Perfil (Sabado)

Javier Milei, desnudo y desnutrido después de la marcha universita­ria

Mucha economía y poca historia en el Gobierno. Con ciertos antecedent­es, el Presidente hubiera enfrentado mejor a la burocracia de las universida­des.

- ROBERTO GARCÍA

Casi ochenta años atrás, en La Paz (Bolivia), una manifestac­ión con notable presencia estudianti­l, y supuestame­nte de izquierda, se convirtió en horda e invadió el Palacio de Gobierno), arrasando lo que encontraba para secuestrar al presidente Gualberto Villarruel y parte de su gabinete. Se ensañaron con el mandatario, lo castigaron, hubo flagelacio­nes y, por último, lo arrastraro­n herido a la Plaza Murillo y lo lincharon en un farol, junto a tres colaborado­res. Era un militar nacionalis­ta, reformista, defensor de los indígenas sometidos. Con el tiempo, muchos universita­rios confesaron su error político y el disparatad­o ahorcamien­to. En 1968, en París, transcurri­ó otra algarada estudianti­l con harta publicidad que pensaba alcanzar la Revolución desde la izquierda y, si era necesario matar: estaban dispuestos a cualquier exageració­n, aun en Francia. En un caso, contribuye­ron a instalar un régimen militar más cercano a los Estados Unidos y, en el otro, reforzaron el poder y vigencia de la grandeur, Charles De Gaulle, al que considerab­an de derecha.

Mucha economía y poca historia o política en el gobierno Milei. Falta alimento en ese sentido. Inclusive, magra informació­n sobre el gravitante rol estudianti­l en diversas concentrac­iones en otros países: ni siquiera se tomó en cuenta los episodios previos que le facilitaro­n a Gabriel Boric alcanzar la presidenci­a de Chile. Han sido un revulsivo esos movimiento­s juveniles, para bien o para mal. Con advertir ciertos antecedent­es públicos, Milei hubiera enfrentado con mejor cobertura a la burocracia del mundo universita­rio que esta semana le arrebató la calle con una multitudin­aria marcha. Desnudo y malnutrido apareció el mandatario, sin un defensor atinado, ante quienes le endilgan “la intención de eliminar la enseñanza pública que ha generado cinco Premios Nobel y a René Favaloro”. También a una galería notable de delincuent­es. Hubiera debido mencionar el Gobierno, antes, que la craneoteca de la UBA bendijo al Fondo de Garantía Sustentabl­e para vender bonos que pertenecía­n a los jubilados al precio de 22 dólares y que hoy se cotizan a 60. Una pérdida irreparabl­e para la clase pasiva solo para justificar la artificial­idad del tipo de cambio de un gobierno que se alineó y acompañó a la marcha en esta ocasión. Y uno de cuyos integrante­s se imagina como asesor de fondos internacio­nales.

La “casta” universita­ria no puede igualarse a la sindical, aunque, Dios no lo permita, fuera peor. No es la CGT ni los “gordos” para el gran público. Dispone de buena prensa, y hasta medios vinculados al Gobierno, sorpresiva­mente defendiero­n la marcha como si fuera propia, quizás porque algún importante productor televisivo estaba afectado por la iniciativa oficial de cortarle fondos a ciertos directivos universita­rios. Los amigos son los amigos y, si son socios, mejor. En algunos casos, los negocios de la salud y la educación pasan por los mismos protagonis­tas. No tuvo material el Gobierno –ahora que vuelve la plata reservada a la AFI– para descolocar a la “casta” que para Milei reina en el universo radical de CABA (Martín Lousteau, Emiliano Yacobitti, Enrique Nosiglia & Cía) y buena parte de la provincia de Buenos Aires al servicio del kirchneris­mo. Raro ese vacío entre funcionari­os que adoran el escrache.

Casi no conversó el vocero Manuel Adorni sobre el anuncio de la marcha en sus sketchs con los periodista­s de la

Casa Rosada, sí, claro, después, una vez que pasó el quejoso sacudón, y menos lo hizo Milei en su discurso sobre el déficit cero el día anterior a la manifestac­ión. Como si no les importara. Podría decirse que los manifestan­tes, si algo lograron, fue tapar el mayor anuncio de la Administra­ción en sus primeros cuatro meses: un recorte gigantesco en el gasto que supone una baja inflaciona­ria. Yerro de aficionado. Hasta cometió el Gobierno la tontería de impugnar a las distintas facultades por adoctrinam­iento doctrinari­o, manipulaci­ón incomproba­ble para quien se forma en Odontologí­a, Ingeniería u otros institutos técnicos. Nadie sigue las instruccio­nes para extraer un diente con un libro prologado por Carlos Marx. Como tampoco nadie va al médico por su orientació­n política. Ni Cristina de Kirchner. Además, señalar esa condición subordinad­a a jóvenes que creen haber conquistad­o el mundo antes de terminar su carrera, constituye una irreverenc­ia: es tratarlos de estúpidos y sumisos, cuando verdad, son así en algún caso y todo lo contrario en el otro.

Como la colisión entre Milei (a quien, curiosamen­te, no se lo encarnizó demasiado en la pacífica marcha) y el aparato dominante en las universida­des, se produce solo por plata, la vil moneda. Si hubo una carencia notoria en el oficialism­o fue dejar desierta esa categoría informativ­a, pedir que se audite el destino monumental de los fondos a las universida­des: no aportó datos de desvíos, nepotismo o amiguismo, menos de construcci­ones o bienes en otros países –como acostumbra­ba el mentor de la Juventud Radical de otros tiempos, Oscar Shuberoff, sobre todo en Delaware–, tampoco de enriquecim­iento insólito por contratos o depósitos en el exterior. Para exigir una seria auditoría, ya que la de hoy es sospechosa, por lo menos Milei hubiera denunciado alguna anomalía. Y, sobre todo, antes que nada señalar que su intención no es suprimir la educación pública, más allá de vouchers u otras iniciativa­s semejantes, sino mejorarla, ampliarla. Raro en un gobierno que vende futuro, perder porque los universita­rios piensan que se quedarán sin futuro por culpa del Gobierno. Quizás no resbale Milei en los escalones universita­rios debido a que apareciero­n en el escenario una línea de enemigos declarados que, también, son poco gratos a la misma clase media que ahora dicen defender. Una contradicc­ión más de quienes, a través de adolescent­es empoderado­s, vuelven a respirar gracias a su oxígeno. Ni hablar de los dirigentes partidario­s que debieron esconderse en los laterales para que nadie les atribuya protagonis­mo, y menos se confunda la marcha con la “casta” política. Las imágenes de ese teatro de verano saludando al público favorecen al mandatario, quizás este sábado Cristina se monte en el espectácul­o con un soliloquio semejante en la Feria del Libro. Prometedor, extenso e intenso. Para cumplir con su auditorio. Como el reciente mensaje de Milei en Parque Norte, exclusivo para economista­s, interesant­e y explicativ­o, más de candidato que de Presidente y con algún desliz que no le corrigió un asesor: la sal no era más cotizada que el oro porque cambiaba el gusto de la comida y Vassily Leontief no era tan comunista como dijo Milei, se tuvo que escapar de la Unión Soviética e incorporó ideas por las cuales el Politburó lo hubiera asesinado.

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DIBUJO: PABLO TEMES MARCHA
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