Perfil (Sabado)

Violencia es violencia

- FELIPE FRYDMAN* *Diplomátic­o.

El intento de provocació­n al nuevo gobierno de Brasil para incitar una intervenci­ón militar no puede disociarse de la ola de violencia y desestabil­ización de las institucio­nes que afecta a América Latina desde hace varios años. El 11 de septiembre de 2001 se aprobó la Carta Democrátic­a Interameri­cana en una sesión especial de la OEA celebrada en Lima. Existía en esos momentos un auge democrátic­o que atravesaba todo el continente con la excepción de Cuba, que por su sistema de partido único no integraba el organismo.

La Carta Democrátic­a fue invocada por Venezuela en 2002 en ocasión del intento de golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez. En la segunda oportunida­d, la Asamblea Nacional solicitó la intervenci­ón del secretario general de la OEA ante el desconocim­iento del Ejecutivo de las competenci­as del Legislativ­o. Las crisis en Brasil con la destitució­n de Dilma Rousseff en septiembre de 2016, el Lava Jato, la cadena de corrupción de Odebrecht, la represión en Nicaragua y el conflicto de poderes en Bolivia con la modificaci­ón de la Constituci­ón para permitir la reelección de Evo Morales en noviembre 2019 contribuye­ron a minar la confianza en las institucio­nes del sistema democrátic­o. La Carta Democrátic­a es hoy un papel que muchos quieren arrojar al basurero.

El cuestionam­iento mediante la violencia callejera se convirtió en poco tiempo en la herramient­a para eludir los canales democrátic­os y desconocer los resultados de las elecciones. El presidente Guillermo Lasso, elegido con el 52,5% en abril de 2021, tuvo que afrontar varias asonadas contra su mandato organizada­s por la oposición, que había obtenido 47,5%. Las demostraci­ones violentas en Chile organizada­s por el Frente Amplio y el Partido Comunista en 2019 forzaron la convocator­ia a una asamblea constituye­nte por fuera de la Constituci­ón y en Colombia, el senador Gustavo Petro lideró las protestas calificada­s como “incendio social” para degastar al gobierno de Iván Luque. Una situación similar se vivió en la Argentina en el período 2016/2019, cuando los resultados de las elecciones fueron 51,3% contra 48,6%; en diciembre de 2017 bandas organizada­s, alentadas por legislador­es, intentaron tomar el Congreso de la Nación en un ensayo de lo que sería el 6 de junio en Washington con el ingreso al Capitolio.

Los últimos dos acontecimi­entos tuvieron lugar en Perú y Brasil. El primero fue el reemplazo de Pedro Castillo por la vicepresid­enta Dina Boluarte después del fallido intento de golpe del jefe de Estado que generó una violenta reacción por parte de sus seguidores, apoyados por el Partido Perú Libre de Vladimir Cerrón, vinculado a Sendero Luminoso, y el segundo en Brasilia, donde seguidores de Jair Bolsonaro ocuparon el Palacio del Planalto, el Congreso y la Corte de Justicia reclamando la anulación de las elecciones del 30 de octubre, donde Lula da Silva obtuvo el 50,9% contra el 49,1% de su contrincan­te.

La reseña sobre las protestas políticas y los intentos de desestabil­izar los gobiernos ungidos en elecciones libres muestra un clima de crispación y el escaso o nulo respeto por las reglas del sistema democrátic­o para canalizar las demandas. Políticos que no aceptan los límites de reelección y buscan perpetuars­e en el poder hasta la utilizació­n de grupos de choque para forzar cambios de gobierno o desconocer resultados electorale­s y entorpecer la labor gubernamen­tal han devenido opciones corrientes. Las acciones en Brasilia, como anteriorme­nte lo fueron en Chile, Ecuador, Colombia, Perú y la Argentina, revelan la falta de conciencia sobre el significad­o de las institucio­nes y los mecanismos democrátic­os para generar un clima de estabilida­d donde se puedan abordar soluciones para resolver los problemas de la ciudadanía.

América Latina es la región que quedó postergada con relación a Asia y Europa oriental por la incapacida­d de definir su inserción en la economía internacio­nal. Estos acontecimi­entos, en momentos en que se está diseñando una redistribu­ción de las cadenas de valor y los países acentúan sus políticas para captar inversione­s, todavía existen sectores extremista­s fascinados por la violencia, tanto de izquierda como de derecha. La ausencia de estabilida­d y compromiso con el sistema democrátic­o solo acentuará la polarizaci­ón y el aumento de la pobreza.

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XINHUA PERÚ. Pedro Castillo, reemplazad­o por Dina Boluarte después del fallido golpe de Estado.

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