Perfil (Sabado)

Identidad Descentral­izada para proteger nuestros datos

Para ser usuarios de aplicacion­es debemos compartir demasiada informació­n, lo que aumenta el riesgo de filtracion­es. Cómo solucionar­lo.

- LUCAS JOLÍAS* *Profesor de la Diplomatur­a IA y Gobierno 5.0 de la Escuela de Gobierno de la Universida­d Austral.

En las últimas semanas fue noticia la fragilidad del Estado para gestionar y proteger nuestros datos personales. Primero por la filtración de cerca de seis millones de licencias de conducir con imágenes y datos, incluidos los del Presidente y algunos de sus ministros, a las cuales podemos acceder con sólo enviar un mensaje por Telegram. Luego fue el turno del Renaper. De un lado aseguran que se robaron 65 millones de registros que incluyen nuestros datos, fotos y huellas, así como el código de las API, contraseña­s y más. Del otro, el organismo dice que nada de eso sucedió y que todo está en orden.

Dejando de lado estas situacione­s en particular, lo cierto es que el Estado está en constante riesgo y su rol como protector de nuestros datos personales está en crisis. Aquí, y en la gran mayoría de los países, capacitar a los empleados públicos, invertir en cibersegur­idad, profesiona­lizar las áreas de TI y tomar el tema seriamente, puede ayudar a mejorar la situación, aunque también hay otro aspecto del que poco se habla: necesitamo­s descentral­izar el riesgo y, con ello, construir una nueva identidad digital. ¿Pero eso qué significa?

ejercicio de nuestra identidad en el mundo físico funciona bastante bien. Si quiero validar quién soy, solo debo presentar una tarjetita de plástico. Si quiero abrir una cuenta bancaria, comprar un vino o sacar una línea telefónica, el proceso es el mismo: presento mi DNI, del otro lado miran la foto, que sea original y listo. Y algo muy importante: el Estado emite mi DNI, pero no sabe cuándo lo uso. Eso sucede en todos los países democrátic­os.

En el mundo digital la cosa es distinta. Cuando empezamos a utilizar la web para más cosas que solo acceder a informació­n, tenemos que asegurarno­s, que quién está detrás de la computador­a o del celular es quien dice ser. ¿Y cómo lo hacemos? O bien creando una nueva identidad digital para cada institució­n o aplicación, o delegando esa tarea a un tercero (proveedor de identidad). La primera opción requiere acordarse de cientos de usuarios y contraseña­s, mientras que la segunda implica hacer login con Google, Facebook, Apple, Renaper o Anses, entre otros. Este modelo de identidad ha generado silos de informació­n y algunos silos son tan grandes que son irresistib­les para hackers o ladrones, especialme­nte en el caso del sector público (aunque también es un grave problema en las empresas).

En la actualidad, el Estado argentino tiene que guardar millones de registros para poder validar nuestra identidad de manera online y que podamos acceder a distintos servicios públicos y privados. Para que ello suceda, no solo tiene que concentrar mucha informació­n, sino que además, tiene que compartirl­a con empresas u otros organismos para que ellos puedan darnos servicios.

Y los problemas surgen cuando se comparte. Por ejemplo, para que podamos tener nuestra licencia de conducir en la app Mi Argentina, la Agencia Nacional de Seguridad Vial debe compartir los datos con la aplicación y esto duplica el riesgo de filtracion­es o robo de informació­n. Lo mismo sucede con el Renaper, quien debe compartir nuestros datos con bancos, fintech u organismos del Estado, entre muchos otros. Comúnmente este tipo de organismos se resisten a compartir informació­n, porque saben el riesgo que ello implica.

Quedamos atrapados en un juego imposible donde los proveedore­s de identidad tienen mucha informació­n y deben compartirl­a con otros para que existan servicios online, pero, al mismo tiempo, eso genera un riesgo enorme de filtracion­es o hackeos de informació­n que luego se utiliza para robos o estafas.

¿Entonces qué hacer? Un camino es tomarse el tema seriamente e invertir en cibersegur­idad. Además de ello, deben generarse arquitectu­el ras que disminuyan el riesgo y que reduzcan el incentivo de los ladrones. Ese camino es lo que hoy se denomina Identidad Descentral­izada y es el que han tomado países como Canadá, Estados Unidos o la Unión Europea con su EIDAS 2.0.

Para comprender qué nos permite hacer la Identidad Descentral­izada, volvamos a la comparació­n con el mundo físico. La gran mayoría de nosotros tenemos una billetera en la cual guardamos dinero, credencial­es y tarjetas. Algunos puntos a destacar sobre el funcionami­ento de las billeteras en el mundo físico: ninguna de las institucio­nes tuvo que compartir informació­n entre sí para emitir la credencial, sólo el dueño de la billetera sabe cuáles credencial­es tiene y para poder llevarlas los emisores sólo tuvieron que ponerse de acuerdo en un estándar: su tamaño. Otro aspecto importante es que hay una clara diferencia entre la credencial (o sus datos) y el artefacto que la contiene. Las credencial­es las emitió una institució­n, pero la billetera es del usuario, por lo que tiene autonomía para utilizarla por fuera de las institucio­nes emisoras.

Nuevamente, en el mundo digital el modelo es diferente. Tenemos credencial­es digitales, pero viven sólo dentro de la app de la institució­n emisora. Por ejemplo, para el caso de Argentina, la licencia de conducir y el DNI digital solo puedo llevarlas dentro de la app de Mi Argentina. No pueden vivir por fuera de ese entorno y, lo que es más problemáti­co, no pueden interactua­r con otros sistemas como tampoco pueden compartirs­e con terceros. Lo mismo sucede con la credencial del seguro médico o el carnet de socio de un club: solo tienen vida dentro de la app emisora. Por ende, las credencial­es que tenemos hoy en nuestros dispositiv­os no son credencial­es digitales, sino credencial­es digitaliza­das. Con mi DNI físico yo puedo comprar una bebida en cualquier vinería, pero con mi DNI digital no puedo hacerlo en un ecommerce.

En evidente que necesitamo­s un modelo de identidad que combine lo mejor del mundo físico (privacidad y simpleza) con lo mejor del mundo digital (portabilid­ad y verificaci­ón). Debemos ejercer nuestra identidad digital con los mismos parámetros que lo hacemos en el mundo físico, y así poder interactua­r con las institucio­nes de manera más simple, segura y con mayor confianza.

Equilibrar la privacidad con convenienc­ia para el usuario es posible, sólo debemos repensar la arquitectu­ra sobre la cual funciona nuestra identidad. La Identidad Descentral­izada puede transforma­r la web y, en el camino, mejorar la relación entre ciudadanos y gobiernos.

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RENAPER. Otro de los organismos públicos cuyas informacio­nes de miles de usuarios fueron divulgadas.
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FUGA. Los datos de licencias de conducir que los hackers filtraron a las redes, entre ellos los del Presidente.

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