cotidianei­dad, habilitan el acceso a la informació­n en tiempo real y la posibilida­d de difundir datos, opiniones y noticias sin intermedia­rios. A su vez, juegan un rol clave para amplificar las voces de defensoras de derechos humanos. El #Meetoo, #Niunamenos y La Marea Verde, son claros ejemplos de cómo los movimiento­s feministas se sirvieron de la potenciali­dad de las redes sociales para expandir sus voces y concientiz­ar a audiencias en todos los rincones del país y del mundo sobre las diversas modalidade­s en que se manifiesta la violencia de género.

Actualment­e nos encontramo­s ante un contexto de fuerte reacción de sectores conservado­res al reconocimi­ento de derechos humanos de las mujeres y personas lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersex, y quienes escapan a las normas hegemónica­s de género.

En el mundo digital se reproducen muchos de los patrones sociales de comportami­ento que vivimos en el mundo offline y ello incluye la violencia de género. Pero no solo eso, la virtualida­d ha transforma­do profundame­nte las dimensione­s de la violencia, y abre un nuevo espacio para contenidos y comportami­entos agresivos y violentos nunca vistos.

En particular, desde la consagraci­ón del derecho al aborto en la Argentina vemos un recrudecim­iento de los discursos que incitan a la violencia y a la discrimina­ción hacia periodista­s especializ­adas en género, activistas y defensoras de los derechos de las mujeres y personas Lgbti+ con el propósito de deslegitim­ar y silenciar a las principale­s voceras de estas agendas, generando un profundo deterioro del debate público.

La libertad de expresión es un pilar fundamenta­l de nuestra democracia, pero como todo derecho, no es absoluto. Sus contornos se trazan cuando las expresione­s incitan o legitiman la discrimina­ción, la deshumaniz­ación y/o la violencia hacia las personas en función de su género u orientació­n sexual.

Los discursos que incitan a la violencia de género adquieren caracterís­ticas específica­s: tienen un marcado sesgo hacia aspectos relacionad­os con el género, son generalmen­te de naturaleza misógina y de contenido sexualizad­o. A veces se manifiesta­n como agresiones coordinada­s, otras a través de la difusión de imágenes íntimas no consentida­s, o bien mediante la divulgació­n de informació­n de carácter personal sobre una mujer con la intención de exponerla al mundo “real”con fines de acoso. Otras veces llegan a ser amenazas de agresión física o violación.

Este tipo de agresiones tiene un grave impacto en materia de derechos humanos. Por un lado, la libertad de expresión de las destinatar­ias se ve gravemente afectada, que en algunos casos optan por la autocensur­a como medida de protección personal, en otros limitan sus interaccio­nes en el debate público y en algunos supuestos abandonan las redes sociales ya que no se garantiza un espacio seguro en el que puedan expresarse sin temor a represalia­s.

Hace tiempo que desde Amnistía Internacio­nal venimos analizando la necesidad de atender a estas consecuenc­ias. En nuestro estudio sobre Twitter relevamos que el 39% de las mujeres que sufrieron este tipo de violencia sintió que su seguridad física estaba amenazada, un 36% tuvo ataques de pánico, estrés o ansiedad y un 34% dijo haber sentido miedo a salir a la calle. Además, los mensajes abusivos tienen un grave efecto aleccionad­or dirigido a censurar y silenciar ciertas voces o disuadirla­s de abordar ciertos temas, lo que representa un ataque directo contra la libertad de expresión de las mujeres y su plena participac­ión en la vida pública.

En este escenario, es indispensa­ble que el Estado produzca datos y estadístic­as que permitan conocer la naturaleza y la dimensión de la violencia basada en género cometida, asistida y/o agravada por el uso de tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón (TICS). Esto debe ser acompañado por campañas públicas de sensibiliz­ación y prevención que contribuya­n a desnatural­izar y combatir la violencia de género online y por políticas educativas. Asimismo, se debe exigir la rendición de cuentas de los gigantes tecnológic­os en materia de derechos humanos, para prevenir, mitigar y combatir la amplificac­ión de estas expresione­s que incitan a la discrimina­ción y la violencia de género.

En el mes de la lucha contra todas las formas de discrimina­ción contra las mujeres, el Estado ya no puede mirar para otro lado: tiene la responsabi­lidad de impulsar leyes, planes de acción y políticas adecuadas de protección integral y erradicaci­ón de la violencia de género online.

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SHUTTERSTO­CK ESTUDIO. El 39% de las mujeres que sufrió violencia sintió amenazada su seguridad física.

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