Parámetros
Existen ciertos criterios o parámetros técnicos que son indicadores físico-químicos de la calidad de un vino. Uno de ellos es la densidad, un parámetro que en la cata se percibe como estructura del vino. Se consideran buenos aquellos vinos que son ligeros y con cuerpo a la vez, por eso durante la vendimia es importante recoger la uva en un punto óptimo de maduración.
Otro criterio a tener en cuenta es el grado de alcohol, parámetro determinado por muchos factores, como el tipo de cepa, el momento de recolección y los procesos fermentativos, entre otros. El contenido alcohólico se refleja directamente en el equilibrio gustativo.
El pH también es un factor muy variable que afecta el equilibrio de los ácidos que lo componen y, por lo tanto, también modifican su sabor. En este caso, el tipo de suelo, la variedad de uva y su estado de maduración repercuten en las proporciones de ácidos que contienen. En general, los vinos blancos son más ácidos que los tintos y siempre debe haber un equilibrio entre la acidez y los taninos, para lograr lo que se conoce como “un vino redondo”.
Por otro lado, existe el criterio de la acidez volátil, que es el conjunto de todos los ácidos presentes en el vino. Este parámetro tiene que ser lo más bajo posible y ser estable, porque ayuda a la conservación de la bebida.
Otro criterio para conocer la calidad de un vino es su color, que a simple vista aporta información sobre su estructura, cuerpo y sabor. Por último, el hierro es otro criterio a tener en cuenta. Los vinos contienen metales entre los que prevalecen el cobre y el hierro. La cantidad máxima de hierro que admite un vino sin deterioro depende de su tipo, composición y almacenamiento.