Perfil (Sabado)

EN EL PAÍS DE LA LIBERTAD

- A.M.

—¿Cómo era la búsqueda de la libertad en los 70, saliendo del Instituto Dámaso Centeno? ¿Y cómo ves esa búsqueda en la actualidad?

—En aquel momento, era más fácil ser libre mentalment­e. En la calle, bares o recitales, tenías riesgo de caer en cana. Por esa búsqueda de libertad, nos saltaba ser rebeldes, como nos salió a Charly y a mí, en un colegio dependient­e de militares. Teníamos la materia “Defensa nacional”, donde nos enseñaban a perseguir comunistas; todos los que tenían barba era supuestos comunistas. Mi forma de ser rebelde no era sacarme un cero, sino copiarme, decirle al profesor todo lo que quería escuchar, sacarme un diez. Después, en noviembre de mi quinto año, me metieron 31 amonestaci­ones, me mandaron a rapar el pelo: un desastre.

Luego de la llegada de la democracia, parece que la libertad es “hago lo que se me da la gana”. Es el paso lógico cuando tenés a alguien apretado del cogote: cuando lo soltás, grita. Pero hoy pienso que, en muchos casos, hay que mandar a la policía a la puta que lo parió, e investigar y etc., pero también la policía cambió. Hace ocho años, volví a mi colegio, je je, del que me habían echado. El director, un teniente coronel, dijo “La física, la matemática y la música son todas materias importante­s; un orgullo, tener a este ex alumno”. Los militares también cambian. Ahora, en relación a la libertad, me gustaría volver al respeto por el prójimo. Hago lo que quiero, la prepotenci­a, eso no es libertad. Nos falta una libertad con más orden, pero acá, cuando decís ‘orden’, la monada salta con ‘Que vengan los milicos’. Eso no, sino orden”.

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