Buenas formas de integración
La inserción de las nuevas generaciones dentro de la empresa familiar no ocurre de manera espontánea. Requiere de tiempo y dedicación.
Cuentan que los Sioux de la pradera norteamericana tenían un método muy eficiente para desarrollar su capital humano. Su vida cotidiana era muy exigente porque literalmente vivían persiguiendo la comida que eran las manadas de búfalos con una seria desventaja: ellos andaban en dos piernas y los búfalos se movían en cuatro patas. Esto los obligaba a trasladarse constantemente superando esa primera desventaja competitiva y a cazar de a pie, y con arco y flechas a animales de una fortaleza, peso y resistencia muy superior a la de un hombre. En ese estilo de vida, la adolescencia como período evolutivo de la vida era un fenómeno desconocido. Los jóvenes pasaban de niños a adultos directamente a través de ciertos rituales de iniciación y, a partir de ahí, se volvían cazadores/guerreros. Es decir, se convertían en “recursos humanos productivos”. Esto ocurría alrededor de los 12 o 13 años de edad. El método de formación de guerreros/cazadores que desarrollaron daba por supuesta la importancia de contar tempranamente con un aguerrido colaborador, así como la confianza en sí como cualidad fundamental.
Para lograrlo, ya de niño le fabricaban un arco acorde a sus posibilidades de manejo y le enseñaban a cazar un ratón de campo. Cuando lo lograba, le hacían un gran festejo y lo entrenaban en el uso del arco del ciervo. Cuando cazaba su primera pieza nuevamente recibía un gran festejo. De allí en más, su entrenamiento seguía por el dominio del arco del guerrero/cazador y, cuando estaba listo, lo llevaban a la caza del bisonte. Con el logro de su primer bisonte alcanzaba entonces el estatus de guerrero/cazador, y nuevamente se hacía acreedor a un gran festejo para su alegría y la de toda su familia. Este método aparentemente sencillo, respeta normas que encierran mucha sabiduría:
1. Nunca se dudaba de la capacidad de un niño para llegar a ser un guerrero/cazador.
2. Siempre se le ofrecían estímulos que podía manejar, conectados con la realidad.
3. Nunca se lo avergonzaba por las habilidades de las que aún carecía.
4. Las reglas de juego para llegar al éxito estaban claras para todos desde el principio.
5. Existía una gran presión social para que todos las respetaran.
En las empresas familiares, cuando hablamos de integración de nuevas generaciones, suele pensarse en el ingreso de jóvenes familiares que terminaron la escuela secundaria o están en una carrera de grado. Se supone que allí empieza el proceso.
Sin embargo, desde el punto de vista psicológico el proceso comienza mucho tiempo atrás mediante pequeños actos que pueden parecer insignificantes pero que dejan una profunda huella en el sentir de los más pequeños.
Tomy Karagozian, tercera generación de la fábrica textil TNPlatex, cuenta: “Cuando papá volvía del trabajo yo le preguntaba ¿Cómo te fue en tu fábrica? y él siempre me respondía: En ‘nuestra’ fábrica. Hoy, yo puedo decir que soy de River y de TNPlatex”.
Pero de nada servirían esas formulaciones lingüísticas si el sentimiento familiar respecto del negocio fuera negativo o si la dedicación excesiva y obsesiva dejara sin padres a los hijos. O si el “show del hombre único” genera la falsa sensación de que nadie tiene, ni tendrá, la capacidad que él posee para llevar adelante el negocio y obtener éxito.
Como en tantas otras cosas, el amor o el rechazo al negocio familiar se transmite desde muy temprano y sin darse cuenta, “con la leche templada y en cada canción”.