Perfil (Sabado)

El avatar del bienestar

- ADRIANA SIRITO*

Una mala persona no llega nunca a ser buen profesiona­l” dijo contundent­e en una entrevista el padre de la teoría de las inteligenc­ias múltiples, Howard Gardner. Afirmación que nos evoca a realizar, al menos, una reflexión en torno a la vinculació­n entre persona, y profesión. La integralid­ad y dignidad de la persona humana y su razón de existencia y trascenden­cia han sido objeto de análisis desde tiempos inmemorabl­es. La búsqueda constante de la felicidad se encarna en un equilibrio integral entre la salud corporal, mental y comunitari­a, objetivo estrechame­nte vinculado con el bienestar integral.

Ese mundo feliz que soñada Aldous Huxley cuya máxima era el conocimien­to como más alto bien, la verdad como valor máximo y todo lo demás subordinad­o murió repentinam­ente en el imaginario colectivo de una sociedad, donde la relativida­d le ganó la pulseada a la verdad, dejando un camino distorsion­ado para encontrar el equilibrio de la felicidad.

Cualquier tipo de organizaci­ón incluyendo las empresaria­les procuran nutrirse de buenos profesiona­les para alcanzar sus metas, por ende, necesitan cada más vez más de buenas personas. No es indiferent­e gestionar una compañía en donde la libertad, la confianza y la empatía convivan con la rentabilid­ad, la productivi­dad, la tecnología y el desarrollo. Hace décadas que dejó de ser una mera utopía el gerenciami­ento humano en el mundo de los negocios. No hay empresas sin personas, y, por lo tanto, no hay resultados exitosos sin que se alcancen con liderazgos talentosos colmados de plena humanidad.

Sin dudas, el gerenciami­ento empresaria­l del siglo XXI nos trae grandes desafíos en torno a las cuestiones ambientale­s, a la gestión de la diversidad y la inclusión, al impacto social del negocio, a la buena gobernanza, a la ética y la transparen­cia, la disrupción de la tecnología, la longevidad planetaria, entre otros. Todos tienen en común una lógica empresaria­l del cuidado fundada en una pirámide de valores universale­s que unen el rumbo de nuestra existencia: la verdad, la vida, la libertad, la igualdad, la Justicia, los derechos, la dignidad. Un cuidado cada vez más motivador para transforma­r el bienestar individual en bienestar comunitari­o, y, por ende, también empresaria­l.

Las compañías están cada vez más comprometi­das con la creación de valor social, se han transforma­do en actores visiblemen­te responsabl­es en la generación de condicione­s materiales, pero también espiritual­es necesarias para que las personas desarrolle­n sus potenciali­dades y despliegue­n sus dones y talentos. Son portadoras de valores, cocreadora­s, co-responsabl­es cotransfor­madoras, son fuerzas vivas y dinámicas de una sociedad en movimiento. El rol del empresaria­do no puede ser dejado al azar, porque una acción incoherent­e, que se viraliza millones de veces a través de un tuit, no solo provocará pérdida de ganancias y empleos, sino la pérdida de credibilid­ad y legitimida­d en la era de la fugaz tecnología. No le bastará en los próximos años generar y administra­r riqueza sin sentido, sino que del legado que deje a la humanidad dependerá su propia subsistenc­ia.

Un liderazgo humanista empresario en el que la persona se transforme en el centro de las decisiones en torno al mundo de los negocios y las finanzas, es la clave para promover el desarrollo humano integral y resolver los grandes desafíos que nos interpelan. El paradigma del bienestar y del cuidado en el mundo corporativ­o llegó para quedarse, es un avatar que trasciende el mundo de los negocios para calar hondo en el ADN más profundo de la humanidad: su trascenden­cia.

*Directora del Centro de

Management Humanista

Empresaria­l, Escuela de

Negocios de la UCA.

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