El cogobierno M&M
Mauricio Macri tiene con el Presidente un diálogo más intenso y frecuente de lo que se cree.
“Ay, pero Macri”. Un gimoteo característico y repetido contra el expresidente, justo quien desde el fin de semana comenzó a terciar en la disputa institucional de Ignacio Torres versus Javier Milei. Le fue bien como intermediario. Correspondía: siempre habló con los dos, respalda con sigilo al actual mandatario y, al mismo tiempo, mantiene diálogo con el gobernador de Chubut, que alcanzó el poder con los colores de Juntos por el Cambio, más precisamente por haberse formado en el macrismo. Era el ingeniero boquense el mejor candidato para enfriar un conflicto por dinero que había escalado y contagiado al resto de los 24 estados provinciales, mediar entre dos exagerados contendientes: uno igualando a Torres con la misma casta anterior que había endeudado la provincia, tildándolo de pibe y discapacitado, mientras el chubutense despotricaba enardecido contra la Casa Rosada, como si fuera un Beligoni de los piquetes, jurando “no tengo miedo”. Con insólitas amenazas de guapos barriales que hasta empezaron a preocupar a los mercados financieros. Desatino de dos gallos de riña.
Anudó Macri paz y sosiego entre las partes y el moño lo colocó un juez confirmando un reparto temporal: la Nación no devuelve los fondos que le había retenido a la provincia pero simultáneamente le proveyó a Torres de una partida que estaba congelada. “Se ha saldado la cuestión”, proclamó aliviado el gobernador, ansioso por concurrir mañana al Congreso y compartir un expectante discurso de Milei para inaugurar las sesiones ordinarias. Siente que a sus colegas de provincia les sirvió de escudo. O de ariete. Un destino efímero hábilmente utilizado por grandes como Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires o Mendoza.
En su charla con Macri, quizá Torres descubrió que también había sido cómplice en la interna del PRO que debe elegir al nuevo titular. Luego del arreglo, confesó que Patricia Bullrich quiso usar su conflicto contra Macri. “Y me usó a mí también”, admitió luego de su rebelde aventura. No dijo, en cambio, quién lo había alentado a provocar tamaño despelote –se alude a un gobernador del Litoral que le insufló un típico coraje: “Animémonos y andá vos”–, amenazando hasta con el corte del envío de petróleo al resto del país cuando, se sabe, las empresas concesionarias estaban contra esa medida, al igual que los sindicatos: no se les ocurriría a las organización gremiales paralizar a sus propias compañías que brindan servicios dentro de las empresas petroleras.
A Milei tampoco le convenía conservar un litigio de proporciones a pocas horas de su discurso en el Congreso, alinear a los gobernadores en su contra e insinuar que podría intervenir la provincia como represalia. Igual que ahora insinúan algunos de sus adláteres contra la precaria administración de La Rioja, como si no hubiera que pasar por el Congreso y, lo más importante, sin esperar a que el gobernador cristinista Ricardo Quintela se queme en su propia salsa por inventar billetes que parezcan pesos (la cuasi moneda), obviamente con menos valor: final anticipado de serias crisis sociales cuando no pueda pagar salarios u otros servicios elementales. Intenso entonces el trato Milei-macri, no solo por conversaciones telefónicas periódicas, sino por cierta intimidad en pequeñeces, traslados mutuos de inquietudes y hasta contrapuntos sobre el mensaje del viernes en el Congreso o la duda de si el Presidente hablará en el recinto o en el Salón Azul, lejos de los legisladores e invitados. Una alternativa a desdeñar, como la estupidez de los bloques opositores que pensaban escucharlo de espaldas o retirarse si les incomodaba alguna palabra.
Torpezas infantiles de ambas partes, aunque Milei debe reconocer que le molestan en particular los gruñidos, toses, murmullos y, naturalmente, insultos, que suelen lanzarle por lo bajo aquellos que fueron colegas. Como los chicos del colegio. Quizás esa fue la razón por la cual, al iniciar su mandato, eligió hablar frente a la Plaza de los Dos Congresos y no soportar las impertinencias de sus excompañeros del Poder Legislativo dentro del recinto. Queda pendiente el encuentro Macri-milei, si el exmandatario hará de local en su casa vecina de Olivos como en la última oportunidad o si, como supone cierto protocolo, Milei lo recibirá en la residencia. Un trámite, ya que ambos han consagrado la conveniencia de operar juntos en el Parlamento, para disolver la tontería conspirativa de un intento de juicio político al Ejecutivo y, sobre todo, bloquear una avanzada para derrumbar el monumental DNU con el cual hoy gobierna el economista. En el Senado, a menos que Cristina diga lo contrario, esa posibilidad existe desde el inicio de las sesiones, la oposición dispone de los votos luego de la última batalla entre gobierno nacional y provincias. En cambio, más difícil sería esa oportunidad en Diputados, de ahí que Christian Ritondo –hombre de Macri– haya ido a almorzar con Milei para consumar un esfuerzo común de los respectivos bloques e impedir esa iniciativa. Una suerte de pacto que, por ahora, solo contempla ese ejercicio: anular el propósito opositor que convertiría los meses transcurridos del gobierno Milei en una gran pérdida de tiempo. Por haber retirado la ley ómnibus y, eventualmente, por extraviar el DNU con el cual hoy gobierna.
Macri acompaña y hace tiempo para otras decisiones: espera los informes meteorológicos de la inflación, la actividad económica, las consecuencias sociales del ajuste, la situación de la calle –su más temido fantasma cuando fue gobierno– y la buena noticia de un aporte del FMI por 10 mil millones de dólares. Son dos o tres meses de paciencia, mientras ni se cruza con Patricia Bullrich, a la que habrá de reemplazar en la cúpula del PRO y, tal vez, no renueve la confrontación con Horacio Rodríguez Larreta.
El exalcalde porteño, mientras, hoy desbroza la margarita: me quedo sin aceptar ningún cargo en el partido o me voy y fundo un núcleo nuevo. Dilema de su gente, muchos hartos de mascullar que no quieren continuar en una organización que tiene dueño y es propiedad privada de Mauricio Macri.