Una plataforma redonda y dulce
La llegada de las multinacionales, hace algo más de dos décadas, transformó a los alfajores en un negocio a gran escala. Hasta entonces era un negocio hecho sólo por argentinos y para argentinos, pero la transnacionalización de empresas como Bagley y Terrabusi (las cuales habían lanzado sus propios alfajores apenas diez años antes) puso en jaque a un gran número de pymes, varias de las cuales no sobrevivieron.
En nuestra Nota de Tapa, hoy te contamos las historias con final feliz: cómo hicieron para salir adelante los dueños de Jorgito, de Fantoche, de Guaymallén, todas marcas que vienen desde mediados del siglo pasado y que van por la segunda o tercera generación. Cúal es el modelo de negocio de Havanna, que en apenas cinco años cambió de manos tres veces hasta que la nave se volvió a estabilizar y hoy tiene más de 300 locales propios. Siguen los casos: el ajuste y la adaptación de Merengo, los alfajores que se hacían en una pulpería de Santa
Fe, mientras que en el piso superior se redactaba la Constitución Nacional; el relanzamiento de Estancia El Rosario, emblema de La Cumbre, en Córdoba; los Geselinos, manejados por la segunda generación. Y también relevamos algunas de las nuevas marcas que irrumpen, como Cachafaz y Successo.
Según la leyenda, los alfajores nacieron en el siglo XIII en Al Andalus. Hoy mueven en nuestro país no menos de US$ 600 millones por año. Es un cálculo conservador (la estadística no siempre contempla la venta informal) que pone en evidencia que se convirtieron no sólo en los preferidos de los chicos: son una sólida plataforma de negocios para empresas de todo tamaño.