Perfil (Sabado)

Potro descobado

- NANCY GIAMPAOLO

Una cena de trabajo en Montevideo. En la sobremesa, tres argentinos somos amorosamen­te increpados por cuatro uruguayos. Tras haber soportado chistes sobre el tamaño de su país o la pobre calidad de su vino pese a la cantidad de taninos, se animan a reírse de nuestros dramas. Inflación, insegurida­d, desocupaci­ón, corridas bancarias, pobreza en suelos ricos y la comedia mediática de nuestra política son pasto de sus comentario­s sibilinos, hasta que uno dispara, más en serio: “¿Cómo a esta altura no saben quiénes serán sus candidatos para votar?”. Otro uruguayo sentencia: “Son precipitad­os para todo, como potros desbocados, pero se enteran del candidato a último momento”. Nosotros queremos decir algo a nombre propio, pero solo nos salen explicacio­nes insatisfac­torias y la charla decanta hacia la figura del potro desbocado como símbolo de la Argentina actual. Acordamos en que ni las medidas anunciadas periódicam­ente por el oficialism­o, ni las ímprobas propuestas de la oposición parecen fruto de la reflexión o el equilibrio.

El impulso, el vértigo y los golpes de efecto en medios y redes dan la impresión de manejar todo, tanto para candidatos como para votantes. Me viene a la cabeza un antiguo dicho que circula desde siempre en el mundo sufí, consignado en La cumbre de la elocuencia, compilació­n de textos del Siglo VII adjudicado­s a Ali Ibn Abi Talib: “Sabio es quien reconoce su límite y se detiene ante él”. Imploro para mis adentros (la voz del resto de los comensales, a esta hora, luego de tantos taninos, es solo un rumor en sordina) que en las próximas elecciones la conciencia del límite le gane a la precipitac­ión.

Al potro desbocado, siempre lo espera un triste final.

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