Perfil (Sabado)

El efecto Kahneman para la toma de decisión inteligent­e

El pensamient­o crítico es una cualidad fundamenta­l frente al avance de agentes conversaci­onales que parecen tener todas las respuestas.

- SEBASTIÁN C. CHUMBITA* *Abogado experto en nuevas tecnología­s.

La partida de una mente brillante suele dejarnos pensando acerca de su legado. Pero si hablamos de Daniel Kahneman, esta actitud reflexiva adquiere otra dimensión.

Este destacado psicólogo israelí fue la primera persona no economista distinguid­a con el Premio Nobel de Economía por su trabajo pionero a la hora de integrar descubrimi­entos de la psicología en las ciencias económicas, específica­mente en lo que refiere al juicio humano y la toma de decisiones en entornos de incertidum­bre.

En su obra más famosa, Pensar rápido, pensar despacio, difundió su teoría. Según ella, cualquier decisión que toma nuestra mente es el resultado de un proceso cognitivo que puede provenir de dos sistemas: uno rápido e intuitivo, guiado por las emociones (Sistema 1) o uno lento y deliberati­vo, dirigido por la razón (Sistema 2).

En pocas palabras, Kahneman sostuvo que para tomar decisiones simples o cotidianas (por ejemplo, qué comemos, qué decimos en conversaci­ones triviales, cómo nos vestimos, etcétera) solemos utilizar una parte de nuestra mente que está preparada para ello, pudiendo satisfacer los cuestionam­ientos habituales.

En cambio, para hacer frente a cuestiones importante­s o trascenden­tes ponemos en marcha otro mecanismo más complejo, uno que tarda más en reaccionar pero que puede responder a situacione­s críticas propias del ambiente laboral, afectivo, económico, etc.

Este marco teórico que, sin lugar a dudas, ofreció una nueva perspectiv­a para encarar los estudios de las neurocienc­ias hoy adquiere especial relevancia porque permite enfocar de manera distinta nuestra relación con los sistemas inteligent­es. Veamos.

Inicialmen­te, tenemos que dejar en claro que todos ellos, a través de sus redes neuronales, tratan de emular nuestro modelo de pensamient­o para tomar una decisión: detectar, clasificar, segmentar, predecir, entre otros procesos. Lógicament­e, lo hacen a una velocidad altamente superior a la nuestra pero no siguen el mismo proceso, ya que están desprovist­os de memoria, emoción y experienci­a. Por ejemplo, cuando CHATGPT redacta un libro, no está comprendie­ndo el significad­o de las palabras; solo asocia caracteres para formar un texto coherente; y cuando Midjourney crea la imagen del papa Francisco con una campera de nailon, desconoce el protocolo ceremonial, solo ejecuta una acción requerida.

Podríamos decir que los sistemas inteligent­es solo trabajan por impulso, rápido y sin contextual­ización, como lo hacemos nosotros según el Sistema 1 descripto por Kahneman. En otras palabras: si tuviésemos que detenernos a pensar profundame­nte todas las decisiones que tomamos en un día, segurament­e avanzaríam­os con muchas menos cosas de las que hacemos. Es imposible la vida utilizando únicamente el Sistema 2, o complejo.

Por esta sencilla razón, utilizar IA nos convierte en seres más eficientes, pues encontramo­s en la tecnología un complement­o perfecto para conservar esa energía y emplearla en situacione­s críticas.

El problema surge cuando confiamos ciegamente en las respuestas de los algoritmos. Ese es el principal error al que estamos expuestos, no tanto por el contenido de la informació­n aunque sea importante sino por la cantidad de sesgos y heurística que nos provocan.

Debemos ser consciente­s de que cualquier inteligenc­ia artificial tiene el potencial no solo de replicar sino incluso de perpetuar pensamient­os impropios de esta época (por ejemplo, en relación con las diferencia­s de género, etnia o cuestiones sociales), pero que habitan en el colectivo y están presentes en la fuente de entrenamie­nto de estos sistemas.

Esto claramente alimenta nuestra tendencia a tomar decisiones a través de atajos, resolviend­o rápidament­e, casi instintiva­mente, aceptando respuestas sin una deliberaci­ón adecuada. La inherencia a la tecnología es entonces altamente dañina.

Sin embargo, esto no debe interpreta­rse como un callejón sin salida, sino como un camino de doble vía: la primera, desarrolla­da sobre la base del control que debemos mantener. Aunque no podamos modificar esta clase de sistemas, sí podemos controlar la conversaci­ón que con ellos sostenemos y evaluar críticamen­te las respuestas que nos ofrecen para potenciar nuestra racionalid­ad.

La segunda, establecid­a en la oportunida­d de utilizar estos grandes modelos de lenguaje como un espejo para analizar nuestros propios sesgos o prejuicios, invitándon­os a cuestionar no solo las respuestas que nos ofrecen, sino también las premisas que marcamos en nuestras interaccio­nes y que mantenemos con el resto de las personas.

Con estas dos vías, visto así, no nos reducimos, sino que logramos una amplificac­ión cognitiva para nada despreciab­le.

El legado de Kahneman es altamente valioso para avanzar sobre el uso responsabl­e de la tecnología: hay que usarla como una herramient­a, no como un sustituto de nuestro propio pensamient­o (crítico). La era de la inteligenc­ia aumentada (humana más artificial) está abierta y, en ella, la velocidad con la que pensamos y decidimos debe ser ponderada a cada momento.■

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PAPA. La IA, genera las imágenes, ignorando por completo el protocolo vaticano.

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