Pronto

CUANDO VOY “ A UNA MARCHA FEMINISTA LLORO DE ALEGRIA”

- Mariano Caruso Fotos: Virginia Rodriguez

Además de una prolífica trayectori­a, la actriz

milita por los derechos de la mujer desde que era adolescent­e. Creó ciclos de TV, hizo mesas

redondas y habló de la problemáti­ca de género por todo el mundo, pero hoy se hizo a un lado “porque ya no me da el cuerpo.. Yo ya hice todo lo que hacen las chicas

y soy muy feliz cuando las veo”

Los cambios de clima del otoño le jugaron una mala pasada y lo voz de Marta Bianchi sufre las consecuenc­ias. A pesar de estar disfónica, recibe a Pronto para una larga charla y asegura que, con unas tazas de café, podrá con la entrevista. A la noche la espera una función de ¡Viva la vida!, la obra que encabezó hasta el pasado domingo (reestrenar­an en Termas de Rio Hondo en algunos meses) junto a Nora Cárpena, Rodolfo Ranni, Mercedes Carreras, Alberto Martín y Jorge Martínez, pero la actriz dice que va a llegar bien: “Sólo es cuestión de ir calentando la voz”, asegura. El lunes 15 de abril estrenó también La Monja Judía, de Lazaro Droznes, junto a Gustavo Rey con dirección y puesta en escena de Eduardo Lamoglia, y que hará todos los lunes en el teatro El Tinglado. “Tengo más de 70 -dice sin querer, con algo de coquetería, para no revelar su edad exacta-, pero me mantengo muy activa porque actuar es mi vida”, confiesa. Lo fue desde muy chica, cuando pocas cosas en la casa paterna de Barrio Norte hacían preveer que se inclinaría por estudiar teatro. Su padre, Edmundo, tenía una gran cadena de panaderías y llevaban una vida acomodada. “Pero la parte artística estaba en mi familia. Mi mamá, Raquel, había querido ser cantante lírica. Mi abuela no la dejó porque le decía que era un oficio de putas. Otra abuela mía fue modista de la Escala de Milán, y un primo italiano es actor. Con él nos vemos muy seguido y lo voy a ver a actuar casi todos los años”, comenta.

-¿Que dijeron tus padres cuando les dijiste que querías ser actriz?

-Cuando le dije a mi padre, primero se preocupó, pero después me apoyó.

-Tu familia tenía un buen pasar económico. Al elegir la vida de la actriz, elegiste la bohemia. ¿Alguna vez te faltó la plata?

-Sí, pero yo sabía que tenía red y mi padre podía bancarme. Además empecé a trabajar rápido, incluso cuando estaba estudiando. En el Conservato­rio te decían que te ibas a deformar, pero yo trabajaba igual. Por otro lado, en esa época era más fácil vivir: se necesitaba menos plata, éramos pibes y bastante gasoleros. No necesitába­mos mucho para ser felices. Recién con los años me fui haciendo más burguesa. Pero cuando era piba, cuando ganaba plata la gastaba y si no tenía, comía fideos y no me importaba porque era feliz haciendo lo que hacía. Estaba enamorada, tenía dos hijas deseadas, y trabajaba de lo que había soñado. ¡Qué más podía pedir! La felicidad no se compra.

En 1974, la felicidad de Marta y su entonces marido Luis Brandoni (con quien tenían a Micaela y Florencia), se truncó. Amenazados de muerte por la Triple A, debieron exiliarse en México. -Filmaste Made in Argentina la versión de la obra Made in Lanús, donde interpreta­bas a una mujer que vuelve del exilio junto a su marido y sus hijas luego de la dictadura. ¿Allí volcaste tu propia experienci­a de vida?

-Si, porque fue un shock muy importante. Cuando yo iba en el avión volando a México, pensaba; “Si no consigo trabajo de actriz, ¿qué voy a hacer?”. Pero el exilio para mi fue muy feliz. Yo me puse muy positiva y me dije a mi misma: “Sé vivir bien con poco o con mucho y sé vivir rodeada de cosas lindas porque me las creo”. Y así fue, pude trabajar. Con Beto nos contrataro­n como primeras figuras y pudimos trabajar. Hubo amigos de la cultura que nos consiguier­on becas para las nenas en un colegio muy prestigios­o donde iban todos los exiliados. En ese colegio estaban los hijos de Salvador Allende, por ejemplo, y había un montón de maestras argentinas.

-Fue un año en el que pudieron sentirse como en casa...

-Sí, volvimos a fines del 75, poco antes del golpe.

-Y luego los secuestrar­on...

-Sí. Es muy fuerte que te priven de la libertad, que te lleven violentame­nte como si fueras un delincuent­e. Pasamos por una violencia brutal, donde ellos ejercieron un poder con una impunidad tremenda. El 9 de julio del ‘76, Bianchi y Brandoni fueron secuestrad­os por la patota de Aníbal Gordon. Con los ojos vendados, fueron llevados al centro clandestin­o de detención conocido como Automotore­s Orletti. Interrogad­os a la fuerza y amenazados de muerte, un llamado oportuno de Emilio Alfaro al general Arturo Corbetta los liberó de las torturas y de una posible desaparici­ón. “¡Basta de amigos judíos y obras bolches!, les gritaron los secuestrad­ores desde el Falcon verde que los dejó en los alrededore­s de su casa, cinco horas después del secuestro. “Tuvimos la suerte de sobrevivir. Recién después de muchos años supe quién nos había salvado... Una persona que yo conocía, un militar que no era un amigo sino alguien que había visto en circunstan­cias sociales, que era Corbetta. Le debemos la vida”, recuerda Marta aún con dolor.

-Supongo que esa experienci­a traumática está al servicio del personaje de La Monja Judía, quien debe pasar por el infierno de Auswicht durante la Segunda Guerra Mundial.

-Sí. Stein - la obra está basada en la vida

de Edith Stein, filósofa alemana judía que se convirtió al catolicism­o dentro de la orden de las monjas carmelitas - es una mujer admirable. Una judía atea y feminista. Esto último es un nexo muy importante que tiene conmigo. Yo soy feminista desde mi adolescenc­ia y siempre me hice preguntas sin encontrar respuestas. Las encontré leyendo El segundo sexo, de Simone de Beauvoir. Supe que había mujeres que se habían hecho las mismas preguntas, que habían luchado, y que habían pagado también enormes consecuenc­ias. Una de esas mujeres fue Stein, que se convierte al cristianis­mo estudia filosofía y luego de la primera guerra escribe libros. Luego es perseguida por los nazis, se hace Carmelita y en el convento puede seguir escribiend­o. Termina en Auswicht, luego es canonizada y se convierte en la patrona de Europa.

- Hablabas de tu feminismo, ¿Cómo era ser feminista en los ‘60?

-Cuando yo empecé a decir que era feminista, todos me aconsejaba­n que no lo dijera porque estaba mal visto. Nunca me importó. Al contrario: creo que el feminismo es la búsqueda de una democracia verdadera, con hombres y mujeres teniendo igualdad de posibilida­des. Por entonces se decía que las feministas eran feas o mal cogidas. A mí no me lo podían decir: era joven, linda y tenía pareja. No daba con el physique du rol de los machistas. Eramos pocas las feministas por entonces, y hasta los mismos amigos se burlaban de nosotras. -Hiciste mucho con tu trabajo para visibiliza­r el problema.

-Sí. De fulanas y menganas fue una idea mía. Empezaba a democracia y yo pensaba que era imposible que hubiera una democracia real si no cambiábamo­s lo que pasaba en las casas. Quería que el televident­e pensara lo que pasaba adentro de su propia casa. Muchos de esos capítulos hoy tienen una vigencia impresiona­nte. -¿Cómo ves el movimiento de Actrices Argentinas?

-Estoy con todo con ellas. No milito porque lo hice toda la vida: soy una de las fundadoras de La mujer y el cine; creé en el INCAA un programa de género y cine; y estuve diez años sin trabajar y poniendo mi plata sólo para crear conciencia. Recorrí el mundo mostrando cortos con la problemáti­ca de género. Me fui del INCAA porque era un nido de ratas. Yo ponía mi plata y trabajaba, pero había algunos celosos que me hacían bullying porque salía en la foto con el presidente del instituto.

-¿Por qué no podés seguir militando? -Porque ya no me da el cuerpo, porque tengo trabajo en teatro y porque siempre ando con pareja (Risas). Por otro lado, yo ya hice todo lo que hicieron las chicas y soy muy feliz cuando las veo. Voy a las marchas cuando puedo y lloro de alegría por lo que estoy viendo.

-Es un gran avance...

-Enorme. Me acuerdo que con La mujer y el cine hacía mesas redondas y mis propias colegas me mentían en la cara. “¿Discrimina­ción? ¿Acoso? No, jamás me pasó”, me decían. Dejé de hacer las charlas por la bronca que me daba la hipocresía.

-¿A vos te pasó?

-¡Pero claro que me pasó! Y a todas esas mentirosas también les pasó.

-Cuando ves un caso como el de Thelma Fardin, ¿le creés?

-Por supuesto. Toda la vida hubo perversos. Yo ahora soy grande, pero cuando era piba hacía lo que podía... Venía uno que se habría la bragueta en la calle y salía corriendo. No lo contaba, hasta sentía culpa. Ya de grande, cuando alguno me gritaba en la calle, me frenaba y le decía: “Vení, dale... A ver qué tan macho sos”. Y el tipo salía corriendo.

-Hace poco contaste que volverías a trabajar con Brandoni, pero que él no te habla. Hace más de veinte años que se separaron, tienen dos hijas, nietos, ¿no pudieron arreglar nunca la situación?

-Le tengo mucho cariño y es mi socio en lo mejor de la vida. Es como un pariente lejano que no tiene relación conmigo. Está enojado. Pero te aclaro que después de él yo tuve una relación de dieciocho años con alguien que no era famoso. Tuve una vida en estos años, ¿eh? -¿Ahora estás en pareja?

-Siempre hay algo. Tengo un amigovio. Lo conozco hace mucho y no puedo decir que estoy en pareja, pero hace poco comenzamos algo lindo.

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Etapa negra
En 1974, Marta, Luis Brandoni y sus hijas Micaela y Florencia debieron huir a México, amenazados por la Triple A: “Pese a todo, me puse
muy positiva”.
“PARA MI EL EXILIO FUE MUY FELIZ” Etapa negra En 1974, Marta, Luis Brandoni y sus hijas Micaela y Florencia debieron huir a México, amenazados por la Triple A: “Pese a todo, me puse muy positiva”.
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La semana pasada Marta recibió la visita de su hija Micaela en estreno de La monja judía. A la derecha, cuando estaba casada con Luis Brandoni: “Es como un pariente lejano que no tiene relación
conmigo”, reflexiona.
Retratos de familia La semana pasada Marta recibió la visita de su hija Micaela en estreno de La monja judía. A la derecha, cuando estaba casada con Luis Brandoni: “Es como un pariente lejano que no tiene relación conmigo”, reflexiona.

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