EL ADIOS A UNA VOZ INOLVIDABLE
El viernes 30, la radiofonía argentina perdió a una de sus voces más representantivas. Esa mañana, a los 78 años, murió Betty Elizalde, a quien hace tres años le habían detectado un cáncer de pulmón. Sus restos fueron velados en Casa Zuccotti, de avenida Córdoba al 5000, y al día siguiente fueron cremados en el Cementerio de la Chacarita. La acompañaron su marido, el médico psiquiatra Jorge Carpossi, con quien estuvo casada durante 50 años; y sus dos hijos, Patricio y Carla. Además, amigos y colegas como Sebastián Wainraich, quien conoció a Betty cuando era productor de Fernando Peña; Liliana Parodi, actual gerenta de programación de América, quien compartió varios trabajos con Betty; y Mariano Closs, que la adoraba y le dedicó emotivas palabras hace unos días cuando ganó un Martín Fierro de radio. A todos los atravesó el dolor por haber perdido a una maravillosa persona tanto en lo personal como en lo profesional, que marcó una época con su voz.
Su verdadero nombre era Deolinda Beatriz Bistagnino y cuando cumplió 18 años decidió que iba a ser locutora de radio. Para lograrlo debió enfrentarse a sus padres, quienes querían que fuera médica. Así que los primeros seis meses de la cursada en el ISER fueron durísimos. En su casa, sus padres no le hablaban. Sólo una tía la ayudaba a costear algunos libros y los pasajes en tren. Con 18 años, Deolinda adquirió el nombre Betty y consiguió su primer trabajo
A los 78 años, a causa de un cáncer de pulmón, dejó de existir una de las profesionales más queridas y respetadas de la radiofonía argentina. Arrancó a los 18 años y a lo largo de su carrera, no sólo logró notables éxitos, sino que se convirtió en referente obligada de cada nueva camada de locutores. Muchos colegas la recordaron con cariño en las redes sociales
frente a un micrófono. Fue el principio de una carrera formidable. A mediados de los 70 y principios de los 80, Elizalde ya era una de las locutoras más reconocidas del país. Por ese entonces, hizo clásicos del éter como El buen día, por Radio del Plata; La burbuja, por Belgrano; y Las siete lunas de Crandall, en Continental, entre muchos otros. Por supuesto, se transformó en la referente de las nuevas generaciones de conductoras y en una de las figuras más queridas en el ambiente por su cálidez. En 2015, mientras era sometida a sesiones de quimioterapia, le dijo a Pronto: “Siempre miré de frente a la muerte. Jamás sentí miedo ni me sentí inmortal. Siempre tuve en claro la finitud de la vida. Sé que me voy a morir porque vivo. La muerte es consecuencia de vivir. No tengo miedo y ya tengo pensado hace años cómo quiero que sea mi despedida. Ya se los dije a mis seres queridos: que me velen y me cremen. Nada de andar tirando las cenizas en una plaza o en el Río de la Plata. Que las dejen allá, en el cementerio o donde me incineren y listo. La vivo con la mayor naturalidad posible”. Hoy el dolor por su muerte invade a muchos. Tanto a sus familiares como a sus colegas y a sus oyentes. La radio la va a extrañar para siempre.