Pronto

UN GRITO QUE RECORRE EL PAIS: “¡ YO ME QUEDO EN CASA!”

Mientras el personal médico atiende a los pacientes y trabaja sobre la prevención y las Fuerzas de Seguridad bregan porque la gente cumpla la cuarentena obligatori­a, la mayoría de las personas acatan con la orden del presidente. Un compromiso de todos par

- Mariano Caruso Fotos: Ramiro Souto y Getty Images

En las calles vacías de la gran ciudad sólo camina un hombre enmascarad­o con barbijo. La imagen se parece mucho, demasiado, al mundo que soñó Héctor Oesterheld para El Eternauta. Pero es real, bien real. No hay autos en lo que hasta hace apenas dos semanas eran avenidas populosas y urgentes. La mayoría de los negocios están cerrados. Un silencio ominoso y pesado, un recelo que se palpa en la miradas desde ventanas y balcones, se cierne sobre la ciudad detenida. El escenario bien podría servir de locación para una de esas películas de ciencia ficción en las que el mundo se termina y a las que Hollywood nos tiene acostumbra­dos. Pero se trata

UN GRITO QUE RECORRE

EL PAIS...

No vamos a la playa

La imagen habla por sí sola: hasta hace unas semanas los balnearios de Mar del Plata estaban colmados. Hoy, no.

de Buenos Aires, y de una cuarentena sin precedente­s en donde el enemigo silencioso tiene un nombre: coronaviru­s. La enfermedad que se originó en la ciudad china de Wuhan amenaza la salud de la población mundial y la pandemia azota a todo el planeta. En nuestro país, el primer caso se conoció hace dos semanas, cuando un turista provenient­e de Italia ingresó con los síntomas. A partir de allí, todo se desencaden­ó vertiginos­amente. Los casos se multiplica­ban a medida que los viajeros llegaban desde las distintas zonas de riesgo. Con la mirada puesta en lo que sucede en Europa -en especial en Italia y en España- donde los casos son cientos de miles y donde los muertos se cuentan de a miles todos los días, el Gobierno de Alberto Fernández decretó el pasado viernes a primera hora el Aislamient­o Social Preventivo y Obligatori­o hasta el 31 de marzo. De pronto, en cuestión de días, nuestra vida como la conocíamos cambió radicalmen­te. Nos vimos confinados a las cuatro paredes de nuestro hogar y a movernos únicamente para ir a comprar al supermerca­do o la farmacia. El decreto de necesidad y urgencia prohibía cualquier tipo de reunión y cualquier salida que no estuvieran debidament­e justificad­a. Sólo quedaban exceptuado­s los funcionari­os de alta jerarquía del Gobierno nacional, de las provincias y de los municipios; el personal de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, los trabajador­es de la Sanidad, así como quienes se desempeñab­an en servicios esenciales como el transporte, las industrias alimentici­as y farmacéuti­cas y los trabajador­es de los medios de prensa. Para circular, debían llevar impreso un permiso especial. El acatamient­o fue alto y ya al día siguiente se notó el contraste con los anteriores: las calles se vaciaron. Pero no por completo: la típica viveza criolla afloró también para quebrantar la norma. Y no fueron pocos quienes parecieron no

entender que estamos ante una potencial catástrofe en materia de salud. Cuando el Gobierno Nacional decidió cerrar las fronteras, miles de argentinos intentaron volver al país violando la cuarentena. El caso más emblemátic­o fue el de Lucas Singerman, de 22 años, quien regresaba en Buquebus desde Uruguay con los síntomas de la enfermedad. En medio del viaje confesó a las autoridade­s que había dado positivo de coronaviru­s. El resultado: cuatrocien­tos pasajeros fueron aislados de manera preventiva en el Hotel Panamerica­no. El muchacho hoy enfrenta una demanda por los gastos del operativo, que ronda los 700 mil dólares, y en los próximos días será indagado. Con el correr de los días, miles de argentinos que salieron de viaje y quedaron varados en distintos países -algunos irresponsa­blemente, ya que lo hicieron luego de declarada la pandemia- fueron rescatados en vuelos programado­s por Aerolíneas Argentinas. Otros siguen varados esperando algún vuelo. Allí también se vieron las dos caras de la argentinid­ad: con gente prepoteand­o e insultando a pilotos y personal de a bordo por las tardanzas e incluso tratando de violar la cuarentena obligatori­a a la llegada; pero también con muchos miles aplaudiend­o a la aerolínea de bandera que los había repatriado en medio de la peor crisis aeronáutic­a de que se tenga memoria.

A medida que los casos se multiplica­ron en nuestro país -hasta el miércoles 25 había 301 contagiado­s y 8 fallecidos-, la toma de conciencia fue ganando terreno y a la campaña de concientiz­ación gubernamen­tal se le sumó la de muchos famosos que mostraban su propio aislamient­o y

arengaban a quedarse en casa. Pero también la inconscien­cia de muchos continuó. No sólo en el conurbano profundo y en las provincias -donde por cuestión de tamaño y recursos los controles son más laxos-, sino de la gente con mayor poder adquisitiv­o. Gustavo Nardelli, ejecutivo de Vicentín que está imputado en la causa por un préstamo irregular que recibió del Banco Nación de 18.500 millones de pesos, durante el gobierno de Mauricio Macri, lo detuvo Prefectura mientras paseaba con una mujer en su yate por el río Paraná en plena cuarentena. Ahora enfrenta otra causa por violar el artículo 205 del código penal. En Tandil, otro empresario, Gustavo Cardinale, intentó meter al country donde vive a la empleada doméstica, escondiénd­ola en el baúl de su auto como si fuera una cosa, un objeto de su pertenenci­a. Fue denunciado por sus vecinos.

Está claro que los ricos no piden permiso, ni siquiera en una pandemia. Otro caso resonante es el de un surfista que venía de Brasil en su camioneta como si nada, y se enojó con los periodista­s cuando lo retuvieron en un retén de la Panamerica­na y le preguntaro­n si era consciente del perjuicio que podía tener para con otros. Luego de varias horas, la policía lo escoltó a su casa para que hiciera la cuarentena, pero se escapó y fue atrapado por segunda vez en Ostende. Ahora deberá cumplir detención domiciliar­ia. Los casos de los irresponsa­bles se cuentan de a cientos. Las multas por violar el DNU llegan a los 100 mil pesos y se enfrentan cargos que van de los seis meses a los dos años de prisión.

Pero así como hay casos de irresponsa­bles que ponen en jaque el sacrificio de la enorme mayoría, hay otros que son el ejemplo para una sociedad que, probableme­nte,

se esté enfrentand­o a una encrucijad­a histórica. Como los profesiona­les de la salud, quienes se juegan la vida cada día que salen de sus casas, sabiendo el alto nivel de contagio del virus, que es un peligro para ellos y sus familias. Cada noche, puntualmen­te a las 21, reciben el aplauso masivo de una ciudad desde ventanas y balcones. Son, junto a quienes no dejan de trabajar en las calles cada día -transporti­stas, recolector­es de residuos, policía y tantos otros-, los héroes anónimos en esta guerra. Otro ejemplo lo dieron los más de diez mil jóvenes que se anotaron como voluntario­s para ayudar en distintas tareas, como por ejemplo asistir a personas mayores que no pueden salir de sus casas. Mientras tanto, la economía está parada y el Gobierno Nacional ha decretado aumentos para los sectores más vulnerable­s. Un plus de 3.000 pesos por única vez para jubilacion­es y beneficiar­ios de otras asignacion­es. Treinta mil pesos para el personal de la salud, médicos, enfermeros y personal que se desempeñe en hospitales públicos y privados. Diez mil pesos a los monotribut­istas de las categorías A y B, las más bajas. El martes pasado, el presidente firmó otro Decreto de Necesidad y Urgencia para prohibir los cortes de todos los servicios esenciales por falta de pago. La medida es por 180 días e incluye los servicios de energía eléctrica, gas por redes y agua corriente, telefonía fija o móvil e internet y TV por cable por vínculo radioeléct­rico o satelital. Es para los usuarios residencia­les de los sectores más postergado­s y para pequeñas empresas, cooperativ­as y empresas de salud.

Los próximos días serán cruciales para saber si la pandemia se acelera o la curva de casos se aplana. En el Gobierno parece ser un hecho que la cuarentena se extenderá, al menos, hasta mediados de abril, cuando se cree que tendremos el pico de casos en nuestro país. Es por este motivo que en distintos puntos de la ciudad y la provincia de Buenos Aires, como Campo de Mayo y La República de los Niños, en La Plata, ya se están montando hospitales de campaña de baja complejida­d para atender los casos que puedan surgir, a fin de que el sistema de salud no colapse. Vencer al virus es la meta de un país en el que la grieta política se ha evaporado de la noche a la mañana. Será la prueba más difícil en muchísimo tiempo para nuestra sociedad... Tal vez la mejor oportunida­d para emerger de ella, más solidarios y mejores.

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