Pronto

“TOME CLASES DE TEATRO CON JULIO CHAVEZ PORQUE MORIA DE AMOR POR EL”

- Nicolás Peralta Fotos: Virginia Rodríguez

Hace radio con la Negra Vernaci y TV con Rodrigo Lussich y Carla Conte. De chico trabajaba en la empresa familiar y miraba las novelas de Migré. Más tarde, en un boliche gay, conoció a Florencia De la Ve y Jorge Ibáñez, quien lo bautizó con su actual apodo porque salía a la noche con una muñeca Barbie

Verborrági­ca, graciosa y extroverti­da, la Barby siempre hace ruido y casi nunca pasa inadvertid­a. Con su estrambóti­ca peluca y sus trajecitos al cuerpo con colores y diseños llamativos, logró hacerse un espacio dentro del mundo del espectácul­o y hoy se luce no sólo en la radio –está junto a la Negra Vernaci en FM Pop 101.5sino también en la televisión con su rol de panelista en Confrontad­os, en Canal 9. Pero la Barby no sería quién es sin el actor que le da vida: detrás de esas pestañas postizas y ese llamativo rouge, está Leo Veterale (53), el creador del personaje. “Nací en Paso del Rey, provincia de Buenos Aires, cerca de Moreno. Allí me crié, más allá del conurbano, donde pasa todo lo que se ve en Policías en acción”, lanza el artista entremezcl­ando el humor con la realidad. Y se presenta en una charla a fondo con Pronto: “Mi papá, Domingo, tenía una empresa de sal comestible e industrial y mi mamá, Longina, era ama de casa y atendía el local. Tengo dos hermanos mayores: Gladys tiene una escuela de decoración de tortas y Sergio es profesor de Matemática, Física y Química y sigue con el comercio de sal comestible familiar que se llama Sal Veterale no hay quien la iguale”.

-¿Tus padres viven?

-No. Mi papá falleció de un ACV en el 90 y pico, y mamá en 2014 que fue el año que me casé. Volvimos de la luna de miel en España y al mes se murió mi vieja. Tenía artrosis y le costaba vivir en el primer piso, entonces programamo­s mudarla

a una planta baja y al día siguiente de mudarse, se murió. Creo que fue emocional, que le costó salir de su casa de toda la vida. Tenía 84 años y murió por una úlcera sangrante.

-¿Cómo eras de chico?

-Muy extroverti­do, muy centro y con muchas ganas de ser actor. Soñaba con ser famoso y en esa época no existían la mediatez ni las redes sociales. Me miraba todas las novelas de Migré, era fanático de Verónica Castro y vi diez mil veces las tiras de Thalía y Luisa Kuliok. Era muy amanerado de chiquito pero nunca sufrí bullying.

-¿Nunca?

-¡Jamás! Tal vez me puse una coraza y jamás sufrí. En mi familia y mi círculo nadie me discriminó y si en la calle alguno me gritaba “gordo puto” sentía vergüenza no por mí sino por si algún conocido lo escuchaba. En mi casa nunca se tocó el tema de la sexualidad pero yo supe que era gay desde los 6 años. -¿Qué te pasó a esa edad?

-Me empezaron a gustar mis vecinitos. Me sentí diferente desde el principio y tuve en claro que era gay desde muy chico. Me sentía mal por ser distinto, luego me fui aceptando, asumiendo y en el primer año de la secundaria tuve la bendición de tener un compañero que también era gay. Nos hicimos amigos y nos acompañába­mos en el proceso. Al día de hoy Daniel sigue siendo mi amigo y es quien me hace toda la ropa de Barby. -¿Tus viejos te aceptaron de entrada? -Mis papás se separaron cuando yo era chico y como mamá quedó sola, en esa etapa suya de soledad yo pasé a ser su principal sostén. Mis hermanos ya eran más grandes, yo tenía 12 años, a papá lo veíamos poco y mamá me iba a aceptar de cualquier manera porque era su única compañía. ¡Era el hijo puto de madre sola! -¿Fantaseaba­s con ser actor?

-Sí. Pasé el secundario, intenté hacer el CBC para Musicotera­pia pero no me gustó y en eso me enteré que estaban dando clases de teatro en la Escuela Municipal de Morón. Me anoté, estudié un año y pico y a la par trabajaba en la empresa de sal. Salía a cobrarles a los clientes, atendía el negocio, cargaba bolsas de sal y un día fui al cine a La película del rey y me enamoré perdidamen­te de su protagonis­ta, Julio Chávez. Vi en el diario que él daba clases de teatro, me anoté y empecé a tomar clases. Tenía 24 años y cursé 3 años con él.

-¿Estabas enamorado posta de Julio Chávez?

-Sí, ¡mal! Si bien soy lanzado y muy libre, era otro momento y jamás me animé a insinuarle nada. Era el maestro, le tenía mucho respeto y esa cosa del escalafón de respeto me cuesta pasarla, a no ser que me den el pie. Como el pie no me lo daba, me conformaba con tomar las clases de actuación. Hice dos obras de teatro off en San Telmo, fue pasando el tiempo y veía que el teatro no me daba plata. -¿Entonces?

-Una vecina de Paso del Rey me comentó: “Vos que cocinás y hacés ricos budines, ¿por qué no preparás para vender en la galería del centro? Yo te compro todos los sábados”. Así empecé a cocinar budines para los negocios, tenía una clientela fija que me compraba budines de manzana, de limón, la torta invertida y cosas dulces caseras. Miraba Utilísima Satelital, me quise perfeccion­ar, me compré un libro de pastelería y tomé algunas clases donde aprendí mucho.

-¿Y el teatro?

-Como vi que con la cocina podía ganar más plata, dejé la actuación y me aboqué de lleno a cocinar. Me metí en una escuela de gastronomí­a de Alicia Berger, ella me vio pasta y me nombró ayudante de las clases de repostería. Trabajé en la cocina del Hotel Alvear, de pastelero en Punta Carrasco y justo para ese carnaval, a mis 30 años, con mis amigos gays nos compramos pelucas, disfraces y tacos y participam­os en un concurso de disfraces. Me caracteric­é de Gatúbela y gané el primer premio por aplausos de la gente en Bunker, un boliche gay icónico que quedaba en Anchorena y Mansilla. -¿Esa noche te marcó?

-Sí porque a partir de ahí me empecé a convertir en personaje y había días que iba disfrazado a bailar. Un loquito, ¡un freak! Búnker daba para todo y yo iba con peluca, pestaña postiza y vestido de tipo. ¡Cualquiera! La fama que deseaba de chico, de repente la estaba consiguien­do en ese lugar a base de escándalo. De día hacía budines y vendía sal y por la noche me fui convirtien­do en personaje y ahí conocí a Jorge Ibáñez, la Clota Lanzetta y Florencia De la Ve, quienes iban a bailar a Búnker.

-¿Te hiciste amigos de ellos?

-Nos veíamos a la noche y Jorge nos invitaba a su casa. De hecho, aun sigo viéndome con varios de sus amigos. El nexo entre Jorge Ibáñez y Flor De la Ve fui yo. La historia es así: me volví a presentar en un concurso de disfraces, Flor también y lo ganó ella, que se había hecho conocida en el ambiente gay porque usó un traje de Mujer Maravilla que era un fuego. Todo el mundo la miraba y era lo más bello que había entre las chicas trans. En medio de muchas travestis explotadas, con mucha teta, mucho culo y mucho aceite de avión, Flor era la más distinguid­a por lejos. Una noche Jorge nos invitó a comer unas empanadas a su casa, la pasé a buscar a Flor, nos vimos algunas veces más y Jorge estaba embelesado con ella.

-¿Y vos?

-Me abrí un poco pero no por nada puntual. Eramos amigos de la noche y Jorge fue quien me apodó la Barby. Una vez encontré en el asiento de atrás de la camioneta de mi hermano una muñeca Barbie, con la particular­idad de que tenía un botón atrás que si lo apretabas, la muñeca hablaba. ¡Estaba como loco con esa Barbie! La llevé al boliche y Jorge me dijo: “¡Vos sos la Barby!”. Así me quedó.

-¿Cómo empezaste a entrar en el mundo del espectácul­o?

-Un chico que me vio montado, se me acercó una noche y me preguntó si me gustaría trabajar en un boliche. No lo veía como trabajo sino como diversión, me contrataro­n de recepcioni­sta los viernes a la noche en Palacio Alsina y la entrada a la televisión se la debo a Mónica De Alzaga, con su programa Hielo y limón. Al boliche iban muchos gays con plata, la llevaron a Mónica, flasheó conmigo y me invitó a su programa varias veces. Me anoté en una agencia, hice publicidad­es para acá y para afuera como Leo, sin montarme y en 2007 fui a alentar a Flor De la Ve al Bailando por invitación de ella.

-¿Ahí lograste más notoriedad?

-Sin dudas porque todo el mundo mira el Bailando. Cuando me conoció Tinelli, me empezó a jorobar, hice una especie de baile del caño, me puse a hacer lobby con Gerardo Sofovich, que estaba en el jurado, y un día el Ruso me dijo: “Este verano vas a protagoniz­ar una comedia conmigo”. Así estuve a la par de Moria Casán en Una familia poco normal, con la que estuvimos un año en cartel. Ahí sí ya era la Barby. Le debo a Sofovich la entrada al teatro comercial y luego él me metió con Aníbal Pachano en la obra Varieté para María Elena, que era un homenaje a María Elena Walsh.

-¿Cuándo sentiste que habías llegado para quedarte?

“HACE 20 AÑOS QUE ESTOY EN PAREJA CON GERMAN”

Camino a la fama Es muy amigo de Angel de Brito, quien lo llevó a la TV por primera vez. Con Gerardo Sofovich debutó en teatro.

-Fue gracias a Angel De Brito, quien hoy es un gran amigo mío. Me invitó a Bien de verano y le pregunté si podía volver una vez a la semana. Me dijo que sí, estuve siete años ahí y hacía mis notitas con la Barby Cam. Que me tomaran en serio en la tele se lo debo a él. Hasta 2017 estuve en BDV y luego logré entrar en la radio con la Negra Vernaci. Mi gran sueño era laburar con ella, me lo había mentalizad­o, tuve unos acercamien­tos a Vernaci porque sólo me daba a mí notas para BDV y el 2 de enero de 2017 debuté en Pop con ella. La considero mi maestra y me emociona contarlo. Me enseñó a relatar, a plantarme frente a un micrófono y me fue formando.

-Te emocionast­e.

-Me emociona la gente que me ayuda porque me costó mucho. ¡No quería llorar! Por eso me cuesta cruzarme con alguien por la calle si por ahí hice un chiste en la tele y no sé si al otro lo ofendió o no. Es un honor estar con Vernaci en Black & Top la Negra Pop y la gran vuelta a la tele me la dieron Rodrigo Lussich y Carla Conte con Confrontad­os. Nunca había estado en televisión de aire, sí de cable que es más chica la cosa. Soy el panelista gracioso impune, que dice lo que los demás no se atreven. -¿Te reconocen por la calle?

-Si ando de Barby, sí. Ahora si salgo de civil, como Leo, nadie excepto cuando hablo porque ahí me reconocen la voz. Puedo andar en subte y tener una vida normal que como la Barby no podría hacer. No soy una chica trans sino un actor transformi­sta que lleva su vida de hombre y no tengo el cuerpo operado ni mi cara arreglada para parecer más mujer. Disfruto de mi masculinid­ad.

-¿Seguís en pareja?

-Sí, hace 20 años con Germán (43), con quien me casé en 2014. El labura en un banco, nada que ver con lo mío. Nos conocimos en la calle, en Pueyrredón y Santa Fe. Yo era un puto muy notorio en esa época, él me vio y le preguntó a sus amigos por mí. Pasó un tiempo, se iba a volver a vivir a Moreno y una noche nos cruzamos en Palacio Alsina. Nos dimos el primer beso y nunca más nos separamos. Convivimos hace 15 años. -¿Cómo se lleva con tu carrera?

-Muy bien porque me conoció así y no es celoso para nada. Me incentiva, me apoya en todo, me da fuerzas para crecer y concretar mis sueños. ¿Si proyectamo­s tener un hijo? No, no es un plan de la pareja. Siempre fui de pensar: “Si no pude conmigo mismo menos voy a poder con una criatura”.

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