Pronto

DAR ES DAR

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Los gestos solidarios siempre existen. Pero en tiempos de crisis, cuando aflora el individual­ismo y muchos se miran el ombligo, se hacen más visibles y brindan una lección superadora a toda la sociedad. En los últimos días, salieron a la luz dos noticias que nos muestran que dar una mano vale mucho más de lo que cuesta. El primer hecho ocurrió en Daireaux, en el oeste de la provincia de Buenos Aires. Hace algunos meses, Julieta Colinas tuvo la valentía de contar que su hija Morena, de nueve años, había sido abusada por su ex pareja. Con mucho esfuerzo logró contener a la nena y a modo de ejercicio de resocializ­ación le propuso organizar una merienda con sus amiguitas para celebrar el inicio de las vacaciones. Tanto se entusiasmó Morena con la idea, que aportó sus ahorros para comprar la comida y las bebidas de la fiesta. Pero la sorpresa (e indignació­n) de Julieta fue cuando en el grupo de madres de Whatsapp las otras “mamis” le dijeron que sus hijas no iban a aceptar la invitación. ¿El motivo? Resulta confuso, pero como muestra vale citar la respuesta de una de las mujeres: "Aprendé a ser más madre, porque hasta el momento venís fallando. Yo a mi hija la cuido y no voy a dejar que le pase algo". Un acto de discrimina­ción incomprens­ible. Llena de bronca y angustia, Julieta hizo pública la historia en las redes y la reacción fue inmediata: los vecinos decidieron hacer una merienda colectiva y con el slogan #NiUnaMoren­aMas, se armó una campaña que convocó a unas 50 personas con sus hijos que compartier­on la tarde con ella en el Parque Ingeniero Angel Martín, con regalos y cartas emotivas incluidos. Brenda Coloccini, organizado­ra de la merienda, destacó que no conocía ni era familiar de Julieta ni Morena y que “esto lo hago de corazón”.

La otra noticia llegó desde Oberá, Misiones. En la oficina de ANSES, los empleados levantaron la vista de los interminab­les formulario­s y vieron a una señora, Agripina Benitez, de 62 años, llorando. Agripina había llegado hasta allí pidiendo fiado el viaje de colectivo y con la ilusión de cobrar su primera jubilación. Pero como toda su vida trabajó como empleada doméstica y no tenía todos los aportes correspond­ientes, tuvo que acogerse a una moratoria. La burocracia exige que la primera cuota de esa moratoria debe abonarse con un depósito de dinero en efectivo, mientras que el resto se va descontand­o de la jubilación. Agripina tenía que pagar 448 pesos. Obviamente, no los tenía. Y lloraba desconsola­da. Hasta que, como en un cuento navideño, varios empleados hicieron una vaquita, realizaron el depósito correspond­iente y de paso le dieron plata para que pudiera volver a su casa. Hoy Agripina completó el trámite de su jubilación, cobrará 9309 pesos por mes y tendrá cobertura médica de PAMI. Es tan simple como cierto: volver a mirar al otro, generando gestos que son lecciones.

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Morena disfrutó de una merienda solidaria junto a sus vecinos de Daireaux.
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Agripina muestra orgullosa su trámite jubilatori­o aprobado.

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