Nadal, una leyenda del tenis, se prepara para su despedida en 2024
Rey absoluto del polvo de ladrillo, Rafael Nadal tuvo que renunciar a Roland Garros, último capítulo de una carrera de leyenda marcada tanto por los éxitos como por las lesiones. A punto de cumplir 37 años, dedicará el resto de la temporada a preparar su despedida del tenis en 2024.
El español aspira a tener un último baile al nivel de sus 22 títulos de Grand Slam –récord compartido con Novak Djokovic–: 14 en la tierra parisina (2005-2008, 20102014, 2017-2020 y 2022), dos en Wimbledon (2008 y 2020), dos en Australia (2009 y 2022)y cuatro US Open (2010, 2013, 2017 y 2019).
Definitivamente, Nadal no llegará a lo que dijo el español Nicolás Almagro cuando se enfrentó en los octavos parisinos de 2008, cuando el mallorquín solo había conquistado tres títulos. Desesperado ante la paliza que estaba recibiendo (el partido acabó 6-1, 6-1 y 6-1), el que llegó a ser Nº 9 del ranking soltó a su banquillo: “¡Va a ganar 40 Roland Garros! ¡Va a tener 65 años y va a seguir ganando Roland Garros!”.
Pero sus números en París, donde jugó siempre desde que ganara su primer título en 2005, lo convirtieron ya en inmortal: 112 victorias en 115 partidos y 14 títulos. Y en arcilla suma 474 victorias en 519 partidos, ¡más del 91%!
Y fuera de la tierra y de los Grand Slam, la carrera de Nadal es prácticamente inigualable: 91 torneos ATP, N.1 mundial durante 209 semanas (el sexto en la clasificación histórica), cinco Copas Davis, doble campeón olímpico (en individuales y en dobles)...
Fuerza mental. Menos dotado técnicamente que su eterno rival Roger Federer, pese a que no hay que subestimar la habilidad que tiene con su zurda, que solo utiliza para jugar al tenis ya que es diestro, la clave del éxito de Nadal está sobre todo en su mentalidad, en esa “capacidad de aceptar las dificultades y superarlas, mucho mayor que en la mayoría de los rivales”, admite el propio tenista.
Puede decirse que casi su mayor enemigo fue su propio cuerpo. En 2006, cuando iniciaba su carrera como profesional, pensó que tendría que dejar el tenis cuando le diagnosticaron el síndrome de Müller-weiss, una malformación congénita en un hueso de su pie izquierdo, que lo obligó a jugar con unas plantillas especiales y calzado personalizado.
Su lista de lesiones es casi tan larga como la de sus éxitos y sus problemas en las rodillas y en una muñeca lo apartaron del circuito durante largos periodos, el último desde que fue eliminado en la segunda ronda de Australia en enero.
Este deportista inmensamente rico se presenta como un tipo normal, cuya mayor afición es salir de pesca con sus amigos, ver partidos del Real Madrid y pasar tiempo con su esposa Francesca, una mallorquina con la que que tuvo un hijo en octubre pasado.