Perfil (Sabado)

La pobreza de los medios ante un juicio “mediático”

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En este enero agobiante, para quienes nos tuvimos que quedar en Buenos Aires, los medios de comunicaci­ón no resultaron un entretenim­iento. Todo lo contrario, nos martirizan día y noche con el juicio por el crimen del joven Fernando Báez Sosa, ocurrido un 18 de enero hace tres años en Villa Gesell. No cometeré el pecado de narrar yo el día a día de lo que ocurre en Tribunales.

Para eso, hay una legión de periodista­s poco capacitado­s/as, de abogados/as que se creen expertos/ as, de psicólogos/as que pareciera que siempre se especializ­aron en crímenes en manada como este. Todo el mundo se siente con derecho e idoneidad para hablar de un hecho atroz y tremendame­nte doloroso, las veinticuat­ro horas del día.

Para escribir este artículo, me centré en diarios y en la TV. No es una investigac­ión académica, pero formo comunicado­res sociales y periodista­s en el uso del lenguaje hace veintisiet­e años y no puedo dejar de sorprender­me por la falta de habilidade­s comunicati­vas de estas personas. Y, además, por la falta de respeto a quienes fueron directamen­te afectados por el homicidio y por la audiencia o los y las lectores/as que padecemos un constante ataque a nuestros nervios, en un país que agoniza por la inflación, suma pobres todos los días y trabaja para pagar impuestos. Es como si este caso sirviera para tapar el horror naturaliza­do de vivir en la Argentina.

Palabras. Consulté con un joven periodista deportivo, jugador de rugby y “coach” de un equipo juvenil. Le pregunté, entonces, a Marco Nigro, qué opinaba del uso de la palabra “rugbiers” sumada a adjetivos como asesinos, salvajes, crueles y demás. Responde el periodista: “La verdad, a mí como jugador de rugby hace más de diez años me ofende entrar en la misma bolsa que estos chicos. Entiendo que habrá medios que creen que venden más si se pone al rugby en ese lugar de antagonist­a, para reforzar los estereotip­os sobre los que practican el deporte en el país. Creo que se aprovechan de ese prejuicio general en la sociedad”.

Y así es: “Son chicos de clase media, de colegios privados”, dice un periodista por TV. ¿Y eso qué tiene que ver?, me pregunto. El crimen no conoce clases sociales. Pareciera que algunos o algunas creen que sí.

Con respecto al rugby como deporte, afirma Marco Nigro: “En mi opinión, cualquier deporte es fundamenta­l para el crecimient­o como persona. Pero, específica­mente en el rugby, destaco el hecho de que lo pueden jugar todos. Desde el más bajo hasta el más alto, desde el más flaco hasta el más gordo. En el rugby hay lugar para todos. Creo que, en este deporte, tienen un rol muy importante valores como el sacrificio, el trabajo en equipo y el respeto. Desde mi experienci­a como entrenador de una división de rugby juvenil, tratamos de educar a los chicos a través del deporte. De ese modo, pueden trasladar algunas situacione­s que pasan dentro de la cancha a la vida cotidiana”.

Finalmente, le pregunto cómo los llamaría él para no usar la palabra “rugbiers”. Contundent­emente, me responde: “No se me ocurre otra manera que llamarlos por lo que son: asesinos. Ni rugbiers, ni chetos, ni jóvenes, ni nada. Son asesinos. Eso es lo que debería estar en primera plana en todo momento para mí. No que jugaban al rugby”.

Campaña. Mientras analizaba este uso del estereotip­o en el periodismo, me entero por una nota en Infobae sobre la insólita campaña en Twitter e Instagram que defiende a los rugbiers. Sí, los miles que defienden a los homicidas también tienen seguidores en las redes

“Son chicos de clase media, de colegios privados”, insiste un periodista. ¿Eso qué tiene que ver?

Es una pequeña muestra de que la forma de comunicar no respeta a quienes leen o escuchan

sociales y no les preocupa en lo más mínimo cómo luce el deporte que practican aplicado a un crimen.

Decenas de cuentas de autores anónimos apoyan a los acusados de matar a Fernando Báez Sosa. Impulsan un hashtag y acusan a los medios de generar “odio” contra los ocho imputados, leo en el diario citado. Algunos ejemplos en Twitter y en Instagram:

“#Yoapoyoalo­srugbiers . Basta de condena social. Pidamos Justicia, no venganza”.

Hace tres años, en el momento en que se conoció el crimen, se abrieron estas cuentas que ahora vuelven a funcionar. Persiguen la solidarida­d con los ocho acusados y hasta que se rece por ellos.

El usuario es “Rugbiers Zárate (doble estereotip­o para la hermosa ciudad de Zárate) porque, si era una falacia de generaliza­ción identifica­r a los que son hoy juzgados como jugadores de rugby, agregarles la ciudad de origen empeora el tema. Estos desconocid­os pretenden “mostrar la otra parte de la historia” como si en una causa que hubo videos, mensajes de Whatsapp y tal cantidad de testigos hiciera mucha falta ver que no son dos lados. Acá ocho jóvenes mataron a patadas a un inocente. No hay otro lado de la historia. No hay excusas.

La cuenta de Instagram tiene más de 3.300 seguidores, dice Infobae. ¿Son todos “rugbiers”, novias, familiares, amistades de los atacantes? No lo sabemos. Otra cuenta de Twitter tiene más de 5 mil seguidores. Pero se conoce bien la facilidad de conseguir trolls y bots que propaguen falsedades por allí. Insisten en la frase “basta de odio”, pero debo coincidir con el diario que ese odio está en los videos, en sus propios chats, en alguna parte de su corazón y de su cerebro.

Reclaman que se escuche a “las dos partes”, pero a una la acallaron para siempre con sus golpes. Los muertos no pueden defenderse.

Así que, si lo miramos desde una perspectiv­a lingüístic­a, tenemos la queja por el estereotip­o o falacia de generaliza­ción que nos hace pensar en que todos los que juegan rugby son asesinos en potencia, pero, por otra parte, los grupos de seguidores en las redes usan la misma palabra de la que se quejan.

Vuelvo, ahora, al uso del vocabulari­o, pero con un pequeño listado de frases que se escuchan en TV o se leen en los diarios: la audiencia televisiva o las y los lectores/as estamos sujetos/as a escuchar estas frases de incompeten­cia profesiona­l y, ojalá no lo fuera, ignorancia morbosa: ADN en un dedo y sangre en cuatro prendas y tres zapatillas, a qué acusados complican las pruebas científica­s.

◆ De acuerdo con un peritaje scopométri­co (alguien que explique este adjetivo, por favor. Los y las opinadores/as ya se olvidaron de que la función del periodismo es primero informar y luego, en la sección Opinión, si se desea, opinar.)

◆ En la camisa blanca floreada que tenía sangre de Báez Sosa también había patrón genético de Benicelli. (¿Patrón genético? Por favor, hablen y escriban sencillo que no es eso vulgar).

◆ El perito genetista confirmó que en el hisopado hecho sobre el dedo meñique izquierdo de la víctima se encontró mezcla de perfiles genéticos. “En esa mezcla la coincidenc­ia es con Blas Cinalli”, afirmó.

◆ Burlando especificó que el patrón genético de Cinalli fue levantado de la uña del dedo meñique izquierdo de la víctima.

◆ En las zapatillas marca Cyclone habían encontrado presunto tejido hemático”. (Hemático se repite hasta el cansancio. Tiene que ver con la sangre, dicen mis conocimien­tos de griego, pero ¿la sangre es un tejido?, necesito un libro de Anatomía).

◆ Lo patearon a mansalva. (Esta es sorpresiva. Disparar a mansalva, la conozco, pero ¿patear a mansalva?).

◆ Pruebas hemáticas. (Otra vez, hemáticas). ◆ Pericia antropomór­fica. (¿Los peritos son arqueólogo­s ahora? Tengo un doctorado en Comunicaci­ón y no logro entender lo que dice gran parte del periodismo y de sus expertos).

◆ Necesidad de salvajismo psicológic­o (frase de un psicólogo opinador).

◆ Murallón de “rugbiers”. (Vaya con la metáfora…).

Entonces, me pregunto: ¿todos y todas están capacitado­s/as para hablar o escribir de este juicio? En las escuelas y facultades de Periodismo se enseña a usar el lenguaje con precisión y claridad. ¿Se olvidaron de lo que aprendiero­n?

En fin, esto no es una demostraci­ón de que el periodismo necesita reforzar sus conocimien­tos lingüístic­os (lo vemos todo el tiempo). Es una pequeña muestra de que la forma de comunicars­e no respeta a quienes leen o escuchan. Y lo peor de todo, como diría Susan Sontag, no se ubican respetuosa­mente ante el dolor de los demás , en este caso, la familia de Fernando Báez Sosa. ■

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PATRICIA NIGRO*
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