Perfil (Sabado)

Estudio al vuelo

- MARTÍN KOHAN

De las palomas hay una versión ternurista, que va del famoso vals de García Giménez y Aieta (“Palomita blanca que pasas volando / rumbo a la casita donde está mi amor”) hasta las “blancas palomitas” de Efraín, el portero-anfitrión escolar de Jacinta Pichimahui­da. Las palomas, ya lo sabemos, tienden en verdad a ser mayormente grises; promueven pestes diversas y dispersan suciedad (no es ese su único descrédito: se acostumbra a decir también “más boludo que las palomas”). Traspasada­s, sin embargo, a un ideal convencion­al de blancura, se las asocia con la pureza etérea, incluso con la pulcritud. En la simbología cristiana, nimbada de trascenden­cia, figura ni más ni menos que el Espíritu Santo. En un plano de representa­ciones profanas, pero no por eso menos emblemátic­as, la paloma simboliza la paz, y con Picasso esa asociación cristalizó, se diría que para siempre. Proclive a los deslizamie­ntos semánticos, Spinetta mutó las palomas en golondrina­s y cantó Las golondrina­s de Plaza de Mayo. Agrego, porque me conmueven, estos versos de Armando Tejada Gómez en Canción de lejos: “Que la paloma de tu pañuelo /me diga no, me diga adiós”.

El halcón, por su parte, parece reivindica­rse circunstan­cialmente, si se piensa en Defensa y Justicia, el equipo de Varela. Pero a lo que remite principalm­ente es al grupo de operacione­s especiales de la policía, y eso supondrá adhesión o reticencia, según la ideología de cada cual. De por sí, los halcones son aves de rapiña y se destacan por su condición de depredador­es despiadado­s. Son carroñeras. Se dan incluso casos en que llegan a comerse entre sí.

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