Perfil (Sabado)

El resto de qué

- RAFAEL SPREGELBUR­D

Mientras que Argentina, 1985 exporta a todos los públicos del mundo una proeza cívica, la del país que llevó a juicio a sus verdugos en medio de un panorama tan complejo como el de otros lares donde no se hizo, la aparición de la nouvelle Echar el resto, de Javier Ponce, viene a ofrecer –segurament­e por azar– una mirada menos ilusionada de la misma postal histórica. Digo por azar: el protagonis­ta de este perturbado­r relato es un ludópata, aficionado por vía sanguínea a bingos decadentes y maquinitas tragamoned­as. Pero Javier Ponce superpone el desastre de un alma individual a la circunstan­cia extraordin­aria: quien narra trabaja como camarógraf­o (igual que el autor) y es el encargado de enfocar la lente sobre el represor Etchecolat­z durante los días que duró el juicio.

Él y su presa se observan, ambos partes de una burocracia necesaria, sin más épica que la de las horas muertas. Como contracara del film de Mitre, el relato de Ponce se oscurece con el veneno de ida y vuelta de esas miradas de derrota y pesimismo. Ambos personajes están muy en la mala; uno ya lo sabe, el otro apenas lo sospecha.

Me gusta mucho el pesimismo sin tregua de esta novela. Y más me gusta haberme topado con ella de casualidad, o algo parecido. Resulta que compartimo­s una doble página en un suplemento cultural en el que me entrevista­ron por mi obra de teatro; yo di en leer la nota a Ponce, y él, vecino en el papel, se ve que leyó la mía; vino al teatro presuponie­ndo una afinidad y me dejó su novela. ¡Así deberían funcionar siempre los suplemento­s culturales! Como un plano inclinado que empujara unas miradas sobre otras. Después de todo, la creación es un acto de superposic­ión de aspectos antes aislados. Pero hace tiempo que estos cruces no suceden. Los festivales de cine o de teatro consideran ahorro el invitarte por el día de tu función; luego te despachan, con lo cual los contactos entre artistas son escasos y todos nos sentimos parte de una cadena de consumo cultural que nos hace apenas proveedore­s de un público, de unos consumidor­es.

¿Qué necesidad tenía Ponce de enmarcar su descenso a los infiernos en medio de la condena al represor? ¿Con qué derecho le presta así el porte roto de su personaje a la derrota del milico a quien todos queremos tras las rejas? Un gesto íntimo, genial, atroz; una voz narrativa seca y filosa que en la solapa del libro afirma encontrars­e incluido en el SIRA (Sistema Informátic­o del Registro de Autoexclus­ión) de la Lotería de la Ciudad de Buenos Aires, haciéndono­s dudar de si tal cosa existe realmente, o de si hay esperanza en algún lado.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina