Perfil (Sabado)

Fervor de Borges

- SILVIA HOPENHAYN

Casi todos los que se cruzaron con Borges en alguna calle no olvidan ese encuentro. Un aura lo precedía, anunciando su llegada. Personaje anacrónico y a la vez visionario, sus ojos neblinosos parecían estar mirando de costado el universo, asintiendo a su misterio. De vez en cuando una cabeceada, como si en cada instante reparara en alguna cosa, desde un aroma que se potenciaba en su inhalar lento, hasta el recuerdo de una frase de Carlyle o el cuestionad­o gobierno de Sancho Panza en la isla de Barataria. Siempre una sonrisa acompañaba lo que dijera; venía como rumiada, a la espera de un interlocut­or casual que le diera cabida. Una sonrisa que no llegaba nunca a sorna, más bien era un intento de atenuarla.

¿Cuántos pasos podrían recogerse de sus tantas caminatas por calles y avenidas, presintien­do los árboles, o llevándose por delante los recuerdos de una infancia atormentad­a en los arrabales de Palermo, cuando era un niño al que le hacían bullying por sus trajecitos inapropiad­os para atajar una pelota? ¿Cuántas palabras soltó al azar sin saber del todo a quién se las decía, jugando con lo intempesti­vo, palabras que ahora le atribuyen cambiadas, guiño de la historia?

Es como si no hubiese dejado nunca de caminar y cada vez más personas se lo cruzasen sin darse cuenta en alguna esquina por él nombrada, mirando un cartel publicitar­io que alguien está despegando para cambiarlo por otro y que esa sea la medida del tiempo más tangible (así comienza El Aleph).

Parece que Borges finalmente regresa a la Argentina, está cada vez más presente. Festivales, congresos, la Biblioteca de México que se prepara para recibirlo, nuevos escenarios. Leerlo es comenzar a vivir este tiempo.

En 2023 se renueva la excusa: se cumplen cien años de la publicació­n del primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires. Borges dejó caer los primeros ejemplares en bolsillos de amigos. Distribuci­ón casera de buen augurio y afecto. Se trata de una caminata inaugural por una ciudad que volverá mítica a través de sus poemas, cuentos y ensayos. En esas primeras páginas recorre los distintos barrios y plazas, una carnicería, el alba desdibujad­a, el Jardín Botánico, el arrabal, deteniéndo­se en una partida de truco, las rosas, una guitarra.

Su escritura es un trazado, aprovechem­os esas señales.

¿Cuántas palabras soltó al azar sin saber a quién se las decía, jugando con lo intempesti­vo?

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