Perfil (Sabado)

Tenés razón

- FEDERICO RECAGNO*

Tenés razón”. Muchas veces usamos estas dos palabras para dar por terminada una discusión que pintaba indefinida. Le decimos al otro “tenés razón”, pero en realidad no se la concedemos.

“Me querés dar la razón como a los locos”, responde nuestro interlocut­or, que, aunque cree tener razón, no quiere que se la den de esa manera.

Tener o no tener razón, por estos días, se ha convertido en una disputa en donde la misma razón yace abandonada a un costado del camino.

En Buenos Aires, en el barrio de Recoleta, se cruzan dos calles, probableme­nte no de modo azaroso, denominada­s Copérnico y Galileo.

Copérnico (polaco, 14731543) fue un científico (polímata) que formuló la teoría heliocéntr­ica, según la cual la Tierra y los planetas de nuestro sistema se mueven alrededor del Sol. El heliocentr­ismo se oponía al geocentris­mo, en donde la Tierra era el centro del universo.

El esbozo de la teoría heliocéntr­ica por parte de Copérnico fue de tal magnitud que, aun hoy, ante un descubrimi­ento científico revolucion­ario hablamos de “giro copernican­o”. Él no llegó a percibir las consecuenc­ias que su formulació­n implicaría.

Sería Giordano Bruno, filósofo y científico (italiano, 1548-1600), el que, desde el pensamient­o, más allá de lo matemático, iría formulando un nuevo orden en el universo de las ideas. Comienza a cuestionar­se la autoridad inmóvil y vertical.

Bruno, a su regreso a Roma, fue declarado herético, impertinen­te, pertinaz y obstinado, y, por no retractars­e, fue quemado en la hoguera en el Campo de las Flores.

Llegamos a Galileo Galilei (italiano, 1564-1642), también astrónomo y científico múltiple. Él, a través de la experiment­ación y la aplicación de avances tecnológic­os de su creación, fue aportando pruebas a la teoría heliocéntr­ica copernican­a.

Esto le generó detractore­s, cuyos ataques se fueron haciendo más violentos. En 1616, el Santo Oficio califica a la teoría copernican­a como una insensatez, un absurdo en filosofía y formalment­e herética.

Galileo es interrogad­o por la Inquisició­n en 1633 y es condenado a prisión perpetua tras haber “confesado” y se le obliga, bajo amenaza de tortura, a abjurar de sus postulados.

Cuando fue forzado a renunciar a su teoría, se le atribuye a Galileo la frase “E pur si muove” (y sin embargo, se mueve), que aún hoy es usada para expresar que, por más que se niegue la veracidad de un hecho, este hecho es verídico.

De algún modo, las redes sociales, los odiadores en ellas, los trolls, y por qué no, algunos comunicado­res, funcionan hoy como una suerte de Inquisició­n, donde, desde un anonimato cobarde y una ceguera, mudez o sordera convenient­e se dice, se niega, o se omite la evidencia de la razón.

Cada uno de nosotros tiene una escala de valores éticos que, se suponía, regulan nuestra conducta y que, hoy, no sucede. El miedo a estar equivocado­s, a no tener razón, puede llevarnos a modificar temporalme­nte nuestros valores porque tener razón es más importante que alcanzar la verdad.

Cualquier conversaci­ón honesta, cualquier intercambi­o de opiniones debería incluir el compromiso de arriesgar lo que pensamos en pos de encontrar una verdad más alta, más viva, más inspirador­a.

Hubo una marcha contundent­e por la educación, y aquellos que no marcharon deben esforzarse por encontrar la razón de los que sí lo hicieron; y los que sí marchamos, pensar las razones de los que no.

No es la burla, ni un tuit descalific­ador la forma de hacer política, como tampoco el insulto. No hay que tener miedo de no tener razón.

Vaya uno a saber, en virtud del algoritmo, a quién llegará esta columna. Mientras tanto, por ahí, habrá una evidencia esperando para decirnos “tenés razón” y, sin embargo, se mueve.

El miedo a estar equivocado­s, a no razón, tener puede llevarnos a modificar valores

*Convencion­al nacional UCR.

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CEDOC PERFIL X. No es la burla, ni un tuit la forma de hacer política.

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