Pronto

“HASTA QUE SE CRUZO EL ARTE, PENSE QUE MI DESTINO ESTABA EN LA SODERIA DE MI VIEJO EN EL PUEBLO”

- ...¡es la familia! Y Miguel lo sabe. Por eso valora mucho a su esposa, Soraya, y a sus hijos Juan Pablo (11) y Lucía (9).

Una vez más, Miguel Martín (45) apostó por Carlos Paz y no se equivocó: el público le volvió a dar la derecha y lo convirtió en uno de los artistas preferidos por quienes veranearon en las sierras cordobesas. Con su espectácul­o, Gordillo 20 años,

el humorista tucumano se presentó todos los lunes, martes y miércoles de la temporada en el Teatro Luxor con localidade­s prácticame­nte agotadas y de esta manera celebró sus dos décadas en el humor. “El balance es altamente positivo. En un momento tan difícil, es un privilegio que nos elijan y para serte sincero, no esperaba tanto. Es hermoso poder hacer lo que me gusta y que la gente me elija. Este verano, nadie podía ir a ver todas las obras por una cuestión económica y estar entre las dos o tres que elegían, me hace sentir honrado. Estar en ese podio de elección de la gente es buenísimo porque de ahí comen mis hijos”,

arranca Miguel.

-¿Por qué creés que te elige la gente? ¿Qué va a buscar en vos?

-Mirá, te voy a contar algo curioso. Estaba en el complejo que alquilé para pasar el verano en Carlos Paz y había dos señoras hablando en la pileta, sin que se dieran cuenta de que yo estaba cerca y las escuchaba. Una le preguntaba a la otra qué podía ir a ver y ésta le respondió: “Hay un tucumano que cuenta chistes que es buenísimo. No tiene mucha puesta en escena y el vestuario no es tan bueno, pero te cagás de risa una hora y media”. Entonces, yo anotaba: mejorar escenograf­ía, pulir el vestuario. El boca a boca es el que te levanta o te tira y en mi caso eso funciona. La gente elige ir a distraerse una hora y media y gracias a Dios tengo la posibilida­d de hacerlos reír.

-Con un humor sano y familiar, sin malas palabras.

-Exacto, bien familiar y un tanto autorrefer­encial. No digo groserías y todo lo que una madre le dice a un hijo cuando está enojada, que es algo que nos une e identifica a la mayoría, es lo que muestro y cuento en el escenario. Sobre todo para los que nos criamos en los 80. Es un humor inocentón.

-¿Todo lo que contás en el escenario es real?

-Sí. El 90 por ciento es real y en este show más que todo porque es un espectácul­o de 20 años, entonces son anécdotas mías a las que les agrego un poco de sal y pimienta. Me pasaron de verdad y a la gente le gustan mucho las anécdotas con famosos, como las que cuento con Luciano Pereyra o Sergio Galleguill­o. También cuento historias de Famaillá, mi localidad, que quizás no me pasaron a mí pero en el personaje que hago de mi mamá, tranquilam­ente le pudieron haber pasado a ella.

-¿Por qué siempre personific­ás a tu mamá

Viene de romperla toda un verano más en Carlos Paz, donde presentó el espectácul­o Gordillo 20 años. Exitoso, el humorista tucumano disfruta de su profesión pero reconoce que jamás pensó que se podía dedicar de lleno al teatro. “Mi viejo era sodero y yo pensaba que iba a ser sodero toda mi vida. Es más, ya tenía todo planificad­o: iba a manejar la sodería con mi hermano, ya tenía mi camioncito elegido y hasta habíamos visto una casa en el barrio de 200 viviendas de Famaillá. Ese era mi plan de vida”, revela.

en tus shows?

-Porque con mi vieja empecé todo. Lo que me hace popular fue el primer chiste que tiré en Bendita, con Beto Casella, allá por 2013. Hice un monólogo de mi vieja, que cuando íbamos a comer a la casa de mi tía Pocha me decía: “Comé lo que ´haiga´, no me hagás pasar vergüenza”, con una voz medio de Batman que ella ponía. Eso se viralizó, todo el mundo lo compartía y me di cuenta de que funcionaba esta cosa de que contara anécdotas de niño y el vínculo con mis viejos, mis amigos, las maestras de aquella época. El público se identifica mucho y mi vieja está siempre porque a través de ella también puedo decir un montón de cosas de mí mismo que no podría pronunciar­lo en el personaje de Gordillo.

-¿Tu mamá te va a ver al teatro?

-Mi mamá se llama María y sí, siempre me viene a ver. Todos los años vino pero esta temporada no pudo porque anda con dolor en la cadera. Entonces, no quiso venir. Pero sí estuvo mi hermano con su novia. Igual casi todos los años vino mi mamá.

-¿Qué dice cuando te ve interpretá­ndola?

-¡No se hace cargo! Una vez, cuando mi hijo era más chico, estábamos en un restaurant­e, él se estaba portando mal y le llamé la atención. “Dale, calmate”, le dije y mi mamá me paró el carro. “Che, ¿por qué le gritás así al chiquito?”, me preguntó. Y yo no lo podía creer porque sus retos, cuando yo era chico, eran a lo ninja. “Vos por mucho menos me matabas”, me retruqué y ella me respondió que jamás me levantó la mano. ¡Parece que tiene am

nesia! Cuando lo cuento en el teatro, la mayoría me dice que les pasó lo mismo con sus madres. Niegan a muerte que alguna vez te hayan tocado o te hayan levantado la voz. Mi mamá tiene esa negación y cuando voy por la calle con ella y le preguntan si es cierto lo que cuento en el teatro, ella responde: “No, es todo su imaginació­n, es invento puro”. ¡No se hace cargo para nada!

-¿Cómo se lleva con tu popularida­d?

-Eso le gusta. Cada vez que salgo en la tele o en algún diario, ella sale a relajar a los vecinos en Famaillá, nuestro pueblo en Tucumán. Una vez había salido en la tapa del diario más importante de Tucumán y ella a cada rato pasaba por el puesto de diarios, se quedaba conversand­o con el diariero y cada vez que alguna vecina miraba el diario, ella decía: “¿Viste que salió mi hijo?”. ¡Le gusta, es re cholula!

-¿Y tu papá?

-Era sodero, se llamaba Alfredo y falleció en 2009. La sodería la tiene mi hermano menor. Yo pensaba que iba a ser sodero toda mi vida y ya tenía todo planificad­o: iba a manejar la sodería con mi hermano, ya tenía mi camioncito elegido y hasta habíamos visto una casa en el barrio de 200 viviendas de Famaillá. Me faltaba solamente ponerme de novio, formar una familia ahí en Tucumán y ese era mi plan de vida. Era lo que había hecho mi papá y algo parecido iba a hacer yo.

-Pero se cruzó el arte y todo cambió.

-Sin dudas. El arte me llevó para otros lares, que nunca imaginé. Ni siquiera pensé en salir de mi pueblo. Esto empezó como un hobby en un bar de Famaillá y hacer obras de teatro ahí era dificilísi­mo, peor que hacer temporada. Porque hacíamos una obra de teatro un viernes y como el público era siempre el mismo, a la semana venían y te decían: “No queremos ver siempre la misma”. Entonces teníamos que armar como una especie de novela y todos los viernes presentar algo diferente. Tenía que escribir los guiones durante la semana mientras estudiaba y laburaba. Así empezó todo.

-¡Ahí laburabas de verdad!

-(Risas) Sí, tenía que escribir guiones todas las semanas. No como ahora, que escribo un guión al año y listo.

-¿Tu papá no te llegó a ver con el reconocimi­ento?

-No. En 2009 estaba haciendo un programa de tele en Tucumán y llegó a ver una puntita de eso. Era un éxito a nivel local pero no vio nada más. Igual, a él no le gustaba mucho que me dedicara a

“BAJE 18 KILOS CON EL AYUNO INTERMITEN­TE”

esto. Me decía: “Que esto te sirva para encontrar un trabajo de verdad”. No estaba convencido. “Esto es pan para hoy y hambre para mañana. Te vas a cagar de hambre. Es muy difícil”, me repetía.

-¿Consumía humor?

-Sí, mucho. Admiraba mucho a los humoristas pero no pensaba que yo podía llegar a ser como los cómicos que él admiraba, como Luis Landriscin­a, Cacho Buenaventu­ra, el Negro Alvarez. Me crié con todos ellos y soy el resultado de todo lo que los escuché.

-¿Qué creés que diría hoy tu viejo si te viera llenar el Luxor?

-Lo mismo que mi vieja: no me diría nada a mí pero sí lo comentaría delante de sus amigos. Sé que se pondría orgullo. Igual, cuando sus amigos le decían que iban al barcito a verme y que era muy bueno lo que hacía, él no les daba bola. A mí no me decía nada. Capaz me anotaba algún chiste que le gustaba y me sugería que lo contara. Pero nunca fue a verme. Y esa es la espina que me quedó clavada.

-¿Sos el mayor de sus hijos?

-No, soy el del medio. Tengo un hermano mayor, Rubén, que vive en San Juan y trabaja en una mina. Y el más chico, Edgardo, vive con mi vieja en Famaillá y está con la sodería. Es abogado y sodero; tiene dos laburos.

-¿Son de verse?

-Sí. Con mi hermano y mi mamá, que viven en Tucumán, por lo menos dos o tres veces al mes nos vemos. Los fines de semana, cuando puedo y estoy en mi pueblo, nos reunimos. Mi trabajo en eso es medio complicado porque los fines de semana me toca viajar para hacer presentaci­ones. Entonces, trato de dejarme libre un fin de semana al mes para ver a mi familia y compartir.

-¿Y con tu esposa y tus hijos cómo hacés?

-Trato de hacer giras cortas para ir y venir todo el tiempo. En Semana Santa, por ejemplo, los llevo conmigo. Y en época de clases, quizás hago viernes, sábado y domingo nomás y me vuelvo a Tucumán. De lunes a jueves estoy en mi casa de Tucumán y los acompaño a mis hijos al colegio, como cualquier papá. Trato de darle una ayuda a mi señora.

-¿Podés hacer una vida normal en Tucumán?

-Me reconocen y me saludan de lejos o me tiran buena onda pero no me invaden ni se me acercan tanto. Como el colegio queda a media cuadra de mi casa, voy y vuelvo por ahí y los vecinos ya saben quién soy. Entonces, no me dicen nada, salvo que me hayan visto en algún programa o de tele o por algún video que se haya hecho viral. Me comentan pero re tranqui.

-¿Vas a las reuniones del colegio?

-Sí, sí y comparto mucho con mis hijos durante la semana. Si hay un acto o hay que ir a buscarlos, estoy siempre presente porque tengo el tiempo y quiero hacerlo. El tema es que los fines de semana todos los niños comparten con sus padres y los míos se tienen que bancar que no esté. Juan Pablo tiene 11 años y Lucía 9.

-¿Tienen interés por la actuación?

-Sí, el varón sí. Lo llaman de todos los actos y aunque tiene mucho más talento que yo, no le cuadra mucho. Canta impresiona­nte pero todavía no le gusta. No lo presiono pero sé que el día que se dé cuenta de que puede despuntar y hacer cosas importante­s, lo va a aprovechar. Tiene una naturalida­d para actuar increíble y en los actos sorprende siempre. Obviamente que le hacen falta clases de

teatro pero el tipo lo tiene innato. No sé si es porque me vio a mí en el escenario desde que nació, pero le sale espectacul­ar. Siempre le dan los protagónic­os y puede cantar o conducir un acto. Es más completo que yo pero no le gusta tanto.

-¿Y manifiesta qué quiere ser cuando sea grande?

-Sí. Cuando se lo pregunto, me responde: “Programado­r de computació­n”. Que, en realidad, es lo que hice yo antes de dedicarme al humor porque soy analista de sistemas y trabajé mucho de eso. A Juan Pablo le gusta mucho la tecnología y como yo entiendo del tema, nos enganchamo­s mucho ahí. Compartimo­s horas y horas jugando a los videos y viendo cosas en la compu.

-¿Y la nena?

-Lucía es muy buena cocinando. Tiene 9 años y tendrías que ver qué rico cocina. Es muy prolija y aunque le gusta lo artístico también, es muy tímida. Ella me dice que le encantaría actuar y bailar pero no puede vencer la timidez. Le explico que no sienta presión con eso porque yo también era muy tímido y recién empecé a actuar a los 15 años. “Todavía te queda tiempo para romper esos miedos”, le comento.

-¿Cómo fueron tus inicios a los 15 años?

-Raro. Intenté actuar pero me agarraba pánico escénico. A los 10 años ya quería hacerlo en la escuela, pero me trabé, me olvidé la letra, me largué a llorar y morí de la vergüenza. Estaba en quinto grado y la maestra no me ayudaba porque me decía: “Martín, eso no es lo de usted. Es fantástico en Matemática y Literatura, no se exponga así”. ¡Malísima! Soy metódico y prolijo, era abanderado en la primaria, súper obediente y por eso las maestras me amaban.

-¿Y cuándo te amigaste con la actuación?

-A los 15 años, tenía un profesor de Literatura que nos daba poesías para interpreta­r. Pero como era muy tímido, me costaba mucho. Recuerdo que recité un en clase y me retó. “No, Martín, así no”, me gritó muy efusivo, como él era. “Una poesía se dice desde el alma”, me recalcó y empezó a recitarla él a los gritos. Me puse colorado de la vergüenza, junté bronca y me puse a imitarlo. Todos mis compañeros se empezaron a reír y

el profesor me dijo: “Perfecto. ¡Así se dice una poesía!”. Quedé atónito porque pensaba que me iba a echar del colegio. Luego me propuso hacer una obra de teatro y me eligió de protagonis­ta.

-¿La hiciste?

-No quería saber nada pero mi insistió tanto, que la terminé haciendo. Fue un éxito en turno mañana y nos presentamo­s en el turno tarde también. Hicimos una gira por los otros colegios y el profesor me amó. “El 10 no existe porque es la perfección pero vos vas a ser el único varón al que le voy a poner un 9 en toda mi carrera como profesor”, me dijo a fin de año. Ahí me amigué con el teatro y me metí a hacer cursos de actuación, además de que me empecé a presentar en castings y en bares en Famaillá.

-Y ahora estás celebrando 20 años en el humor.

-Sí. Arranqué oficialmen­te hace 20 años, en el 2004, que fue cuando me empecé a presentar en fiestas en Tucumán con el personaje de Gordillo, que nació por una casualidad.

-¿El oficial Gordillo existe en la vida real?

-En realidad, es una mezcla de varias personas. Existe el oficial Gordillo que me atendió una vez en una comisaría y me hizo una cédula. En vez de ponerme Miguel Martín me puso Miguel Martínez porque él considerab­a que Martín no era un apellido sino un nombre. Así nació todo. Y le agregué Gordillo al personaje por un compañero de trabajo que era igual al policía y se llamaba Víctor Hugo Gordillo. Trataba de imitarlo a Olmedo y les ponía a mis personajes nombres de mis amigos o de mis conocidos. Entonces, Gordillo es una fusión de esos dos personajes. En esa época, yo estaba pesando 98 kilos y todo cerraba.

-¿Cómo bajaste de peso?

-Empecé con el ayuno intermiten­te y a comer menos. Comía dos platos, empecé a no cenar. Saqué el pan y como me habían dado re mal los análisis, sobre todo los triglicéri­dos y el ácido úrico, empecé a ir al nutricioni­sta. El doctor me indicó qué comer y me fue controland­o una vez a la semana. Así comencé a bajar de peso.

-¿Estabas depresivo?

-No. Estaba muy ansioso y cuando estoy ansioso, como mucho. Ese estado se dio porque en 2007 me había ido a vivir a Buenos Aires con la idea de instalarme pero la incertidum­bre de no tener trabajo me fue arrastrand­o. Conseguí laburo de analista de sistemas pero me metía a hacer castings y me iba mal en todos. Eso me llevó a comer, comer y comer. Me tuve que volver de Buenos Aires y me propuse arrancar una nueva vida en Tucumán. No quería trabajar más en sistemas sino como artista. Dije: “Tengo que ponerme en orden”. Tenía 10 kilos arriba de mi peso.

-¿Volviste a tu peso habitual?

-Ahora estoy más flaco que nunca pero jamás fui flaquito. Mi peso estándar siempre fue 85 u 88 y estando en Buenos Aires aumenté 10 más y llegué a 98. Cuando volví, bajé de 98 a 80; perdí 18 kilos hasta llegar a como estoy hoy pero no fue de un día para el otro sino paulatino. Cuando me puse a trabajar de lo que me gustaba, todo se fue ordenando. Antes comía para quemar las penas.

-¿Se viene tu gira por el país en este 2024?

-Este año volveré en Semana Santa a Córdoba pero con el espectácul­o anterior, que es Gordillo Amigo de lo ajeno. Este de los 20 años se guarda en el bolso y recién a fin de año vuelve a salir. El tema es así: con el show anterior no terminé de girar por todo el país; todavía me queda la mitad de la Argentina, de La Pampa para abajo. Y como hago fin de semana de por medio, me alcanza para todo el año. Lo que sí te cuento es que a fines de noviembre en el Teatro Opera sí voy a hacer Gordillo 20 años. Y quizás sea el mismo que traiga el próximo verano a Carlos Paz en el Luxor pero será Gordillo 20 años + 1. Así está todo prolijamen­te organizado.

“MI VIEJO NUNCA ME FUE A VER AL TEATRO Y ES UNA ESPINA QUE ME QUEDO CLAVADA”

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 ?? ?? La piedra basal El humorista compone a su mamá sobre el escenario. “Hice un chiste sobre ella en Bendita y ahí me hice popular”, recuerda.
La piedra basal El humorista compone a su mamá sobre el escenario. “Hice un chiste sobre ella en Bendita y ahí me hice popular”, recuerda.
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 ?? En Gordillo 20 años, Miguel Martín celebró sus dos décadas de profesión. “Lo voy a llevar al Opera en Buenos Aires”, anticipa. ??
En Gordillo 20 años, Miguel Martín celebró sus dos décadas de profesión. “Lo voy a llevar al Opera en Buenos Aires”, anticipa.
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De Famaillá al mundo En su localidad natal, en Tucumán, el humorista comenzó en 2004 haciendo presentaci­ones en bares y fiestas. “El personaje de Gordillo nació por una casualidad y se terminó instalando”, comenta.
 ?? Durante el verano, Gordillo participó de un asado con otros elencos que produce Miguel Pardo. ??
Durante el verano, Gordillo participó de un asado con otros elencos que produce Miguel Pardo.
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