“Tienen que emerger todas las miradas”
Integra el elenco de la película Natalia Natalia que significa el retorno de Juan Bautista Stagnaro a la dirección en el cine.
Sus inicios actorales fueron en su ciudad natal, Mar del Plata, luego los estudios los trajeron a Buenos Aires. Primero egresado de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático y luego docente, allí mismo. Hace un tiempo, Diego Velázquez es un rostro conocido en las películas nacionales. Y desde el 24 se lo ve en los cines en el retorno a la dirección de Juan Bautista Stagnaro con Natalia Natalia, Ni siquiera la muerte es lo que parece junto a Sofía Gala Castiglione, Valentina Bassi, Demián Salomón y Tony Lestingi, entre otros intérpretes.
“Como soy muy cinéfilo – confesará Velázquez- el primer espectador soy yo mismo. Me entusiasmó hacer un policial negro, algo bastante infrecuente. Encontrarme con Juan Bautista Stagnaro en el set fue poder dialogar con otra generación, con una vitalidad contagiosa, distinta al tedio o cansancio de la mía. Él es muy generoso y compartí su alegría de volver a filmar, después de tanto tiempo. Me está tocando trabajar con marplatenses, no sólo Juan Bautista, también Ciro Zorzoli y Marilú Marini. Son casualidades que se dieron.”
—Integraste los elencos de Post mortem y Entre hombres
con personajes oscuros…
— (Se ríe) Me atraen, porque me gusta jugarlos. Es muy atractivo hacerlos, además en el cine son las que me gustan ver. Voy viendo entre lo que me ofrecen y lo que tengo ganas de hacer. Ahora la película de Fernán Mirás es una comedia romántica. Me divierte pasar de un universo al otro, aunque no me llueven las comedias.
—¿Cómo compusiste a este policía -El Griego- en Natalia Natalia?
—Sin anticipar mucho, fue jugar sin dejar de ver cómo es él realmente. Hay que buscar desde la actuación las contradicciones del personaje y encontrar el presente total. Veo mucho cine y me molestan las actuaciones opinadas por el actor de lo que está interpretando, no dejándole el camino libre al espectador para que arme sus propias conjeturas y recorridos. Me inspiré en el cine negro francés, que admiro mucho. Muestra seres de lo que nunca sabés qué está pensando.
—Hiciste Obra del demonio Invocación Xi-bausch de Diana Szeinblum, en el teatro Nacional Cervantes: ¿danzateatro?
—Me interesa mucho ese lugar donde se unen el actor y el bailarín en el mismo cuerpo. Tomé muchas clases de danza, donde encontré herramientas para actuar. Creo que esto mismo lo comparto con Paola (Barrientos), Ciro (Zorzoli) y Marilú (Marini). A veces la palabra puede jugar en contra. Creo que cada propuesta encuentra su propio lenguaje. El encasillamiento hace que uno se pierda sorpresas. Siento que cada proyecto es único y hay que mantener esa frescura al momento de encararlo.
—Afirmaste que tus primeras experiencias como espectador fueron en el cine. ¿Cómo ves al nuestro?
—Hoy lo veo con muchos problemas. Es muy difícil filmar a nivel de producción porque las miradas periféricas tienen cada vez menos oportunidades y son las que a mí más me interesan. Me gustan como espectador y también formar parte, así: Los dueños y Planta permanente de Ezequiel Radusky o Mochila de plomo de Darío Mascambroni. Creo que la verdadera identidad del cine argentino está en todos esos espacios, más que en lo que llamamos industria. Hay que permitir que ese otro cine crezca a lo largo y a lo ancho de nuestro país. Me ha tocado filmar en las provincias y es distinto, si no siempre son voces porteñas las que escuchamos. Me parece que el cine podría ayudarnos a conocernos más. A las ficciones pequeñas, que no tienen el apoyo de las plataformas les cuesta mantenerse en las salas. Hay que hacer que existan y que se vean. El cine a diferencia del teatro necesita dinero, por eso creo que el estado debe ayudar. Tienen que emerger todas las miradas.