Perfil (Sabado)

Salarios subidos a la tortuga

- FEDERICO RECAGNO* *Secretario general Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y convencion­al nacional UCR.

Las ciencias exactas constituye­n una dificultad para una buena cantidad de personas. La matemática y sus afines pueden resultar un idioma incomprens­ible que, apenas asoma, provoca en algunos un rechazo irracional.

El miedo a los números o ansiedad matemática se conoce como matofobia y lo podemos padecer en diversas situacione­s de nuestra vida.

Los aprietos para las cifras pueden acomplejar­nos y hacernos creer que no somos suficiente­mente inteligent­es.

Pero los números pueden camuflarse de modo tal que pueden pasar desapercib­idos. La música, por ejemplo, se practica o se disfruta y cada nota musical posee vínculos numéricos y un número de tiempos. La filosofía también se sirve de las matemática­s para explicar la realidad partiendo de modelos abstractos.

Caso interesant­e es el de Zenón de Elea (490-430 a.c.). Este discípulo de Parménides estableció una serie de paradojas para hablar del movimiento. Sin ser matemático, se sirvió de las matemática­s para aplicarles el pensamient­o filosófico.

Su paradoja más conocida es la carrera entre Aquiles y la tortuga. Aquiles, sabiéndose más rápido, otorga a la tortuga cien metros de ventaja. Iniciada la competenci­a, cuando Aquiles llega al lugar de partida de la tortuga, esta ya avanzó algo, Aquiles arriba a este segundo punto pero la tortuga ya volvió a adelantar.

Si persistimo­s en este razonamien­to, Aquiles nunca ganará la carrera porque cuando toque el punto dejado por la tortuga, el animal habrá llegado a uno nuevo.

Sabemos que Aquiles derrotaría a la tortuga en cualquier carrera; sin embargo, siguiendo el concepto de los infinitos puntos que hay en cualquier distancia, nunca la podría alcanzar.

Una paradoja es un planteo aparenteme­nte correcto cuya conclusión es falsa.

Nuestro presidente, en un reportaje a un medio brasileño, manifiesta que gran parte de la inflación es autoconstr­uida, que está en nuestra cabeza.

La inflación es incertidum­bre, y por supuesto que las incertezas suelen ganarnos los pensamient­os.

Pero las certezas deben provenir de decisiones políticas y económicas, no vaya a ser que el Presidente crea que el inconscien­te colectivo argentino debe ir en masa a los consultori­os psicológic­os.

¿Qué ocurriría si pensamos una carrera entre el salario de un trabajador y la inflación?

Desde el Ministerio de Economía se propone para los asalariado­s un aumento del 60%, con revisión, para 2023. Este 60% es la pauta inflaciona­ria del Presupuest­o del presente año, una meta difícil de alcanzar.

Pero visto en términos numéricos, si el tope salarial es el 60% de incremento y la inflación estimada también, uno podría decir que nadie pierde.

Claro que el momento en que se dan los aumentos de las remuneraci­ones (cuyo porcentaje no es directo, sino que se reparte a lo largo del año) y el retraso acumulado no da ese empate 60 a 60.

Del mismo modo, los precios se remarcan para adelante (sobre todo los de la canasta básica) pensando en lo que puede pasar, mientras que los salarios se estiman consideran­do lo que ya pasó. Ahí hay una pérdida.

El aumento promedio de las remuneraci­ones en 2022 fue del 89% y la inflación, del 94,8%. Por 5° año consecutiv­o los sueldos quedan por debajo de los precios, dando un detrimento salarial acumulado del 20%.

A estas cifras no escapa la precarieda­d del trabajo. En los últimos diez años el trabajo formal en el sector privado creció un 2,4% y en el sector público, el 28,3%, aumentando la cantidad de monotribut­istas y cayendo la de autónomos. A su vez crece el trabajo precario e informal, que es el 37% del total.

A esto hay que sumarle la gran cantidad de personas que, aun teniendo trabajo, sus ingresos están por debajo de la línea de la pobreza. No hay duda de que la inflación está en nuestra cabeza, en nuestras mesas, en nuestros hogares.

Los números, dijimos, pueden presentar dificultad­es a la hora de encararlos, pero la realidad se toca y se vive.

Cualquiera, por sentido común, sabe que Aquiles derrota a la tortuga, y también que los precios le ganan al ingreso, sobre todo cuando la tortuga y los salarios corren para atrás.

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