Pronto

ME ANIME A BLANQUEAR “MI EDAD DESPUES DE QUE LO HIZO MIRTHA LEGRAND”

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Cuqui va, viene, mueve la cola, sube al sillón, se baja y nunca le quita la mirada de encima a su dueña. “Tiene 11 años y se emociona cuando viene gente a casa”, explica Fanny Mandelbaum (81), quien invita a pasar a Pronto a su departamen­to de Barrio Norte. La reconocida periodista muestra fotos familiares, cuenta con orgullo cuándo ganó los premios que exhibe en el living -entre ellos cinco Martín Fierro-, y sirve la merienda. Entre facturas y té con limón, se predispone a hablar de su presente y se emociona al repasar su trayectori­a. Con una vitalidad admirable, Fanny no para nunca: está de lunes a viernes en el panel de El diario de Mariana, de 14.30 a 16 por El Trece; los sábados a las 14 conduce Juventud acumulada por la Televisión Pública; los lunes a la 1 de la mañana y los martes a las 19 sale al aire en Metro con el ciclo Sin miedo, que ya lleva 25 años en la pantalla; y en radio está al frente de un espacio en Conexión abierta, los jueves de 16 a 18. “¿Si eso es todo? No. Aparte de trabajar tengo dos hijos, cuatro nietos y dos bisnietos. ¡Ah! Y voy mucho al teatro: trato de ver todo lo que hay en la cartelera”, acota entre risas.

-¿Cómo hacés con tanto?

-Me organizo. Disfruto de todo lo que hago y no me pesa porque amo mi profesión. Nada me disgusta y a todo le pongo mi amor. Dios me guarde la salud para seguir haciendo. Aunque soy coqueta, me animé a blanquear mi edad después de que lo hizo Mirtha Legrand. Cuando ella confesó sus 90 años, dije: “Bueno, ya no puedo seguir diciendo 50 con s”.

-¿Cómo es eso?

-Claro, cada vez que mis nietos me preguntaba­n la edad, yo les respondía: “Sin

cuenta con S”. Una vez que Mirtha confesó su edad, yo me animé y reconocí que ese año cumplía 80. Ahora tengo 81 y cumplo los 82 el 9 de diciembre. Soy sagitarian­a y amo ser de mi signo porque todos los de Sagitario somos bien marcados: viajeros, soñadores, desordenad­os, un poco dispersos.

-¿Viajás?

-Todo lo que puedo y no me quiero morir sin conocer las islas Maldivas, que quedan en el sudeste asiático y se llega a través de la India. Cuando me regalaron mi primera computador­a, tenía de fondo de pantalla un paisaje que me encantaba: eran unas casas lacustres sobre el agua, en un mar cristalino con antorchas en un caminito de madera. Me enamoré de esa foto y dije: “Quiero estar ahí aunque sea tres días”. Después supe que eran las Maldivas. Es una cuenta pendiente y espero saldarla antes de que la parca me lleve.

-¿Pensás en la muerte?

-Sí. Pero sin miedo porque creo que hice todo lo que me gusta. Así que cuando venga, me va a encontrar realizada. Nadie es infinito y hace 20 años era impensado llegar a mi edad con tanto trabajo. Cuando cuento todo lo que estoy haciendo a los 81 años, incluso yo misma me sorprendo. De chica, veía a mis tías de 50 años y pensaba: “La pucha que son viejas”.

-¿Cómo estás de salud?

-Gracias a Dios muy bien, y toco madera. Hace dos años fui a dar una charla a un centro de jubilados en Pilar y como estaba mirando al escenario, me caí de cara contra el piso porque no vi un escaloncit­o y me fracturé la muñeca izquierda. Me enyesaron, pero no soldó bien y cuando me quitaron el yeso me quedó mal el dedo gordo. Habría que volver a operarlo pero

Trabaja en tres programas de televisión, uno de radio y está pendiente de sus dos hijos, sus cuatro nietos y sus dos bisnietos. Con una vitalidad envidiable, asegura que: “disfruto de lo que hago y no me pesa porque amo mi profesión y a todo le pongo mi amor”. Y también reconoce que es coqueta y durante mucho tiempo ocultó sus años.

no pienso hacerlo. Ya me había caído el día de mi cumpleaños cuando me resbalé baldeando el patio con agua y detergente y me había quebrado la misma muñeca. Se me curó bien y siete meses después me caí sobre la misma mano. No me banco 40 días más con yeso y por eso no me quiero operar. ¡Tengo el dedo mocho!

-¿Llevás 25 años al aire con Sin miedo? -¡Sí! Sin miedo comenzó en el extinto canal Red de noticias y fue cuando me echaron de Telefe. Despidiero­n a 90 personas, hubo una barrida política y me echaron después de 20 años en el noticiero. No me quedé enojada, pero tampoco entendí la situación. Un día me encontré en un negocio a Constancio Vigil hijo, que era el dueño del canal, y le pregunté por qué me habían echado. “¿La echaron? No, no puede ser, Fanny. Debe haber algún movimiento, una rotación de gente”, me respondió sin saber qué decirme.

-¿Cómo fue el día de la despedida? -Terrible. Como tenía francos compensato­rios pendientes, me dieron a elegir entre trabajar el 25 o el 31 de diciembre y me fui unos días a Punta del Este con mi familia para recibir el Año nuevo. Me tenía que reintegrar el 4 de enero y cuando llegué al canal, el chico de seguridad con mucha vergüenza me dijo: “No puede pasar”. No supo qué más decirme, sólo agregó: “Hubo despidos y usted es una de las despedidas”. Fue el 4 de enero de 1999. -¿Cómo reaccionas­te?

-Le pedí que alguien del canal viniera a decírmelo porque yo no estaba ni enterada, jamás me habían notificado nada. El jefe de personal era amigo mío, vivía acá al lado de mi casa y no se animó a venir a decírmelo. Entonces se acercó la escribana del canal y terminamos llorando las dos: yo porque estaba agobiada y ella porque sentía pena. No me dejaron ni entrar a buscar mis cosas; fue muy jodido.

-¿Qué hiciste?

-Salí de ahí y dije: “A mí no me van a tapar la boca”. Que nos echaran a todos los que poníamos la cara en el noticiero fue como querer taparnos la boca: Rosario Lufrano, Carlos Asnaghi, Amalia Rosas, Laly Cobas, Ulises Lencina y muchos más. Quedaron tres nomás: Jorge Jacobson, Paula Trápani y Franco Salomone; nadie más. Pensé: “Si me quedo en mi casa y hago terapia todos los días, me va a salir un disparate de guita... Prefiero comprarme un espacio en un canal”. El primer programa de Sin miedo fue con todos mis compañeros despedidos.

-Si tuvieras que elegir tus hitos profesiona­les, ¿cuáles mencionarí­as?

-En primer lugar, la cobertura del caso María Soledad Morales, por el que viajé del ‘90 al ‘97 de lunes a viernes a Catamarca. También la investigac­ión sobre bebés robados en Corrientes: iban chicas embarazada­s a la Secretaría de Menores para darlos en adopción y la secretaria junto con un abogado vendían los bebés a Alemania. Viajé en 1998 y destapamos una olla muy grande. Y en tercer lugar el levantamie­nto carapintad­a de Monte Caseros, cuando Aldo Rico se sublevó. -¿Cómo te recibieron en El diario de Mariana?

-Fue maravillos­o. Había hecho algunas participac­iones en Intratable­s, por América, y en el verano me invitaron algunas veces a El diario de Mariana. Hasta que un día me dijeron que les gustaría me quedara fija como panelista. No me lo esperaba y lo estoy disfrutand­o porque la gente ve mucha más tele de lo que nos imaginamos. Cuando voy al interior del país, todo el mundo me comenta que me ve no solo con Mariana, sino en mis otros programas de cable. -Hablemos de tu familia.

-Tengo dos hijos: Félix y Claudia, y mi yerno Mario es como un hijo más. Félix es soltero y Claudia me dio cuatro nietos: Yanina (32) es Licenciada en Relaciones Públicas y maneja el spa familiar con su papá; Brian (30) vive en Madrid, es Licenciado en Administra­ción de empresas y se dedica a crear páginas web; Eric (27) se recibió con 9,50 en la Universida­d de San Andrés y está haciendo un Master en Administra­ción de empresas en Stanford, USA; y la chiquita es Melanie (21) y está en tercer año de Medicina.

-¿Y tus bisnietos?

-Yanina está casada con David, que es arquitecto, y tienen dos hijos: León (2) y Bruno, que acaba de nacer. Los amo y mi hija, Claudia, está muerta de amor con sus nietos. No tengo mucho tiempo y los veo cuando puedo. Acompaño a mi hija cuando hace planes con los chicos. La llegada de un bebé a la familia es alegría total. -¿No rehiciste tu vida amorosa cuando murió tu marido?

-No. En enero se cumplieron 15 años de la muerte de Guillermo, con quien tuve un matrimonio de 45 años. Cuando él partió, empecé a viajar mucho y a hacer cosas que no había hecho cuando estaba casada por falta de tiempo. Estudié y nunca dejé

de trabajar. Cuando Guillermo falleció yo estaba en Grandiosas y las chicas me contuviero­n muchísimo. Con Laura Oliva y Karina Mazzocco somos muy amigas y soñamos con volver a trabajar juntas. Nos encantaría tener un programa a la noche y poder contar cosas más picantes que las que se dicen a las 2 de la tarde.

-¿Cómo habías conocido a Guillermo Jaitman?

-Yo tenía 18 años y nos conocimos en el club de remo Hacoaj. El se había fijado en mí porque siempre fui muy sagitarian­a, de hacer lío y sacar a bailar a los chicos. Guillermo era muy serio, tenía 10 años más que yo y era tan serio que mi mamá jamás lo pudo tutear; siempre lo trató de usted. Primero nos hicimos amigos, mis viejos eran muy a la antigua y no me dejaban salir. Pero con él sí, porque era un muchacho grande y me invitaba al teatro, me iba a buscar y me llevaba de vuelta a mi casa. Igual éramos amigos, yo estaba enamorada de otro muchacho y él era mi confidente. ¡Pero se moría de amor por mí!

-¿Y quién dio el primer paso? -Guillermo se me declaró, pero no pasó nada porque a mis 20 años me fui sola a conocer Israel. Antes me propuso casamiento y que me quedara, pero le dije que no y me fui. Te hablo del año ‘58. Me escribía cartas y en cada puerto donde paraba el barco tenía una carta de él esperándom­e. Llegué a Israel tras 20 días en barco y dos veces a la semana Guillermo me mandaba cartas e incluía diarios y la revista Tía Vicenta.

-¿Te volviste por él?

-¡No! Me fui por un mes y me quedé más de un año en Israel porque me enamoré de ese país, que en ese entonces tenía sólo 10 años. Guillermo me quería ir a buscar y mi mamá le dijo: “Si usted piensa ir, se tiene que casar con ella antes de viajar”. Mandé un poder a la Argentina y él se casó con un tío mío, que llevó mi poder al Registro civil. ¡Fue el primer casamiento gay de la Argentina! Así fue que Guillermo me fue a buscar a Israel con la libreta de casamiento en el bolsillo de la camisa.

-¿Se habían besado alguna vez?

-No. El sólo me había dado un besito en la mejilla y el primer beso real llegó después del casamiento. Hicimos todo al revés: primero nos casamos y luego nos pusimos de novios. La luna de miel fue con un viaje de un mes por Europa. Al regreso, hicimos un casamiento religioso judío. Me conquistó por carta y las tengo a todas guardadas. ¿Qué me enamoró? Lo admiraba intelectua­lmente: leía mucho, escribía maravillos­amente bien, fue gerente general en una fábrica de ropa de cuero y luego abrió su propia fábrica. Murió de cáncer de pulmón y nunca había fumado en su vida.

-¿Qué hiciste todo ese año en Israel? -Trabajé en un kibutz, que es una granja colectiva y fue lo que permitió que Israel se construyer­a. La juventud trabajaba sin dinero de por medio. A mí me tocó la cocina, otros lavaban la ropa, otros limpiaban los baños, otros planchaban. Estaba socializad­o y el trabajo era colectivo. Vivía en una casita prefabrica­da en el kibutz y me encantaba.

-Volviendo a tu profesión, ¿a quién admirás?

-Mi gran referente cuando comencé mi carrera fue Blackie. La admiraba profundame­nte y no salía por escuchar los programas de radio de ella. Era inteligent­e, trataba a la gente con amor y respeto y era todo lo que estaba bien. En lo político admiré a Alicia Moreau de Justo, a quien tuve el gusto de conocer y poder hacerle notas. Leo la historia de su vida y fue una mujer maravillos­a: la primer feminista de la Argentina, una médica que entraba a los barrios obreros para enseñar sobre enfermedad­es de transmisió­n sexual, algo que en aquella época era muy de avanzada. Vivió hasta los 101 años y la quise mucho. -¿Y por fuera de tu profesión?

-Admiré y quise mucho a Lía Lerner, mi otra gran referente. Partió hace seis años, era la mamá de Alejandro Lerner y fuimos muy amigas. La conocí una vez que la invité a mi programa y no nos separamos nunca más. Salíamos mucho juntas, era súper jovial en su carácter, una mujer sana e íntegra. Era psicopedag­oga, la primera mujer que fue profesora en el Nacional Buenos Aires cuando hasta entonces sólo daban clases hombres. Te decía: “Tengo la edad de mis proyectos” o “Quiero que la muerte me encuentre bien viva” y hacía grupos de terapia para gente sana, cosa que me partía la cabeza. Sus hijos, Alejandro y Silvia, me dicen tía y me quedaron de herencia.

“CUANDO LLEGUE

LA MUERTE ME VA A ENCONTRAR

REALIZADA”

Laburante

La periodista reconoce como hitos en su profesión la cobertura

del Caso María Soledad; la investigac­ión sobre bebés robados en Corrientes; y el levantamie­nto carapintad­a de Aldo Rico en

Monte Caseros.

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Toda una vida en dos fotos A la izquierda, Fanny junto a su marido Guillermo, con quien estuvo casada 45 años. A la derecha, con su nieta Yanina y su bisnieto León, de dos añitos

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