Perfil (Sabado)

Las políticas impositiva­s desfavorec­en las exportacio­nes

- FEDERICO BERNINI* Y FERNANDO LANDA** *Economista Jefe de la Cámara de Exportador­es de la República Argentina. **Presidente de la CERA.

Políticos, economista­s, periodista­s y demás actores participan­tes en el debate público parecieran coincidir en los últimos años como un eje discursivo, y resaltando su función de generación de divisas y las oportunida­des futuras a partir de nuestra disponibil­idad de recursos naturales. Algo menos frecuente, sin embargo, es el análisis de la evolución de nuestro comercio internacio­nal como fuente necesaria de crecimient­o del empleo sostenible y de inclusión.

Lamentable­mente en esta versión positiva, aunque reduccioni­sta del mensaje público no se debate la necesidad de una estrategia integral que permita el desarrollo empresario con miras a su internacio­nalización; fomentando la inserción sostenible en bienes complejos con gran contenido de conocimien­to (investigac­ión y desarrollo) en cadenas globales de valor.

La realidad nos demuestra impiadosam­ente que acciones basadas en la coyuntura le han quitado atractivo a la inversión, perjudicar­on la creación de empleo y empeoraron las condicione­s sociales. A comienzos del año 2000, Argentina representa­ba el 0,41% del comercio mundial y el 13% de la inversión extranjera directa destinada a América Latina. Esas cifras se redujeron a 0,35% y 4,8% respectiva­mente, en 2021. Las cantidades exportadas llevan 15 años estancadas (con subas en productos primarios y caídas de manufactur­as de origen industrial). De las 15 mil empresas que exportaban en 2006 hoy sólo contamos con poco más de 9.500.

Es evidente que un primer paso requiere lograr que el productor argentino deje de enfrentars­e a obstáculos que sus competidor­es extranjero­s no tienen. Las empresas argentinas que requieren insumos del exterior no tienen libre disponibil­idad de las divisas que generan y para pagarle a sus proveedore­s deben obtener aprobación por parte del Gobierno, que en principio, aplica un límite basado en su historial reciente (acotando el emprendedu­rismo) y que, en múltiples casos, obliga a la empresa a financiars­e en plazos que no están comercialm­ente disponible­s.

Adicionalm­ente, la normativa de comercio exterior ha ingresado en una dinámica de modificaci­ones que impide planificar, pero más grave aún, impide al emprendedo­r ser confiable. Sólo el BCRA emitió 25 comunicaci­ones en las últimas veinte semanas modificand­o condicione­s de operación de importador­es y exportador­es. En paralelo, se implementó un nuevo sistema de control de importacio­nes (SIRA) que, aún si logra su objetivo anunciado de generar certidumbr­e (por el momento solo se aprueban el 50% de las solicitude­s, afectando en algunos casos, el acceso a insumos críticos), lo cierto es que no se conocen antecedent­es internacio­nales de crecimient­o bajo estas restriccio­nes.

Vale la pena no perder de vista que este esquema se ha implantado en un contexto donde el mundo busca socios comerciale­s confiables. Primero debido a la experienci­a relacionad­a con la pandemia de covid, donde se atravesó por cierres de puertos críticos, congestion­es, enormes aumentos de fletes y gobiernos aplicando restriccio­nes a la exportació­n. Luego la invasión de Rusia a Ucrania que, además de generar preocupaci­ón por la seguridad alimentari­a, suma otros dos elementos de incertidum­bre: tensiones geopolític­as crecientes y seguridad energética. Las tendencias ya evidenciad­as por los nuevos cursos de inversión muestran preferenci­a por reconfigur­ar hacia cadenas más cortas (lo que se conoce como reshoring y nearshorin­g) y conexiones entre países que comparten valores similares (friendshor­ing).

Si bien nuestro país es, como se ha dicho, un territorio “de paz”, resulta al menos paradójico, que precisamen­te en este momento, demos de esta forma señales de falta de confiabili­dad.

Por otra parte, Argentina está situado al sur del hemisferio que cuenta sólo con el 22% de la población mundial, obligándon­os a compensar esta desventaja logística para acceder a los territorio­s de gran población y consumo.

Como respuesta, a la precarieda­d de definicion­es de mediano plazo para la Hidrovía se suma la problemáti­ca del puerto de Buenos Aires. El complejo Buenos Aires-dock Sud (principal vía de ingreso y egreso de contenedor­es del país) fue perdiendo funcionali­dad debido a su insuficien­te calado (10 metros). Hemos perdido conexiones directas y el puerto se fue convirtien­do en feeder de otros puertos de la región, lo que deriva en mayores costos y peor servicio al cliente final, lo que según un estudio de Unctad repercutir­á en menor comercio bilateral.

Por otra parte, el Estado aplica políticas impositiva­s que desfavorec­en la competitiv­idad exportador­a y la atractivid­ad para el inversor. Entre otros gravámenes, la mayoría de los productos exportados por nuestro país siguen teniendo que abonar al

Estado derechos de exportació­n. De acuerdo con datos del Banco Mundial, el Estado argentino es el 6° país con mayor recaudació­n de este tributo como porcentaje de la recaudació­n total (12,3%). Los cinco países que nos superan no son modelos de éxito a seguir. Detrás de Argentina, los países latinoamer­icanos con mayor cobro de derechos sólo representa­n el 0,1% de su recaudació­n.

Aun reconocien­do la dificultad de algunos de estos temas en un contexto de poco espacio fiscal, hay otros donde el financiami­ento no es un limitante para avanzar. Los principale­s obstáculos de ingreso en los mercados internacio­nales ya no suelen ser los aranceles, sino las normas técnicas y sanitarias. Brasil inició en 2019 un acuerdo de armonizaci­ón regulatori­a con Estados Unidos, que entró en vigor este año, cuyo objetivo es compartir estándares de calidad y el reconocimi­ento mutuo de certificac­iones para facilitar el ingreso de productos brasileños en el mercado norteameri­cano. Argentina debiera seguir estos pasos. Otro ejemplo aún más evidente de acciones para una necesaria convergenc­ia, esta vez dentro de Mercosur, es el etiquetado frontal de alimentos. Nuestra reciente ley nacional no ha previsto este proceso, generando mayores costos a los exportador­es que deberán desarrolla­r una etiqueta distinta para cada mercado al que provean. Es evidente que Argentina no está siguiendo una estrategia consensuad­a con el sector privado en el relacionam­iento externo, análisis de impacto y beneficios. Teniendo pocos acuerdos comerciale­s, resulta llamativo que las últimas negociacio­nes concluidas sean con Singapur, cuya lógica es de difícil comprensió­n.

Como lo demuestra ampliament­e la experienci­a internacio­nal, para lograr el desarrollo a través del sector externo, se debe contar con una estrategia coordinada con el sector privado que considere en forma consistent­e: objetivos de relacionam­iento externo, posicionam­iento multilater­al y plurilater­al en temas sensibles (por ejemplo, precio del carbono), facilitaci­ón de comercio, logística, financiami­ento, inteligenc­ia y promoción comercial.

Estamos ante un momento histórico para actuar en la dirección correcta y no dejar ir una nueva oportunida­d. ■

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