“El mensaje de Kim es ‘no nos ninguneen’”
Corea del Norte lanzó ayer otro misil intercontinental de prueba que puede llegar a casi todas partes del mundo. Es el segundo lanzamiento en dos días, y cayó en aguas japonesas. Críticas de Estados Unidos, y apoyo de Rusia, ¿qué busca Kim Jong-un con sus pruebas militares? Lo responde Ezequiel Ramoneda, secretario del Departamento de Asia y el Pacífico del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata.
—¿Qué significa el lanzamiento? ¿Es una amenaza, una prueba? ¿Qué mensaje está enviando?
—Es una provocación. Dejando de lado las bombas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, históricamente la tenencia de armamento nuclear cumple objetivos disuasivos: evitan el escalamiento de los conflictos, porque su utilización significaría la destrucción mutua, la de ambos contrincantes. El lanzamiento del misil es más una provocación porque muestra que tiene capacidad, que está desarrollando tecnología en condiciones de llegar cada vez más alto y más lejos. Pero no tanto una amenaza; el misil es capaz de llegar a Estados Unidos, pero no significa que necesariamente vaya a llegar. Hasta el momento no ha pasado mucho más lejos de la península coreana y las islas japonesas, pero muestra que sí puede hacerlo. La provocación, sin embargo, es sensible: si el misil falla en su armado y cae sobre una población, un error de cálculos se transforma en un ataque, lo que lograría una respuesta mucho más dura y contundente.
—¿Y cuál es el mensaje de esa provocación? ¿Qué dice?
—El mensaje que Corea del Norte quiere transmitir es que no lo excluyan, que no lo ninguneen. Que él está viendo las conversaciones que tienen de manera regular. Es una forma de desafiar a Estados Unidos y a sus aliados, a Corea del Sur y Japón. Kim Jong-un no quiere quedar fuera de las negociaciones. Tiene un país de ganancias importantes, con capacidad misilística, algo que sus vecinos no tienen ni pueden, porque dependen de Estados Unidos. Por eso prefiere molestar con el misil a sus vecinos inmediatos, que carecen de tecnología nuclear. Busca, también, que le levanten las sanciones, volver a foja cero y tener más control sobre la cuestión energética.
—El lanzamiento ocurrió días después de la reunión entre Biden y Xi Jinping en Indonesia, y al momento de la celebración de la cumbre Asia-pacífico en Bangkok, ¿por qué en esta fecha?
—El día fue pensado. Las primeras semanas de noviembre se realizan muchas reuniones cumbres: la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), en Camboya; el Foro de Cooperación Económica Asia-pacífico (Apec), en Tailandia; y además el G20, en Indonesia. Tres países del Sudeste que, en 15 días, reúnen a las cabezas de Estado de varios países, sobre todo con los ojos en Estados Unidos, China, Rusia y la Unión Europea. Es un momento altamente significativo en la agenda diplomática internacional, los ojos del mundo están puestos en la región, por lo que, obviamente, busca la atención política y de los medios. Frente a esta situación, más cuando el premier japonés y el gobierno surcoreano reconfirmaron su cooperación en materia de seguridad, Corea del Norte responde: “No me dejen afuera de la mesa, ¿cuándo me van a dar la importancia que tengo?”
—¿Qué rol toma China? Ahora, además, está presionada por la guerra entre Rusia y Ucrania.
—La guerra aún no tiene un final. Las fuerzas de Ucrania están teniendo éxito frente a la avanzada rusa; está saliendo mucho más caro de lo que habían pensado. Xi Jinping pidió “que se respete la integridad territorial de Ucrania”. Cree que es un buen momento para que la diplomacia ocupe el lugar de conductor y así llegar a un acuerdo que no lleve a consecuencias mucho mayores. Lo ve como un desafío al orden internacional. Un escalamiento habilitaría a actuar sin visto bueno de las potencias rectoras, pensando también en su conflicto con Taiwán. China favorece una solución diplomática, al menos por ahora.