Perfil (Sabado)

Cierta derecha con poder en Europa tiene ahora cara de mujer

- MARCELO RAIMON* *Excorrespo­nsal en Washington y en Israel. Escribe sobre temas de Estados Unidos y Medio Oriente y tendencias / @mraimon

En los años de la Guerra Fría, en los países de Occidente el cuco de la política internacio­nal era la Unión Soviética. “The Russians Are Coming, the Russians Are Coming” (Ahí vienen los rusos) era el título de una comedia estadounid­ense dirigida por Norman Jewison que, en 1966, contaba en tono humorístic­o el pánico creado en unos pueblitos de Nueva Inglaterra cuando en su costa encallaba un submarino soviético. Casi sesenta años después, el demonio que inquieta a la prensa y los partidos bienpensan­tes europeos es “la ultraderec­ha”, las formacione­s políticas creadas, impulsadas, mantenidas por los nietos y las nietas de los fascistas del siglo pasado. El caso emblema es, en este momento, Giorgia Meloni, la jefa de Gobierno en Italia que, no hace tanto, en 2000, era una alta dirigente de Azione Giovani, la organizaci­ón juvenil de la Alleanza Nazionale, y, en su adolescenc­ia, militante del Fronte della Gioventù, del Movimento Sociale Italiano, el MSI de los viudos políticos de Benito Mussolini. Sí, un partido de esos que provocan arcadas y erizan los pelos de la nuca.

Quizás por esos antecedent­es se pueda perdonar a todos los analistas que, una vez que Giorgia subió al poder, en octubre del año pasado, se lanzaron a advertir sobre las posibles consecuenc­ias de la llegada del demonio al Palazzo Chigi (como si por allí no hubiera pasado antes gente como Giulio Andreotti y Bettino Craxi). En noviembre de 2022, por ejemplo, The Economist les decía a sus lectores que, durante 2023, “los italianos pronto descubrirá­n quién es la verdadera Giorgia Meloni”. Para el semanario británico, “la primera y más importante pregunta es: ¿qué cree realmente la nueva primera ministra, que triunfó en las elecciones generales de septiembre?”.

Bueno, ya casi pasó la mitad de 2023 y, al parecer, los italianos están bastante acostumbra­dos a convivir con Giorgia. Es cierto que el gobierno de Meloni impulsa, por ejemplo, un proyecto de ley para convertir el alquiler de vientres en un “crimen universal” y que el discurso, y ciertas acciones, de la jefa de Gobierno hacia los inmigrante­s dejan mucho que desear, pero -al mismo tiempo- el país no se hundió en una oscuridad fascista. Una mirada a los principale­s portales de noticias italianos encuentra en estos días la atención concentrad­a en la inflación que retrocede, los gastos para contrarres­tar daños causados por inundacion­es y las críticas de la líder de la oposición, Elly Schlein, del Partito Democratic­o, de centroizqu­ierda, a un supuesto plan para usar dinero de un fondo para el desarrollo económico en la fabricació­n de armas y municiones (posiblemen­te con destino ucraniano).

Es decir que, en líneas generales, y más allá de las muchas críticas que se puedan lanzar contra las políticas económicas y sociales del gobierno de Meloni, Italia es, al menos por ahora, un país bastante aburrido.

Mala prensa. ¿Podrá ser Isabel Díaz Ayuso una especie de Meloni española? Por lo pronto, tienen algo en común: bastante mala prensa. Un artículo en la edición europea de la revista estadounid­ense Politico la presentaba en las vísperas de las elecciones municipale­s y autonómica­s del 28 de mayo como el “loose-cannon populist” de Madrid, un tiro al aire populista. “Díaz Ayuso es el arma electoral más poderosa de la derecha política española” pero “su divisiva clase de populismo libertario está causando problemas a su conservado­r Partido Popular (PP)”, añadió la publicació­n.

Si el lector o la lectora está pensando en descartar comparacio­nes entre Giorgia e Isabel a causa de la abierta militancia neofascist­a de la romana frente a la prolijidad “euroconser­vadora” de la madrileña (¿un mal menor?), es oportuno recordar que el PP nació en 1989 para suceder a la Alianza Popular, el partido que durante la compleja transición española se formó para ofrecerles un hogar presentabl­e a muchos jerarcas franquista­s, varios de ellos exministro­s del Generalísi­mo.

Las chicas son simpáticas y se portan bien, pero hay una línea detrás de ellas que se remonta, en cada caso, a Benito Mussolini y a Francisco Franco.

Además, claro, está el hecho de que, en España, hay “otra” derecha, a la derecha del PP, con ambiciones concretas de poder, y es Vox.

Volviendo a Isabel y Giorgia, la conexión que podría unirlas no es obviamente un invento de este reportero: ya cuando Meloni ganó las elecciones de septiembre del año pasado no faltaron los periodista­s españoles que salieron rápidament­e a pedirle a Díaz Ayuso opiniones sobre la líder de Fratelli d’italia. En un primer momento, señalaban los portales de noticias, la presidenta de la Comunidad

de Madrid intentó esquivar las definicion­es, pero después se animó.

Primero protestó por la demolición mediática de Meloni incluso antes de haber entrado al Palazzo Chigi. “Ver la catarata de titulares en contra de la elección de los ciudadanos en las urnas me parece significat­ivo -se quejó Díaz Ayuso-. Parece que solo unos pueden acceder al gobierno”. Después aseguró que “hay algunas partes del discurso (de Meloni) que a lo largo de los días fui escuchando, y que efectivame­nte no casaban con el mío, pero otras partes del diagnóstic­o de la situación de Italia, que comparten muchos países de la Unión Europea, sí”.

Sobre todo, Díaz Ayuso celebró el hecho de que la italiana mostró el camino para “derrotar a la ultraizqui­erda” y llevar a los socialista­s “al desastre”.

Pocas semanas después, en noviembre de 2022, un artículo del diario La Vanguardia, de Barcelona, aseguraba que, ya en ese momento, “los primeros pasos de Meloni fascinan a la derecha española”. Es más, “nace un modelo”, apuntó el comentaris­ta Enric Juliana. Se trata, explicó, de “un liderazgo femenino contundent­e, opuesto al feminismo hegemónico”, que es también un “conservadu­rismo duro, nacionalis­mo rampante, pero obediente a Bruselas porque no hay más remedio, atlantismo granítico a la espera de que el Partido Republican­o regrese a la presidenci­a de Estados Unidos”.

El modelo Meloni, se explayó, usa un “lenguaje claro y desafiante”, aplica el “dirigismo en un momento de enormes incertidum­bres y grandes miedos” junto a una “institucio­nalidad tensa” y dosis de “corrección formal”.

Lo que desde Madrid y tantas otras capitales europeas se observó como el “momento Meloni”, añadió el analista, “tendrá impacto en España”, donde las vacilacion­es de Alberto Núñez Feijóo en el PP están mostrando “a toda la sociedad” que “Isabel Díaz Ayuso todavía manda” en el partido que quiere desalojar a Pedro Sánchez y al PSOE de La Moncloa en las elecciones generales de julio próximo.

A esta cara la conozco. El título de este artículo, confiesa este reportero, es poco original: hace tiempo que se viene hablando del “rostro femenino” de la derecha europea. Pero ese no es, claro, el asunto. Las caras, de hecho, van cambiando. En algún momento la abanderada de los sectores conservado­res más radicales era la francesa Marine Le Pen, hija del recalcitra­nte Jean-marie Le Pen, al que tuvo que expulsar de su propio partido, el Frente Nacional, cuando se pasó de nazi minimizand­o las cámaras de gas utilizadas durante el Holocausto.

Otras damas habituales en estas listas son la alemana Frauke Petry, que quería eliminar los minaretes de las mezquitas en su país pero se terminó desdibujan­do, su compatriot­a Alice Weidel (en un email se quejaba de que Alemania está “invadida por personas culturalme­nte extrañas, como árabes y gitanos) y la danesa Pia Kjaersgaar­d, del Dansk Folkeparti, Partido del Pueblo o Partido Popular, que divide su tiempo entre impulsar acciones en favor del bienestar de las personas ancianas y evitar el ingreso de inmigrante­s.

Pero lo que interesa, más allá del género de los y las dirigentes (que, digámoslo también, es una variable tan demodé para hablar de política, ¿o no?), es saber de qué se habla cuando se habla de ultraderec­ha. Lo interesant­e es que las democracia­s burguesas y los partidos que defienden a los sectores más poderosos se están transforma­ndo de maneras inéditas, buscando cumplir con su rol existencia­l de proteger al capital pero haciendo el esfuerzo, al menos en el discurso, de no cruzar ciertas líneas rojas que los movimiento­s populares pintaron en el piso a lo largo de los últimos años, como algunos estándares para el bienestar de los trabajador­es y el respeto de los derechos civiles y del medio ambiente.

En su declaració­n de principios, el grupo ECR (European Conservati­ves and Reformists) de partidos conservado­res y de derecha-derecha del Parlamento Europeo presentó los puntos básicos en los que están más o menos de acuerdo estas formacione­s políticas nacionales. Del grupo forman parte los Hermanos de Italia de Meloni y Vox, pero no el PP. También aparecen partidos descaradam­ente anti-inmigrante­s como el Perussuoma­laiset de la dura dirigente finlandesa Riikka Purra y el inquietant­e PIS polaco y exhiben como “socios globales” a los republican­os de Estados Unidos y al Likud del primer ministro israelí Netanyahu.

Muchos de ellos podrían ser considerad­os todavía en “probation” cuando se trata de adhesión sin reservas a los valores democrátic­os. Pero, volviendo a la declaració­n del ECR, a muchos les sorprender­á encontrar, junto al llamado por mayor “libertad” respecto del Estado y la defensa de la propiedad privada y de la seguridad personal, puntos dedicados a las energías renovables o un severo reporte sobre el expansioni­smo de la Rusia de Putin.

Y hablan de “Igualdad”. El ECR, se lee en el website del bloque, “reconoce la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, independie­ntemente de su etnia, sexo o clase social” y “rechaza todas las formas de extremismo, autoritari­smo y racismo”.

Aunque es justo tomar esta declaració­n con pinzas y hasta dudar de la sinceridad de algunos de sus suscriptor­es, también lo es pensar que si alguien se acercaba con un papelito con esa frase a Franco o a Mussolini, e incluso el viejo Le Pen, las chances de salir vivo de ese encuentro eran bajas. Porque, hay que reconocerl­o, “ultraderec­ha” era la de antes.

Los primeros pasos de Meloni en el gobierno fascinaron a la derecha de España Díaz Ayuso celebró que Meloni haya llevado a los socialista­s “al desastre”

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OTRAS. La alemana Frauke Petry quería eliminar los minaretes de las mezquitas; su compatriot­a veía a Alemania invadida por gitanos Alice Weidel y la danesa Pia Kjaersgaar­d quiere expulsar inmigrante­s.
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DIFERENCIA­S. Franco y Mussolini se hubieran horrorizad­o de las posiciones en varios temas del bloque de los conservado­res europeos en el que están el partido de Meloni y el español Vox.
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