Perfil (Sabado)

El carnaval no terminó

- JAVIER CALVO

Ahora que parece que andan dando vueltas por acá, si algún alienígena aterrizara en la Argentina y viera la cantidad de candidatur­as presidenci­ales que hay lanzadas o in péctore, pensaría que somos un país próspero, esperanzad­or y ejemplar. Eso explicaría tamañas postulacio­nes, para no perderse la oportunida­d de subirse a un tren triunfal.

Ya sabemos que no está por ahí la explicació­n. Sin embargo, antes de que termine febrero –a seis meses de las PASO– se aceleraron varios lanzamient­os que, entre otros propósitos, intentan una doble simulación.

Por un lado, convertir las posibles debilidade­s en supuestas fortalezas. Como en el caso de Horacio Rodríguez Larreta en relación con su falta de carisma o con su llamado al consenso.

Por el otro, representa­r épicas u objetivos ambiciosos que oculten la desconexió­n con las principale­s preocupaci­ones sociales. Como la sorpresiva visita y cadena nacional del Presidente (que no se baja de la reelección) en la Antártida o la intención camporista de usar el Día de la Memoria para clamar por Cristina Fernández de Kirchner.

A los problemas evidentes que impone la realidad, todas estas candidatur­as gozan además de un plus de dificultad­es, por las trampas que se arman dentro de cada fuerza o coalición en nombre de sus internas desatadas.

Rodríguez Larreta venía de una semana con un cruce muy áspero con Patricia Bullrich, en la reunión por Zoom de la mesa nacional PRO. Allí, Mauricio Macri volvió a disfrutar de su prescinden­cia mientras ve correr sangre.

Cuando el jefe de Gobierno porteño dio a conocer el jueves 23, como adelantó PERFIL, el video de su lanzamient­o grabado en Santa Cruz, las esquirlas no se desactivar­on. Horas antes, Bullrich difundió un mensaje en sus redes con el planteo opuesto de que “no hay lugar para dialogar”. Y Macri posó junto a María Eugenia Vidal en la súbita apertura de las oficinas proselitis­tas de la exgobernad­ora y actual diputada, con la ausencia indisimula­da de su candidato bonaerense, Cristian Ritondo.

Las zancadilla­s no terminaron (ni terminarán) ahí. El jueves, tras el multiplica­dor video de Larreta y mientras sigue jugando a la indefinici­ón para contribuir a su centralida­d, Macri saludó el lanzamient­o del jefe porteño, pero rápidament­e reclamó que haya competenci­a de postulacio­nes. Para echarle nafta al fuego de las internas, parece que tampoco hay limitacion­es en la oposición.

También a Larreta su gestión le pone límites, a lo que no estaba acostumbra­do. Al punto que, a lo largo de los casi dos minutos y medio que dura su video de lanzamient­o, nunca hizo referencia a su administra­ción porteña. No es un olvido.

Las evaluacion­es constantes que está haciendo el Gobierno de la Ciudad de la valoración ciudadana vienen a la baja en los últimos tiempos. Obras sin apoyo vecinal, cortocircu­itos en el tema seguridad (con un ministro licenciado por el escándalo sin fin de los chats), áreas en estado de semiabando­no (como Lugano y la zona sur con los cortes eléctricos) y malestar por profusas designacio­nes en el Estado son algunas de las razones de la caída. Tampoco caen bien las peleas por la sucesión en la Ciudad, que merecen un capítulo aparte.

Si de problemas en la imagen de gestión hablamos, en mucha peor situación está el Frente de Todos. Se desespera el kirchneris­mo ante lo que considera una provocació­n de Alberto Fernández de no bajarse de la reelección. Creen, en coincidenc­ia con gran parte del peronismo, que el oficialism­o no será competitiv­o en los comicios generales. Por eso tantas provincias con gobiernos peronistas desdoblaro­n sus elecciones locales.

Más allá de los deseos de La Cámpora de que CFK revea abandonar la proscripci­ón que ella misma se impuso, no dejan de ponerle combustibl­e a la posibilida­d de que Sergio Massa sea la segunda mejor opción.

La continuida­d de la subida inflaciona­ria, que se mantiene en las mediciones previas de febrero, boicotea las chances del ministro de Economía, que por estos días se mostró en su salsa durante la cumbre del G20 en la India.

Massa sabe mejor que nadie que sin una reducción sostenida del nivel de precios las posibilida­des presidenci­ales son casi nulas. Contiene su ansiedad, lo que no logró su enemistado Daniel Scioli, que se largó por redes sin que nadie se lo pidiera. ¿O sí?

Acaso a algunos de ellos haya dirigido sus palabras de las últimas horas Máximo Kirchner, que habla más que poco y lo que dice suele llevar a segundas lecturas. El hijo de la vicepresid­enta dijo que espera que en el futuro gobierno haya “un buen o una buena peronista”. Tal vez era otro tiro por elevación a Alberto F.

Fiel a su estilo, el Presidente hace oídos sordos o escucha lo que quiere escuchar. Hizo una visita sorpresiva a la Antártida, desopilant­e, por decirlo de una manera respetuosa con la investidur­a, con la excusa de un nuevo aniversari­o de la presencia argentina en ese territorio y la supuesta apertura de una correspons­alía de la agencia oficial Télam.

En lo poco que queda de albertismo se sostiene que el jefe de Estado se siente fortalecid­o tras sobrevivir a la movidita cumbre peronista de la semana pasada, que duró cinco horas y fue copada por el kirchneris­mo. “Va a seguir dando pelea”, asegura uno de sus allegados sin ponerse colorado.

A estas comparsas de campaña se ha subido además Javier Milei, rodeado en las últimas semanas por denuncias crecientes de pagos por candidatur­as y favores sexuales en su joven agrupación. En este carnaval interminab­le, la nueva política se asemeja demasiado a la vieja.

Los principale­s precandida­tos de JXC arman una humorada beatle sin empatía

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PRESIDENCI­A / PRENSA PRO EN CAMPAÑA. Alberto Fernández se fue a la Antártida a hacer una cadena nacional insólita. Horacio Rodríguez Larreta se lanzó formalment­e a la presidenci­a.
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