Perfil (Sabado)

Una nueva estrategia para luchar contra el narcotráfi­co

- ÉRIKA RODRÍGUEZ PINZÓN* *Profesora e Investigad­ora del Instituto Complutens­e de Estudios Internacio­nales, Universida­d Complutens­e de Madrid. Red de Politóloga­s - #Nosinmujer­esr (@emaropi)

Alo largo de América Latina, el narcotráfi­co es un flagelo que afecta todos los países que la componen. No se trata solamente de una disputa entre criminales y policías, cuyo salvajismo ha nutrido numerosos guiones de televisión ambientado­s en la región. Se trata de un fenómeno que socava la sociedad y profundiza los males estructura­les.

Sin embargo, y aunque parezca paradójico, la culpa no es de las drogas. Las sustancias pese a sus conocidos daños sobre la salud, no son las responsabl­es de una toma de decisiones y estrategia­s públicas que, a lo largo del tiempo, ha terminado por crear más problemas que los que ha resuelto.

La situación en América Latina, aunque con importante­s diferencia­s entre países, alude a las fallas de los Estados-nación y a un largo proceso de solapamien­to entre economía licita e ilícita. Un proceso que ocurre también en otras partes del mundo, pero que por algunas particular­idades geográfica­s y sociales arraigó con especial virulencia en algunos países latinoamer­icanos y que se ve exacerbada por un régimen internacio­nal de control de sustancias que se ha centrado en su dimensión de seguridad, sin atender a la complicida­d del engranaje económico y social, mientras descuidaba el impacto sanitario y ambiental.

La prohibició­n asegura el alto precio y la riqueza de los criminales que trafican, a la vez que criminaliz­a a cultivador­es y otros eslabones precarios del negocio que asumen un rol en éste, ante la falta de oportunida­des dignas en la economía legal. Asimismo, incentiva la violencia por el control de los monopolios, exacerbada en contextos de impunidad y corrupción. Y tal como señalan muchos expertos de los cuerpos de seguridad, los éxitos policiales solo desplazan el fenómeno a otros sitios, así, se ha ido contagiand­o todo el continente.

Las cárceles latinoamer­icanas, en su mayoría, exceden con creces sus capacidade­s, llenas de jóvenes que se han enlazado a algunas de las aristas criminales del fenómeno mientras los grandes capos tienen capacidad de negociar sus penas cuando son capturados. Los muertos colaterale­s, a su vez, se cuentan por cientos de miles.

Por eso, urge repensar la estrategia y no es una tarea sencilla a pesar de la abundante evidencia que la respalda. En 2016 en la Asamblea General de la ONU se trató el tema de forma monográfic­a, el resultado fue la constataci­ón de que no hay ni habrá en un futuro próximo consenso entre todos los países para revisar el régimen prohibicio­nista, gran parte de Asia y Oriente Próximo están radicalmen­te opuestos a una estrategia que no sea la eliminació­n total de las drogas.

Sin embargo, en América Latina sí hay capacidad de formular un diálogo regional. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, llevó el tema nuevamente este año a la Asamblea General de Naciones Unidas y a lo largo de toda la región se abren diálogos cada vez más potentes y mejor informados para discutir las reformas viables a la estrategia.

Paradójica­mente, en una región con una integració­n regional especialme­nte frágil hay iniciativa­s de diálogo y aprendizaj­e común entre administra­ciones públicas y organizaci­ones de la sociedad civil muy potentes. Esta es la base sobre la cual es necesario buscar aliados internacio­nales que entiendan y respalden la configurac­ión de una estrategia regional que aborde con una mirada renovada todos los eslabones del fenómeno y que genere herramient­as adaptadas a cada problema; recursos y políticas públicas para atender la dimensión social; evidencia científica y capacidade­s sanitarias para atender los consumos problemáti­cos; procesos de educación e informació­n para la reducción del daño y alianzas para combatir más efectivame­nte al crimen y sobre todo para perseguir sus ganancias.

Es necesario encontrar aliados que apoyen a una América Latina que cuestiona y emprende una reforma en el marco normativo internacio­nal. Los Estados Unidos han moderado su oposición con la despenaliz­ación del cannabis en algunos estados, pero siguen insistiend­o en las dimensione­s coercitiva­s en la región. Europa, sin embargo, puede ser un aliado más efectivo. Tanto por su experienci­a en cooperació­n en la región, como por su potencia en la promoción de las iniciativa­s de la sociedad civil. El Programa Copolad es un buen ejemplo, pero falta escalar a un dialogo político de alto nivel.

Bien es cierto que Europa ocupa buena parte de su atención en la invasión de Rusia a Ucrania, pero también tiene un gran interés en posicionar­se “autónoma y estratégic­amente” frente a la confrontac­ión geopolític­a entre EE.UU. y China. Es allí donde el dialogo con América Latina y la alianza para aportar vitalidad a un multilater­alismo constructi­vo y eficaz, en el que las distintas regiones balanceen el poder global, es una buena oportunida­d.

Las drogas son un tema difícil, pero en un mundo de grandes desafíos y polarizaci­ón, hay pocas materias en las cuales haya mayor evidencia de la necesidad de un cambio y tantas buenas propuestas esperando ser puestas en marcha.

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ONU COLOMBIA. Gustavo Petro, llevó el tema este año a la Asamblea de Naciones Unidas.

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