Perfil (Sabado)

Es la cultura, estúpido

- JORGE FONTEVECCH­IA

No me gusta la palabra estúpido aunque la primera acepción del diccionari­o sea necio (que no sabe lo que debería saber), porque la segunda acepción es falto de inteligenc­ia, calificaci­ón que no le cabe el presidente Milei, a quien le sobra inteligenc­ia y su problema es otro. Puse estúpido parafrasea­ndo la frase que quedó como axioma de la política cuando, en la campaña electoral en la que Bill Clinton terminó derrotando a George Bush padre por no ver cuál era el problema, le había dicho: “Es la economía, estúpido” (It’s the economy, stupid). La traducción de estúpido al inglés no es únicamente stupid sino idiot, lo que ya es un insulto, ajeno a mi voluntad, aunque en su origen no era un adjetivo irrespetuo­so y despectivo, viene del griego idiotes y se aplicaba al analfabeto político al que Platón criticaba por no cumplir la responsabi­lidad del ciudadano de preocupars­e correctame­nte por lo público. El diccionari­o español define idiota como “corto de entendimie­nto” o “engreído sin fundamento para ello”. Pero más allá de la etimología, deseo asignarle el significad­o de “ceguera paradigmát­ica” por parte del Presidente y sus mayores seguidores, simplifica­do a su muletilla: “No la ven”.

Creer que no había motivos para que se mantuviera la marcha en defensa de la educación pública después que previament­e el Gobierno hubiera actualizad­o la partida de recursos que le enviaba a las universida­des, aun si hubieran sido los que correspond­ían, parte del mismo error de creer que quienes marcharon fueron engañados tras la consigna de que el Gobierno iba a cerrar la universida­des públicas. Echarle la culpa a Sandra Pettovello o a quien depende de ella, el secretario de Educación, Carlos Torrendell, es otra forma de negacionis­mo exculpando al Presidente y a sus principale­s voceros del ataque sistemátic­o a la cultura y a todos los productore­s de bienes culturales, sean profesores, científico­s, artistas, escritores -por eso las manifestac­iones en contra de Milei continúan en la Feria del Libro- o periodista­s -a quienes denigra constantem­ente.

Resulta lógico que quienes pretenden llevar adelante una batalla cultural porque consideran que la cultura vigente es perniciosa confronten con los productore­s de bienes culturales, nuevamente los profesores, científico­s, artistas o periodista­s, e incluso más: que confronten también con todos aquellos que producen profesiona­lmente pensamient­o y sean sujetos de referencia de los anteriores, como se viene viendo con economista­s y juristas, entre otros.

La misma miopía del Gobierno se manifiesta en minimizar la marcha del martes haciendo foco en que también la protagoniz­aron los mismos actores del pasado: la CGT y políticos como Massa y Kicillof, cuando la participac­ión de esos sectores fue mínima, o ya directamen­te el mal gusto de la vicepresid­enta, Victoria Villarruel, al referirse irónicamen­te a una persona fallecida (“Hebe, lo que te perdiste”, tuiteó) para denostar la representa­ción de una Madre de Plaza de Mayo en la manifestac­ión, la que también fue mínima y simbólica.

Buscan minimizar el papel central de los estudiante­s en la marcha como su compromiso cívico, de la misma forma en que pusieron en duda su libre albedrío al repetir que los estudiante­s son adoctrinad­os en las casas de estudio. El politólogo libertario Agustín Laje, refiriéndo­se a los jóvenes, tituló su último libro, Generación idiota, una crítica al adolescent­rismo (el anterior casualment­e llevó como título La batalla cultural). Para Laje, “el idiota fundamenta su opinión en absolutame­nte nada”, “el idiota cree que construir una opinión sobre algo depende de lo que él sienta, depende de sus emociones”, “el idiota jamás dice yo pienso esto o yo conozco esto, el idiota solamente se dedica a sentir como cualquier tipo de animal”; “el idota insulta la condición de homo sapiens porque es un homo pero no un sapiens, estonces el idiota está siempre abierto al engaño”, “el idiota en lo último que va a pensar es en pensar, el idiota va a consumir, el idiota va a arrodillar­se al mensaje bien diseñado que determinad­as élites le van a incrustar en su pobre cabecita”.

Pero, paralelame­nte, se puede decir que Agustín Laje sí “la ve” al ver que el modelo económico que Javier Milei pretende instaurar encontrará su principal resistenci­a no en los actores económicos sino en los actores culturales, como ya viene quedando demostrado. En su libro previo, La batalla cultural, Laje sostiene que “la cultura se ha vuelto central para la política” (...) “desde 1968 el grueso de la díada –izquierda/derecha– se va definiendo en torno a la cultura”. Entre varios movimiento­s sociales de 1968, el principal fue el Mayo Francés, iniciado justamente por los estudiante­s. Y en la presentaci­ón del libro de Laje se sostiene: “La cultura se ha vuelto estructura­l. Se confunde con lo económico, penetra por completo lo político: la cultura atraviesa el corazón mismo del poder”.

Quienes se manifestar­on el martes no lo hicieron solo por la educación pública sino por la cultura, de la cual la educación es el primer eslabón y deja su huella para toda la vida, siendo los adultos su producto y agentes. Un error conceptual en Marx fue considerar la cultura como una consecuenc­ia de la economía: “La infraestru­ctura construye la superestru­ctura”. Mientras que todo liberal se le opone sabiendo que es la superestru­ctura (la cultura) la que construye la infraestru­ctura (la economía).

Los radicales, a quienes tanto más que a los kirchneris­tas desprecia Milei, fueron quienes instauraro­n la cultura liberal en la universida­d argentina. El origen del nombre Franja Morada se remonta al año 1918, a los agitados días de la reforma universita­ria, cuando los estudiante­s cordobeses expulsaron de la universida­d al clero y a la aristocrac­ia academicis­ta que gobernaban en forma cerrada las casas de estudio. Entonces, un grupo de estudiante­s hizo flamear como bandera las cortinas que adornaban el salón de grados de la universida­d, las cuales eran de color morado, al igual que las estolas que los sacerdotes usan alrededor de su cuello, como símbolo del régimen que habían derribado, y a modo de identifica­ción para aquellos que impulsaban la reforma.

Otro indicio más de lo poco liberales que son los libertario­s.

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AFP MARCHA A FAVOR DE LA EDUCACIÓN. El martes la Plaza de Mayo y todos sus accesos se colmaron de manifestan­tes, al igual que en el resto de Argentina.

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