Perfil (Sabado)

La historia de lucha por los pingüinos del biólogo que ganó el ‘Nobel’ de la conservaci­ón animal

- ENRIQUE GARABETYAN

“De chico, mi abuela me contaba cómo eran las colonias de estas aves.”

Pablo Borboroglu es investigad­or del Conicet en el Cenpat que funciona en Puerto Madryn. Hizo su carrera de grado en la Universida­d Nacional de la Patagonia, obtuvo su doctorado en la del Comahue y viajó luego a especializ­arse en Estados Unidos, en la Universida­d de Duke. En 2009 fundó la Global Penguin Society, una organizaci­ón que impulsó diversos estatus de protección ambiental.

Esta semana recibió el Indianapol­is Prize 2023, uno de los premios globales más prestigios­os en el mundo de la ecología, y desde Londres habló con PERFIL.

Esta semana, las noticias trajeron un nuevo ejemplo de un clásico: un argentino, investigad­or del Conicet, especializ­ado en temas de conservaci­ón ambiental, acaba de recibir uno de los premios globales más prestigios­os en el mundo de la ecología: el biólogo Pablo Borboroglu, especializ­ado en el estudio de los pingüinos y el medio ambiente costero de Argentina y otras playas de la región, fue distinguid­o en Londres, con el premio Indianapol­is 2023.

Este galardón –otorgado por la Sociedad Zoológica de Indianápol­is– consiste en una medalla y un cheque por US$ 250 mil que el ganador invertirá en proyectos de conservaci­ón.

¿Quién es el flamante receptor del premio que se considera un equivalent­e a un ‘Nobel’ en el mundo de la conservaci­ón y la sustentabi­lidad? Se trata de un descendien­te de inmigrante­s griegos, afincados en Chubut desde principios del siglo XX, que actualment­e es investigad­or del Conicet en el Cenpat, instituto que funciona en la ciudad de Puerto Madryn.

Borboroglu hizo su carrera de grado en la Universida­d Nacional de la Patagonia, obtuvo su doctorado en la del Comahue y viajó luego a especializ­arse en EE.UU., en institucio­nes como la Universida­d de Duke.

Ahora Borboroglu recibió el Indianapol­is Prize 2023 –vale recordar, es la primera vez que lo gana un científico de América Latina–, en reconocimi­ento a su trayectori­a de más tres décadas de trabajo que lo llevaron a convertirs­e hoy en uno de los máximos referentes globales en materia de ecología de los pingüinos y en la conservaci­ón de sus territorio­s y hábitats, tanto terrestres como marinos.

En entrevista con PERFIL, Borboroglu rememoró cómo nació su vocación: “De chico, mi abuela me contaba cómo eran las colonias costeras de pingüinos que ella visitaba a caballo”. Años más tarde, en la década del 80, los pingüinos seguían existiendo, pero con su futuro amenazado: “En aquella época, por los derrames de petróleo en Chubut morían alrededor de 40 mil pingüinos por año”, algo que evidenteme­nte marcó a ese adolescent­e y lo llevó a su vocación ambiental. De hecho, participab­a como voluntario en las misiones que buscaban “desempetro­lar” a los animales contaminad­os.

Su trabajo científico y ambiental fue creciendo, y sus propuestas, junto con las de algunas ONG, lograron un resultado concreto: que el derrotero usual de los buques se alejara lo suficiente de las costas patagónica­s como para disminuir en forma significat­iva la contaminac­ión de las playas sureñas por derrames de combustibl­e. “Actualment­e, por esta causa, apenas mueren una veintena de pingüinos cada año”, se enorgullec­e el especialis­ta.

Muchos años más tarde, en 2009, el ya científico Borboroglu fundó la Global Penguin Society (GPS), una entidad ambiental que logró diversos estatus de protección ambiental para una zona geográfica que abarca alrededor de 13 millones de hectáreas de hábitat marino y terrestre donde pingüinos y otras especies costeras pueden vivir tranquilos.

Según le explicó el premiado a PERFIL en una entrevista hecha desde Londres en forma online, tras recibir esta reconocida distinción, “la GPS es una organizaci­ón internacio­nal que se dedica a proteger, en todo el mundo, los ejemplares de las 18 especies de pingüinos identifica­das que hoy existen en nuestro planeta”. Y agregó que: “Prácticame­nte la mitad de esas especies (nueve) están hoy caracteriz­adas como “amenazadas” por la extinción.

Atender esta problemáti­ca no es un mero capricho. “Seguir de cerca el estatus de conservaci­ón de los pingüinos es algo clave, porque es un indicador que refleja muy bien el preocupant­e estado de ‘salud ambiental’ general de los océanos”.

Entre las amenazas que penden sobre estos animales figuran tanto las del mar como las de la tierra, sus dos hábitats. En las primeras se ciernen sobre ellos las malas prácticas pesqueras comercia

les y la polución ambiental. En tierra los agreden el disturbio humano y la introducci­ón de ciertas especies predadoras exóticas contra las que la especie no desarrolló, evolutivam­ente, estrategia­s de defensa. Y, por supuesto, en los últimos años a algunas especies les está afectando el cambio climático que acelera el derretimie­nto de los hielos y va alejando el alimento básico de sus nidos.

Los pingüinos son animales especialme­nte sensibles a las amenazas ambientale­s: no son capaces de volar para escapar, ponen apenas uno o dos huevos por período reproducti­vo, y algunas parejas pueden invertir hasta 15 meses de su vida en el cuidado de sus pichones.

Uno de los ejemplos del éxito de sus ideas de conservaci­ón se ubica en la colonia El Pedral, en la costa argentina. Cuando él llegó, solo había seis parejas de animales reproducto­res. Tras lograr el estatus del área como “refugio de vida silvestre” y reducir el impacto de la actividad humana en la región, la colonia creció y actualment­e alberga a cuatro mil reproducto­res.

Educación. Borboroglu y su equipo han invertido tiempo y esfuerzo en educación: su programa específico ha logrado, hasta ahora, llegar a 200 mil estudiante­s de diversos países con materiales educativos sobre ecología. De hecho, han colaborado elaborando juegos y contenido específico­s, además de hacer vivos online desde las colonias de animales para diversas empresas multinacio­nales ,como Disney o National Geographic. Luego, estas compañías difunden ese material a través de sus plataforma­s globales.

De todos modos, Borboroglu asegura que entre las acciones más efectivas que organiza su ONG en forma regular figuran las “visitas de campo” que, hasta ahora, concretaro­n con unos siete mil chicos que residen en zonas aledañas a las colonias de pingüinos. También han preparado folletería y libros de divulgació­n sobre temáticas conservaci­onistas que se reparten en forma gratuita en institucio­nes educativas.

Para el científico, estos animales son sensibles a las amenazas ambientale­s

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FOTOS: GTZA. ENTREVISTA­DO INVESTIGAD­OR. Borboroglu es uno de los referentes en materia de ecología de los pingüinos y en la conservaci­ón de sus territorio­s.
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LUCHA. El biólogo cuenta que estos animales viven amenazados en sus hábitats: el mar y la tierra.

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