Del “paper” a la empresa
A raíz de la impronta de la Universidad Nacional de Cuyo, es interesante advertir cómo algunos de los emprendimientos más innovadores de la provincia de Mendoza nacen de la mano de investigadores. Son los que buscan ir más allá del paper, para transformar en realidad aquello que estudiaron a fondo. Así comenzó, en 2007, la proveedora de equipos de energía solar térmica y fotovoltaica para industrias y hogares Energe, con sede en Maipú.
“Con Sebastián Pérez y Leonardo Scollo accedimos a becas que nos permitieron especializarnos en Europa. Pero veíamos que evaluaban nuestros trabajos por las publicaciones para otros científicos que quedaban en el papel. Entonces, decidimos aplicar a un programa de incubadoras, asociarnos con la Universidad de Cuyo y formar la empresa para hacer algo concreto”, señala Alexis Atem, el tercer cofundador.
“Desarrollamos productos que pudiesen ser fabricados localmente y adaptados a nuestro clima, como termotanques, estufas, kits de paneles climatizadores y luminarias”, asegura. “Aprovechamos recursos humanos muy capacitados y proveedores locales de gran calidad, incluso con certificación de empresa B, igual que nosotros. También contamos con el apoyo del INTI, y suscribimos una alianza con Longvie”, añade.
De esta manera, la iniciativa cuenta ya con 40 empleados y facturó US$ 2,5 millones en 2017. “Gracias a que el Gobierno incentivó el mercado, por medio de licitaciones y de la promulgación de la Ley de Generación Distribuida, hoy tenemos un escenario más favorable. También es verdad que hay más consultas porque las personas reciben aumentos muy grandes en sus boletas de luz y gas”, analiza el emprendedor. “Uno de nuestros retos es posicionarnos en el mercado de Buenos Aires, donde recientemente abrimos una sucursal comercial en el barrio de Núñez.”
Otro ejemplo de emprendedor mendocino proveniente del campo de la investigación es el de Ignacio Gómez Portillo, que primero desarrolló un proyecto de tecnología social para resolver problemas educativos en el Conicet, para luego, en 2015, cofundar Egg Educación, junto con su socia Carolina Pérez Mora. Brindan cursos de ingreso a la universidad y de capacitación para profesores y programadores, junto con servicios de asesoramiento a instituciones educativas. Tienen 12 empleados. “Identificamos un problema social, la crisis educativa global, que requiere de una solución urgente”, dice Gómez Portillo. “Ante este panorama, aplicamos el conocimiento científico sobre cooperación humana y sistemas complejos que desarrollé durante mi doctorado en Barcelona, con el propósito de crear un sistema educativo superador, más económico que el tradicional, adaptable a la infraestructura existente y que asegure las condiciones óptimas para la interacción entre alumnos. De hecho, nuestra metodología permite incluso que grupos de más de 100 estudiantes aprendan como un solo equipo”, continúa.
Con el apoyo del Conicet y el Centro Cultural Vasco de Mendoza, sede del instituto en la capital provincial, los dos emprendedores recurrieron inicialmente a ahorros y préstamos familiares. “Pero nuestro crecimiento fue tan grande que pronto cubrimos todas las necesidades con recursos generados por Egg. Recién ahora buscamos inversión externa, para acelerar la sistematización de nuestra metodología. Por suerte, Embarca nos la ofreció, y en los próximos meses vamos a contar con una app para aplicarla en cualquier universidad. En un año, esperamos haberla adaptado al nivel secundario. Y en cinco, tener presencia en al menos diez países”, se ilusiona.