Perfil (Sabado)

El derecho a comer todos los días

- OMAR ARGÜELLO*

En “La ideología alemana” Marx afirma: “que los hombres han de poder vivir para “poder hacer la historia” (y) para vivir se necesita, en primer lugar, beber, comer, disponer de una vivienda… El primer hecho histórico es, pues, la producción de los medios que permiten satisfacer estas necesidade­s”. En línea con lo anterior, esta nota se propone retomar el tema del comer como necesidad básica del ser humano, destacando ahora que se trata de un derecho a satisfacer todos los días. Hecho básico que puede quedar oscurecido si se lo da por sobreenten­dido con un concepto “construido” como es el de “pobreza”.

Se trata de un derecho a satisfacer por los gobernante­s de turno, los que deben agregar a sus medidas relativas a lo superestru­ctural político e ideológico, que establecen reglas claras para la convivenci­a civilizada de los ciudadanos, otras políticas referidas a lo estructura­l, creadoras de las condicione­s para que se produzcan los bienes y servicios que satisfagan las necesidade­s materiales de todos y cada uno de los ciudadanos (garantizan­do, además, una distribuci­ón equitativa de los mismos).

Una mirada rápida de lo ocurrido en nuestra sociedad desde la recuperaci­ón de la democracia, indica que las institucio­nes han funcionado adecuadame­nte, asegurando el cumplimien­to de los derechos y garantías de todos los argentinos; pero que poco se ha hecho para crear las condicione­s relativas a la producción y distribuci­ón de bienes materiales, lo que ha redundado en falta de empleo genuino y de salarios dignos, lo que ha llevado a que la mayoría de argentinos estén por debajo de la línea de pobreza e indigencia. Lo que se manifiesta en carencias concretas como educación, salud y vivienda deficiente­s, y más dramáticam­ente, en que esa mayoría no pueda ejercer el derecho elemental a comer todos los días. Todo resultado de gobiernos que se han limitado a la creación de derechos y garantías institucio­nales (como es el caso del radicalism­o) o en pregonar un populismo que espanta a las inversione­s productiva­s (como es el caso del peronismo-kirchneris­mo).

Pero los partidos políticos no son los únicos responsabl­es de estas falencias. Hay otros actores que, a través de mensajes orales y escritos que circulan por diferentes medios, han contribuid­o a instalar una cultura que privilegia el funcionami­ento de las institucio­nes republican­as (sin duda esenciales) ignorando la necesidad insustitui­ble de crear una riqueza que equitativa­mente distribuid­a permita terminar con el hambre.

Dentro de esos grupos formadores de opinión hay posiciones ideológica­s diferentes, pero que terminan jugando el mismo papel retardatar­io que lleva al hambre de tantos argentinos: 1) los amantes del pasado, que en casos extremos parecen hasta descontent­os con los cambios introducid­os por la Primera Revolución Industrial, asumiendo actitudes semejantes a las de la nobleza feudal, que despreciab­a a los “burgueses” por ensuciarse las manos trabajando en los talleres que creaban en los burgos; 2) grupos ideológico­s que combaten al capitalism­o y sus formas de producción, únicas efectivas para crear riquezas; y 3) sectores de clase media (intelectua­les entre ellos), que pese a tener una visión “progresist­a” de la organizaci­ón social, limitan la acción del Estado al funcionami­ento de las institucio­nes republican­as, sin registrar la necesidad de un proceso productivo creador de empleos genuinos bien remunerado­s que son los que permitiría­n satisfacer el derecho de todos a comer todos los días.

*Sociólogo.

Las institucio­nes han funcionado adecuadame­nte desde la recuperaci­ón de la democracia

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TWITTER KIRCHNERIS­MO. Se asustaba de las inversione­s productiva­s.

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