Cuarenta años de memoria, identidad y celebración
Actor, iluminador, escenógrafo, dramaturgo y gestor cultural, Adhemar Bianchi analiza el fenómeno del grupo que crearon en La Boca y su recorrido.
Cumplir cuarenta años para un grupo teatral argentino es heroico e infrecuente. En este caso es el primer comunitario que tuvo Buenos Aires: Catalinas Sur. Para festejar este acontecimiento vuelven con Carpa quemada los sábados a las 22, y los domingos a las 16 la propuesta con títeres, Con ojos de pájaro, dirigida por Ximena Bianchi, con entrada a la gorra, en el Galpón de Catalinas en La Boca (Av. Benito Pérez Galdós 93).
Su fundador –Adhemar Bianchi- uruguayo de nacimiento recuerda su exilio en 1974: “Trabajaba en la Administración Nacional de Puertos, además de hacer teatro. Hicimos una huelga general contra el golpe militar y a todos los que éramos militantes o delegados nos echaron. Eran momentos difíciles porque empezaron a llevarse a compañeros presos. Pensé en irme a Brasil o a Argentina, pero en Buenos Aires tenía un primo que me ofreció buscar empleo.
Cuando llegó la dictadura aquí también pensé en irme, pero finalmente me quedé. En la actualidad soy el director artístico, hay que dejar el lugar a las nuevas generaciones. Hace cinco años decidí correrme y ahora están al frente: Ximena Bianchi, Nora Mouriño y Gonzalo Domínguez”.
—¿Había antecedentes de teatro comunitario en Uruguay?
—Podemos decir que los cuadros filodramáticos, o la gente que hacía teatro en los clubes de barrio imitaban lo que se veía en las carteleras del centro. Me había convocado el sindicato de bancarios para que armara juegos teatrales, que se hacía con los propios empleados, pero no eran actores profesionales. Tal vez esta experiencia pueda ser leída como antecedente.
—¿Cómo nació el grupo en 1983?
—Empezamos antes de las elecciones. Hicimos una obra del siglo de oro español en la Plaza Malvinas, al rato nos sobrevoló un helicóptero y aparecieron policías, pero cuando vieron que éramos como ochocientas personas se fueron.
Eran tiempos todavía de dictadura y de estado de sitio, pero ya se había perdido la guerra y estaban más flojos. Nosotros empezamos a cambiar al barrio, hoy hay más cafeterías y tenemos a la Usina del Arte que está muy cerca. En la actualidad toda la ciudad está complicada, no sólo La Boca, pero tenemos muy buena iluminación.
—Carpa quemada refleja el incendio en 1910 del circo de Frank Brown por sectores de extrema derecha. ¿Tiene actualidad?
—En la introducción relato el incendio de La Ranchería en 1783, porque se consideraba que las obras eran del diablo, en tiempos de la Colonia, después la destrucción de El Picadero en 1981. La referencia que tomamos fue la quema de esa carpa de circo por sectores del Club del Progreso y del Jockey Club, quienes no la querían en la calle Florida, por considerarla medio ordinaria.
—¿Por qué crearon la trilogía histórica con Venimos de muy lejos y El Fulgor Argentino?
—Hicimos muchos espectáculos. Nos definimos con tres planteos: memoria, identidad y celebración. Nuestra memoria es territorial como lo demuestra Venimos de muy lejos, ya que somos de La Boca, pero estamos en un país, en un continente y en una época. Esta trilogía se inicia con nuestros abuelos inmigrantes desde 1890 hasta la fecha, para cubrir la historia argentina.
—Ustedes tienen talleres de escenografía y vestuario, algo infrecuente para quienes no son de ámbitos oficiales…
—En La Boca contamos desde un principio con la ayuda de los padres de la Escuela Número 8, donde había arquitectos, maestros y profesores de dibujo, pintura e historia. Mi hija (Ximena) y otra integrante estudiaron con el grupo de titiriteros del teatro General San Martín. Siempre que tenemos una necesidad, sale alguien a perfeccionarse y nos pasó también con el tema del circo. Vuelve y lo multiplica. Desde nuestro origen la plástica y el canto están siempre presentes.
“Parece que el monopolio de las ficciones hoy por hoy está en las plataforma76