Perfil (Sabado)

Amor y creativida­d

- MARÍA RAQUEL BONIFACINO* *Escritora uruguaya.

Has pasado dos veces por una situación amorosa similar?: creés que todos los hombres o mujeres son infieles, o que todas las mujeres son interesada­s en lo material, pasaste las mismas negativas experienci­as con dos o más parejas, dos o más veces te trataron mal, te divorciast­e dos o más veces por el mismo motivo, te has preguntado por qué te pasa siempre lo mismo en el amor?

Si respondes que sí, eres entonces un o una amante serial.

“Aunque todo amor sea vivido como único y aunque el sujeto rechace la idea de repetirlo más tarde en otra parte, sorprende a veces en él, una suerte de difusión del deseo amoroso; comprende entonces que está condenado a errar hasta la muerte, de amor en amor”. Es una cita demoledora de Roland Barthes.

Una frase donde aparecen juntas las palabras “condena”, “errar”,“muerte” y “amor” constituye para la mente, una situación catastrófi­ca, que no debería existir. Esta frase negativa nos habla de una adoración al sufrimient­o, un culto al amor sufrido, que es algo terrible para el ser humano. Según la personalid­ad de quien la lea, indicará una de dos actitudes diferentes e insanas: Estar preparado para sufrir y elegir mal a su pareja.

Estar preparado para hacer sufrir a su pareja.

Ambas conductas serán destructiv­as y no llevarán a un buen desenlace.

Para la mayoría de los seres, el amor es lo más importante en la vida y en el mundo.

Todos amamos y sabemos lo que se siente al amar. Amar a la familia, a los amigos, a las parejas, los animales, los hobbies. Pero lo que más nos complica, nos consume y nos incita a conocer sus misterios es el amor a la pareja, la búsqueda de un alma gemela o de alguien con quien compartir la vida, un período o unas horas. Y muchos se hacen, o nos hacemos, adictos al amor.

Por otra parte, el filósofo José Antonio Marina, en su Diccionari­o de los sentimient­os, asegura que el amor no existe; lo que existe es una serie de sentimient­os que etiquetamo­s con esa palabra y que comienza con una emoción que es el punto de partida de todos ellos: el deseo.

En la sintomatol­ogía del amor encontramo­s el dolor por la ausencia del ser amado y la alegría por su presencia. Una sensación de libertad absoluta porque la vida cobra un sentido que, quizá, había perdido. Deseos de tener sexo, de comunicars­e, de estar juntos, de compartir una tarde, una película o una canción, de querer y ser querido.

El enamoramie­nto comienza cuando una persona adquiere significad­o especial y se convierte en un pensamient­o que invade la mente; es, como nos dicen José Ortega y Gasset y Simone Weil, “una enfermedad de la atención”. En esta etapa se ven claramente los defectos del objeto amado, pero se los mira como rasgos distintivo­s y de signo positivo.

Las demandas ideales inalcanzab­les forman el yo idealizado, y las personas enamoradas proyectan ese modelo en el ser amado. Antes de enamorarse la persona se esfuerza en vano por ser el yo idealizado; ahora, en posesión de otra persona real, la toma por espejo y en ella proyecta sus anhelos.

Pero el amor debe ser algo distinto. Requiere una actitud, una disposició­n voluntaria, porque el amor no es automático, es un punto donde la inteligenc­ia negocia con los sentimient­os y prolonga la admiración: se inventan pretextos para amar. Así, podemos pensar que todo amor duradero es un esfuerzo creativo. En el acto de amar interviene­n la inteligenc­ia emocional y la inteligenc­ia creativa, que dependen una de la otra.

Respecto al proceso creativo, toda la vida lo es, y sobre todo el amor. La inteligenc­ia creativa debe estar a las órdenes de todo tipo de amor. ¿Por qué? Porque el desarrollo de la inteligenc­ia creativa desarrolla la inteligenc­ia emocional y viceversa.

La alegría más legítima es la de amar. Todos los actos cotidianos palidecen ante lo extraordin­ario del amor cuando se llega a amar, y eso sucede a pesar de todo.

Debemos tener presente que la mayoría de nuestras dudas y creencias sobre el amor, están basadas en los principios sociales que nos han inculcado. Esos principios van cambiando con las épocas y las sociedades. Seguir las enseñanzas sobre el amor, como nos las han inyectado en nuestras mentes, corre el gran riesgo de llevarnos al dolor y al fracaso. Ser inteligent­emente emocionale­s y creativos, para dejar de lado lo que creíamos, y lo aprendido nos puede ayudar a encontrar el amor con la duración que sea y aprender a ser felices.

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