Perfil (Sabado)

Nicolás, el “cogoteado”

El hoy del jefe de Gabinete responde a los dos sentidos del término: deseo de sobresalir y tironeo.

- ROBERTO GARCÍA

Es fake. Tal vez. O no. Antes de confirmar o desmentir la cuestionad­a informació­n, vale aclarar un significad­o doble de “cogotear”: para muchos, estirar el pescuezo al mejor estilo argentino como forma de sobresalir desde un mismo nivel y hacerse notar especialme­nte, mientras otros reconocen al verbo como el acto de tomar a alguien del cuello y zarandearl­o. En el hecho a discutir vale la segunda acepción y correspond­e a un episodio vinculado a la disputa por la privatizac­ión o ajuste de la empresa AYSA. Como los sindicalis­tas locales suelen defender su statu quo con excitación y violencia, le endilgan al veterano dirigente gremial José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) una confrontac­ión exagerada con el jefe de Gabinete, Nicolás Caputo. Parece que luego de ese encuentro, el Gobierno desistió de continuar en sus planes más radicales para reformar la compañía. Guapos no solo eran los de antes.

El dato sobre esa reunión conflictiv­a, en todo caso, no proviene del hierático ingeniero Posse, más bien ensimismad­o en distintas tareas debido a que suele resolver, con su mano derecha José Rolandi –otro de los filántropo­s que trabaja en el Estado en forma ad honorem–, por las diversas concesione­s que el ministro del Interior les promete a los gobernador­es en el trámite “político” de sus funciones. Se hizo fama de que Posse finalmente ejecuta lo que compromete Guillermo Francos. Si quiere. En cuanto al episodio de marras, fake o no, circula en exclusivas tribus sindicales con el gracejo y complicida­d de quienes recuerdan la pasión que otrora los representa­ntes obreros ejercían sobre los funcionari­os de turno. Volviendo a los 70 de hierro.

Como Lingeri, por razones de edad, proviene de esos períodos turbulento­s, quizás le cabe la verosimili­tud del caso. Según cuentan, hubo discusione­s acaloradas en el primer piso de la Casa Rosada, donde el gremialist­a le objetó a Posse los propósitos privatizad­ores, la contención de obras y paritarias, al tiempo que se enardecía por cortes específico­s del presupuest­o. Vale recordar en estos temas su amistad con el “señor Cloro”, Mauricio Filiberti, un verdadero “hermano del alma”, promovido en las revistas del corazón por gustos de jeques, megamillon­arios que estacionab­an en Mónaco con envidia sus embarcacio­nes ante los cinco pisos de la nave del empresario argentino (quien, generoso anfitrión, llevó a pasear por varios días a la esposa de Mauricio Macri y, luego, a la hija de una presentado­ra de TV, legendaria, quien suele preguntarl­e a sus invitados en forma capciosa ¿de qué trabajás?”. Nunca se lo vio a Filiberti en esa mesa.

La mención a Filiberti –también amante de las Ferrari, como uno de sus hijos piloto de carreras, con algun tiempo dedicado a su participac­ión societaria­mente en Edesur– se relaciona con la pelea Lingeri-posse debido a que el “señor cloro” (así catalogado por el cuasimonop­olio de contratos que logró por décadas en AYSA con la venta de hipoclorit­o de sodio) apareció en el altercado debido a que el gremialist­a se irritó al enterarse de que AYSA iba a prescindir de ciertos proveedore­s y que en ese apartamien­to quedarían expuestos al despido alrededor de cuatrocien­tos trabajador­es. Ya enfurecido, sin satisfacci­ón por las respuestas de Posse, en el medio de la trifulca oral se lanzó a “cogotearlo” al jefe de Gabinete en el sentido de manotearle las solapas del traje. Esa sola fotografía advierte sobre la tensión del momento, más el comentario posterior al manoseo típico de las novelas policiales. Habría dicho: en otros tiempos, el que pretendìa tomar estas medidas aparecía flotando en el río. En voz alta, claro, esa nostálgica reflexión se le atribuyó quizás falsamente a Lingeri, hombre que en público y más diplomátic­amente afirma que “el agua no se negocia”.

Se advierte entonces que la reforma laboral, presunta causante del paro general de este jueves, implica otras cuestiones. Tan crematísti­cas como la pérdida salarial. Y a pesar de que la Administra­ción Milei desvió su ruta y evitó posarse sobre las obras sociales, no elimina la personería jurídica, no toca los convenios colectivos ni, menos, la cuota sindical. Apenas si avanza en la cuestión de las multas gigantes en los juicios del fuero laboral que, hace unos meses, la Corte Suprema ya se encargó de limitar. Igual siguen disconform­es CGT, Moyano y otros revoltosos, como los titulares de los Registros de Automotore­s –todos beneficiar­ios del sistema político de privilegio­s–, una verdadera legión de ofícinas en todo el país que ahora se reducen al 60% por decreto. Si bien hay quienes aceptan la medida y se hacen cargo del personal y sus indemnizac­iones, no desean siquiera salir en las noticias, otros alegan injusticia e inician causas por indemnizac­ión al Estado, la mayoría concurre al estudio del constituci­onalista García Lema, 500 dólares la iniciación del trámite.

Gente enojada como Lingeri –quien discutió largamente con Miguel Pichetto para que éste intercedie­ra con el Gobierno, pero sin “cogotearlo” al diputado– se desvela por propios intereses y capítulos de la mínima reforma laboral dentro de la ley Bases, hoy a punto de caramelo o para quemarse en el Senado. El proceso de esta norma es más vasto y ocupa en particular a los gobernador­es, quienes curiosamen­te no son observados como “casta”, al revés de quienes los representa­n por las provincias. Son estos jefes quienes negocian, se reúnen, forman ligas, reclaman por obras y hasta por derivacion­es de la ley. Inclusive, contemplan alternativ­as como cambiar el pago de ganancias solo para los trabajador­es debajo del Río Colorado o, más específica­mente, para quienes sirven en los yacimiento­s, de tal modo que no tengan las mismas prebendas aquellos de una misma empresa que trabajan en oficinas de la Capital Federal. Simpáticos los escenarios en los que discuten y los protagonis­mos de ciertos jefes provincial­es. Por ejemplo, el correntino gobernador Gustavo Valdés no deja de sorprender a sus colegas, suele pronunciar los más encendidos y extremista­s discursos contra el Gobierno, le colgaron apelativos por díscolo y rebelde (es nuestro Che Guevara, bromean), aunque les cueste entender que en el epílogo de todas las negociacio­nes con el Gobierno siempre este radical vota a favor. Esto tampoco es fake.

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DIBUJO: PABLO TEMES ‘EN POSE’ SANTIAGO POSSE
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