UN GRITO QUE RECORRE EL PAIS: “¡ YO ME QUEDO EN CASA!”
Mientras el personal médico atiende a los pacientes y trabaja sobre la prevención y las Fuerzas de Seguridad bregan porque la gente cumpla la cuarentena obligatoria, la mayoría de las personas acatan con la orden del presidente. Un compromiso de todos par
En las calles vacías de la gran ciudad sólo camina un hombre enmascarado con barbijo. La imagen se parece mucho, demasiado, al mundo que soñó Héctor Oesterheld para El Eternauta. Pero es real, bien real. No hay autos en lo que hasta hace apenas dos semanas eran avenidas populosas y urgentes. La mayoría de los negocios están cerrados. Un silencio ominoso y pesado, un recelo que se palpa en la miradas desde ventanas y balcones, se cierne sobre la ciudad detenida. El escenario bien podría servir de locación para una de esas películas de ciencia ficción en las que el mundo se termina y a las que Hollywood nos tiene acostumbrados. Pero se trata
UN GRITO QUE RECORRE
EL PAIS...
No vamos a la playa
La imagen habla por sí sola: hasta hace unas semanas los balnearios de Mar del Plata estaban colmados. Hoy, no.
de Buenos Aires, y de una cuarentena sin precedentes en donde el enemigo silencioso tiene un nombre: coronavirus. La enfermedad que se originó en la ciudad china de Wuhan amenaza la salud de la población mundial y la pandemia azota a todo el planeta. En nuestro país, el primer caso se conoció hace dos semanas, cuando un turista proveniente de Italia ingresó con los síntomas. A partir de allí, todo se desencadenó vertiginosamente. Los casos se multiplicaban a medida que los viajeros llegaban desde las distintas zonas de riesgo. Con la mirada puesta en lo que sucede en Europa -en especial en Italia y en España- donde los casos son cientos de miles y donde los muertos se cuentan de a miles todos los días, el Gobierno de Alberto Fernández decretó el pasado viernes a primera hora el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio hasta el 31 de marzo. De pronto, en cuestión de días, nuestra vida como la conocíamos cambió radicalmente. Nos vimos confinados a las cuatro paredes de nuestro hogar y a movernos únicamente para ir a comprar al supermercado o la farmacia. El decreto de necesidad y urgencia prohibía cualquier tipo de reunión y cualquier salida que no estuvieran debidamente justificada. Sólo quedaban exceptuados los funcionarios de alta jerarquía del Gobierno nacional, de las provincias y de los municipios; el personal de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, los trabajadores de la Sanidad, así como quienes se desempeñaban en servicios esenciales como el transporte, las industrias alimenticias y farmacéuticas y los trabajadores de los medios de prensa. Para circular, debían llevar impreso un permiso especial. El acatamiento fue alto y ya al día siguiente se notó el contraste con los anteriores: las calles se vaciaron. Pero no por completo: la típica viveza criolla afloró también para quebrantar la norma. Y no fueron pocos quienes parecieron no
entender que estamos ante una potencial catástrofe en materia de salud. Cuando el Gobierno Nacional decidió cerrar las fronteras, miles de argentinos intentaron volver al país violando la cuarentena. El caso más emblemático fue el de Lucas Singerman, de 22 años, quien regresaba en Buquebus desde Uruguay con los síntomas de la enfermedad. En medio del viaje confesó a las autoridades que había dado positivo de coronavirus. El resultado: cuatrocientos pasajeros fueron aislados de manera preventiva en el Hotel Panamericano. El muchacho hoy enfrenta una demanda por los gastos del operativo, que ronda los 700 mil dólares, y en los próximos días será indagado. Con el correr de los días, miles de argentinos que salieron de viaje y quedaron varados en distintos países -algunos irresponsablemente, ya que lo hicieron luego de declarada la pandemia- fueron rescatados en vuelos programados por Aerolíneas Argentinas. Otros siguen varados esperando algún vuelo. Allí también se vieron las dos caras de la argentinidad: con gente prepoteando e insultando a pilotos y personal de a bordo por las tardanzas e incluso tratando de violar la cuarentena obligatoria a la llegada; pero también con muchos miles aplaudiendo a la aerolínea de bandera que los había repatriado en medio de la peor crisis aeronáutica de que se tenga memoria.
A medida que los casos se multiplicaron en nuestro país -hasta el miércoles 25 había 301 contagiados y 8 fallecidos-, la toma de conciencia fue ganando terreno y a la campaña de concientización gubernamental se le sumó la de muchos famosos que mostraban su propio aislamiento y
arengaban a quedarse en casa. Pero también la inconsciencia de muchos continuó. No sólo en el conurbano profundo y en las provincias -donde por cuestión de tamaño y recursos los controles son más laxos-, sino de la gente con mayor poder adquisitivo. Gustavo Nardelli, ejecutivo de Vicentín que está imputado en la causa por un préstamo irregular que recibió del Banco Nación de 18.500 millones de pesos, durante el gobierno de Mauricio Macri, lo detuvo Prefectura mientras paseaba con una mujer en su yate por el río Paraná en plena cuarentena. Ahora enfrenta otra causa por violar el artículo 205 del código penal. En Tandil, otro empresario, Gustavo Cardinale, intentó meter al country donde vive a la empleada doméstica, escondiéndola en el baúl de su auto como si fuera una cosa, un objeto de su pertenencia. Fue denunciado por sus vecinos.
Está claro que los ricos no piden permiso, ni siquiera en una pandemia. Otro caso resonante es el de un surfista que venía de Brasil en su camioneta como si nada, y se enojó con los periodistas cuando lo retuvieron en un retén de la Panamericana y le preguntaron si era consciente del perjuicio que podía tener para con otros. Luego de varias horas, la policía lo escoltó a su casa para que hiciera la cuarentena, pero se escapó y fue atrapado por segunda vez en Ostende. Ahora deberá cumplir detención domiciliaria. Los casos de los irresponsables se cuentan de a cientos. Las multas por violar el DNU llegan a los 100 mil pesos y se enfrentan cargos que van de los seis meses a los dos años de prisión.
Pero así como hay casos de irresponsables que ponen en jaque el sacrificio de la enorme mayoría, hay otros que son el ejemplo para una sociedad que, probablemente,
se esté enfrentando a una encrucijada histórica. Como los profesionales de la salud, quienes se juegan la vida cada día que salen de sus casas, sabiendo el alto nivel de contagio del virus, que es un peligro para ellos y sus familias. Cada noche, puntualmente a las 21, reciben el aplauso masivo de una ciudad desde ventanas y balcones. Son, junto a quienes no dejan de trabajar en las calles cada día -transportistas, recolectores de residuos, policía y tantos otros-, los héroes anónimos en esta guerra. Otro ejemplo lo dieron los más de diez mil jóvenes que se anotaron como voluntarios para ayudar en distintas tareas, como por ejemplo asistir a personas mayores que no pueden salir de sus casas. Mientras tanto, la economía está parada y el Gobierno Nacional ha decretado aumentos para los sectores más vulnerables. Un plus de 3.000 pesos por única vez para jubilaciones y beneficiarios de otras asignaciones. Treinta mil pesos para el personal de la salud, médicos, enfermeros y personal que se desempeñe en hospitales públicos y privados. Diez mil pesos a los monotributistas de las categorías A y B, las más bajas. El martes pasado, el presidente firmó otro Decreto de Necesidad y Urgencia para prohibir los cortes de todos los servicios esenciales por falta de pago. La medida es por 180 días e incluye los servicios de energía eléctrica, gas por redes y agua corriente, telefonía fija o móvil e internet y TV por cable por vínculo radioeléctrico o satelital. Es para los usuarios residenciales de los sectores más postergados y para pequeñas empresas, cooperativas y empresas de salud.
Los próximos días serán cruciales para saber si la pandemia se acelera o la curva de casos se aplana. En el Gobierno parece ser un hecho que la cuarentena se extenderá, al menos, hasta mediados de abril, cuando se cree que tendremos el pico de casos en nuestro país. Es por este motivo que en distintos puntos de la ciudad y la provincia de Buenos Aires, como Campo de Mayo y La República de los Niños, en La Plata, ya se están montando hospitales de campaña de baja complejidad para atender los casos que puedan surgir, a fin de que el sistema de salud no colapse. Vencer al virus es la meta de un país en el que la grieta política se ha evaporado de la noche a la mañana. Será la prueba más difícil en muchísimo tiempo para nuestra sociedad... Tal vez la mejor oportunidad para emerger de ella, más solidarios y mejores.