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“ME TUVIERON QUE SACAR EN HELICOPTER­O PARA LLEGAR A MI CASAMIENTO”

- Belén Canonico Fotos: Virginia Rodríguez Agradecimi­entos: Toche Hombres

Es un histórico del noticiero de Telefe y durante enero reemplazar­á a Rodolfo Barili en la conducción. Su primera cobertura importante fue el atentado a la AMIA y recuerda que por una nota casi falta a su boda: “El día anterior estaba cubriendo unas inundacion­es en Santa Fe y la ciudad estaba aislada. Prefectura me sacó en un helicópter­o, me dejó en medio de una ruta, caminé hasta un regimiento y me pedí un remis al

aeropuerto. Llegué justito”

Hace más de 20 años que Guillermo Panizza (48) se luce como periodista en Telefe Noticias. Y a lo largo de su carrera, ha sido reconocido con varios premios, entre ellos dos Martín Fierro como mejor cronista. “Es un enorme reconocimi­ento que se da gracias al trabajo en equipo. Para mí es un orgullo formar parte de Telefe, que es mi segunda casa”, cuenta quien reemplazar­á durante todo enero a Rodolfo Barili en la conducción del Noticiero de las 20. -¿Siempre quisiste ser periodista? -No, yo quería ser mediocampi­sta de Ferro, soy fanático, muy futbolero. Empecé a los 3 años como socio del club y pasé toda mi infancia y adolescenc­ia ahí adentro. Llegué a jugar al béisbol, pero siempre quise jugar al fútbol.

-¿Y por qué jugaste al béisbol? -Porque me presenté a una prueba y tenía condicione­s: era rápido, bateaba bien. De hecho jugué en Ferro y en la selección metropolit­ana de béisbol. Era jardinero izquierdo y jugué hasta los 20 años. Me sirvió para tener disciplina deportiva, entrenar para alta competenci­a... Y eso me hizo estar mucho en el club y desear ser futbolista.

-¿Nunca te probaste?

-Nunca tuve la suerte de tener una prueba en Ferro. Fui a Savio Ochenta, en Villa Lugano, y quedé, pero no tuve la constancia como para seguir. En ese momento prioricé el colegio, pero me quedó la frustració­n del fútbol y del deporte.

-¿Y cómo canalizás esa frustració­n? -A través del periodismo. Al principio quería ser periodista deportivo, para seguir de cerca el fútbol, pero tampoco se dio (se ríe). Eso sí: no hay fin de semana que no vaya a ver a Ferro. Voy con mi papá y con amigos. Tenemos un grupo de Whatsapp en el que nos la pasamos hablando sobre el club y sufriendo porque hace 18 años que está en la B. También discutimos sobre cómo hacer para que mejoren las cosas en el club.

-¿Te gustaría formar parte de la comisión directiva?

-La verdad es que no tengo ni el tiempo ni el conocimien­to para gestionar una institució­n deportiva, pero me encantaría colaborar desde donde pueda: el periodismo, las relaciones públicas. Apoyar a alguien que lo haga estaría buenísimo.

-¿Cómo entraste a Telefé?

-Estaba estudiando la Licenciatu­ra en Periodismo en la Universida­d del Salvador y en 1993 hice una prueba para entrar a Red de Noticias, que era el cable de noticias del canal. Empecé como pro-

ductor, después pasé a ser cronista y ahí empecé mi carrera en Telefé Noticias. -Como cronista te tocó cubrir noticias muy importante­s, ¿te acordás cuál fue la primera?

-Sí, el periodismo en noticieros es una montaña rusa. Mi primera cobertura fuerte fue el atentado a la AMIA, en el ‘94, y de casualidad, porque yo estaba a unas cuadras haciendo una guardia al Polaco Goyeneche y nos avisaron que había un escape de gas cerca, en la calle Pasteur. Pero a medida que íbamos acercándon­os nos dimos cuenta que era algo mucho más grave. Terminamos quedándono­s dos días ahí adentro para hacer la cobertura.

-Habrá sido muy impactante. -Totalmente. Además, cuando llegué ni siquiera sabía lo que era la AMIA. Tenía 23 años y esa fue la entrada a un mundo nuevo a raíz de un hecho tan condenable como el atentado. En ese momento no medía el riesgo de estar dos días completos ahí, tampoco había experienci­a en materia de coberturas ni tampoco para hacer los rescates. Y a pesar de lo duro que fue, confirmé que quería seguir trabajando como periodista.

- Si bien no te dedicaste de lleno al periodismo deportivo, cubriste dos mundiales de fútbol.

-Fui al de Alemania en 2006 y al de Brasil 2014. En ambos estuve 48 días. En el primero, mi hija mayor tenía 2 años y me extrañaba mucho, se enfermaba, tenía ataques de asma. Fue muy fuerte e intenso. El apoyo de mi familia fue fundamenta­l. Ya en el mundial de Brasil las nenas estaban más grandes, fue otra cosa.

-Pero además de este tipo de eventos, en lo cotidiano te toca trabajar con historias más duras. ¿Te cuesta no involucrar­te?

-Me involucro mucho, demasiado. Y desde que fui papá tengo la sensibilid­ad a flor de piel. Si hay historias que involucran a familias o a niños que están en una situación comprometi­da me afecta, porque yo veo a mis hijas en esas personas. Uno cree que se pone un caparazón y que puede tomar una distancia, pero cuesta mucho.

-¿Hablás de estas cosas con tu familia?

- Sí, a veces llego a casa triste o de malhumor y charlamos sobre lo que me tocó vivir. Ahí entienden un poco más, pero a veces resulta difícil para los que no están en esta tarea. Eso independie­ntemente de los faltazos a los cumpleaños, fiestas. Imaginate que el día anterior a mi casamiento estaba cubriendo unas inundacion­es tremendas en Santa Fe y no sabía cómo volverme para llegar a tiempo porque la ciudad estaba aislada. -¿Y cómo hiciste?

-Tengo que agradecerl­e a Prefectura que me sacó en un helicópter­o y me dejó en medio de una ruta. De ahí caminé hasta un regimiento y me pedí un remis para que me llevara al aeropuerto. Llegué a Buenos Aires y directamen­te me casé (se ríe).

-Tu mujer es una santa.

-Sí, en ese momento Giselle comenzó a entender de qué se trataba mi trabajo. Ella es contadora, está en un mundo completame­nte distinto, muy racional y analítico, y creo que eso nos ha ayudado mucho, porque no se superponen las locuras del trabajo.

-¿Hace mucho que están en pareja? -Sí, la nuestra es una historia muy particular: éramos novios en la adolescenc­ia, en un momento nos separamos, ella se fue a vivir afuera y cada uno hizo su vida. Unos años después nos reencontra­mos y nunca más nos separamos. Tenemos dos nenas: Magdalena (14) y Lola (9). Ellas son la luz de mis ojos. -¿Cómo se llevan con tu trabajo?

-Lo ven como algo natural, ya perdieron el encanto de verme en la tele. A lo mejor a veces me preguntan por algún colega, si pueden venir a sacarse una foto con Mirko, o ir a una gala de La voz argentina. Ellas se bancaron todas. Por ejemplo, en 2010 cubrí el terremoto de Chile y me fui con una mochilita y volví quince días después con cinco kilos menos porque ni comíamos. Además me perdí el cumpleaños de 15 de mi sobrina, algo que me dolió mucho. Pero luego de la cobertura, mi sobrina me esperó y me armó una cena recreando su cumpleaños. Algo muy lindo que no me voy a olvidar nunca más.

-Volvamos a tu profesión, ¿sos de ponerte metas?

- Yo me siento afortunado. Cuando recién empezaba mi obejetivo era conocer distintas realidades, Latinoamér­ica, el mundo. Sembré esa curiosidad y coseché la fortuna de viajar mucho, conocer e involucrar­me en un montón de realidades. En algún momento me propuse conducir un noticiero y no se dio, pero no me frustra para nada. No tengo aspiracion­es a largo plazo, voy disfrutand­o el día a día.

“NO HAY FIN DE SEMANA QUE NO VAYA A VER A FERRO” Cuenta pendiente Panizza cuenta que de chico su sueño era ser mediocampi­sta de Ferrocarri­l Oeste, el club

de sus amores.

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Guillermo suele llegar agobiado a su casa luego de cubrir historias duras. Pero allí lo contienen su mujer Giselle y sushijas Magdalena, de 14 años; y Lola, de 9.
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