Perfil (Sabado)

¡Viva la verdad, carajo! Pero, ¿quién la paga?

- FERNANDO J. RUIZ (*)

La revolución digital extinguió un modelo de negocio periodísti­co que se había iniciado cuando el mercado llegó a las orillas de la prensa a fines del siglo XIX. Entonces despegó una industria que alcanzó rendimient­os extraordin­arios.

Pero esa industria se descalabró, y cada vez se le hace más difícil al periodismo profesiona­l de interés público abrirse camino en los medios de comunicaci­ón. Que la política se enfrente con el periodismo forma parte de la tradición, pero ahora lo alarmante es que la economía se peleó a muerte con el periodismo.

Además, gran parte de la sociedad ya ve al periodista como algo prescinden­te como si fuera una corbata o un reloj de pulsera. El periodismo dejó de ser decisivo para la visibilida­d pública, y ese paso al costado destruyó el modelo de negocio. Pero es decisivo para acercarse a la verdad, algo que se paga bastante menos. El resultado puede ser que si la verdad no tiene fuerza, nos acercamos a una sociedad distópica.

Ante este escenario, los medios de referencia hacen foco en lo esencial. El director general de la BBC acaba de presentar su plan estratégic­o y definió como su principal objetivo “buscar la verdad sin agenda: informando sin miedo y de manera justa”.

En este contexto explotó la inteligenc­ia artificial (IA), que puede tratar al periodismo existente como el viento a un barrilete. Si la transición digital fue la gran revolución que nos trajo hasta acá, ahora la IA nos llevará en una segunda transición a un nuevo mundo.

Esto nos va a producir una nueva crisis teórica: consiste en que tenemos que actuar en un mundo que no entendemos, porque se está multiplica­ndo la cantidad de futuros posibles.

Piensen solo que este año la IA será de uso popular en elecciones en México, Sudáfrica, parlamento europeo, India y, en la madre de todas las histerias, Estados Unidos. Un ecosistema informativ­o desbocado por la IA necesita las referencia­s de veracidad del periodismo profesiona­l de interés público.

Como dice la gran periodista filipina y Premio Nobel de la Paz, María Ressa, “en una batalla por los hechos, en una batalla por la verdad, el periodismo es activismo”. Si los militantes por la veracidad informativ­a no pueden tener un trabajo sustentabl­e, cada elección será un tsunami de fake news que avanza sobre una ciudad sin diques. El último informe de Varieties of Democracy explica la recesión democrátic­a en el mundo en gran parte por un reforzamie­nto de tres procesos: desinforma­ción, polarizaci­ón y autocratiz­ación. Esto implica que, si no hay suficiente­s guardianes para contener la desinforma­ción, la espiral de esos procesos debilitará nuestra democracia.

Los países más avanzados del mundo se preocupan por los desiertos informativ­os. Ahora estamos entrando a la OCDE, y allí veremos que casi todos los países miembros dan subsidios indirectos al periodismo y, cada vez más, incluso directos, como se dice en su reciente informe Facts not fakes: Tackling disinforma­tion, strengthen­ing informatio­n integrity. En Estados Unidos, donde la revolución digital redujo a un tercio la cantidad de periodista­s, se están buscando los mecanismos para evitar la desertific­ación periodísti­ca de amplias zonas del país. Entre otras iniciativa­s, el estado de Nueva York va a pagar alrededor de la mitad del sueldo de periodista­s de medios locales, y se lanzó un fondo llamado Press Forward, que recolectó 500 millones de dólares de 22 donantes para apoyar el periodismo local en todo Estados Unidos.

Pero el Estado argentino está fundido y aplicó el stop debit a la pauta publicitar­ia nacional. Por lo que el Estado se retira cuando el mercado ya se ha retirado. Así, los medios se vuelven cada vez más dependient­es de unos pocos apoyos. Las necesidade­s, como siempre, agobian las libertades, y la libertad de expresión entra en crisis.

Para poder cobrar su trabajo, el periodismo necesita que quede claro cuál es su aporte, y eso es cada vez más difícil. Algunos medios líderes están haciendo acuerdos con Open IA, la desarrolla­dora del CHATGPT, en los que le permiten usar su informació­n publicada a cambio de que en la respuesta aparezca el link del medio. Ya firmaron ese acuerdo El País de Madrid, Le Monde de París y The Financial Times, de propietari­o japonés con sede en Londres.

Por su parte, los editores franceses pactaron una “carta sobre la trazabilid­ad de la informació­n” para reconocers­e las primicias entre los distintos medios. El medio que publica la noticia exclusiva del otro tiene que poner el link a la nota original en el primer párrafo. Les preocupa que, por la confusión del ecosistema, el público tiene “dificultad­es crecientes para comprender el origen exacto de una informació­n”. Sin singularid­ad es difícil precisar en el actual ecosistema quiénes son los que aportan el valor agregado informativ­o y son más atractivos para la audiencia.

En este contexto, los periodista­s intentan aferrarse a los valores permanente­s. Pero el temor es quedar aferrado a lo que ya es historia pasada. Por eso, se necesita un nuevo manual de cómo hacer periodismo, y este tiene hojas viejas que hay que tirar, hojas nuevas que hay que escribir, y hojas permanente­s que hay que defender. Como siempre, el peligro es tirar las hojas permanente­s, aferrarse a las viejas y no escribir las hojas nuevas.

Esta semana, Jonathan Watts, periodista de uno de los mejores medios del mundo, The Guardian, para intentar convencer a sus lectores de que paguen al menos dos dólares por mes, les explicó en un mail el costo de la verdad: “Hace dos años, Dom Phillips, colaborado­r habitual de The Guardian (y amigo mío), fue asesinado en la Amazonia brasileña, junto con el experto indígena brasileño Bruno Pereira. Los reporteros de The Guardian han sido secuestrad­os anteriorme­nte en Irak y Afganistán, golpeados en Pakistán, expulsados de Rusia y arrestados en Egipto y Zimbabue. Yo mismo fui arrestado en China en múltiples ocasiones”.

Es bueno también recordar que la verdad y la justicia no son objetivos separados. Son hermanas mellizas, así que sabemos que el periodismo, siendo motor de verdad, es también motor de justicia.

Por eso, que la economía esté peleada con el periodismo no es solo un problema de los periodista­s.

(*) Profesor de Periodismo y Democracia de la Universida­d Austral y miembro de la Academia Nacional de Periodismo.

 ?? CEDOC PERFIL ??
CEDOC PERFIL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina