Cabrales: importan café, exportan valor.
La familia Cabrales defiende su negocio con la diversificación y una fuerte apuesta a la innovación. Ahora van por las cápsulas premium en toda la región.
Un abuelo que llegó de Asturias a Buenos Aires es el primer motor en la historia de Cabrales, que hizo del pocillo, las alianzas estratégicas, la reinversión permanente y la tecnología, el leitmotiv de la empresa en la que hoy conviven la tercera y la cuarta generación. Por cierto, no siempre hubo brillo para una firma familiar que tuvo que abrirse paso en una Argentina con ciclones económicos. Por eso, Martín Cabrales destaca las resurrecciones y ese espíritu del inmigrante que “nunca baja los brazos” como el ADN de la empresa. Junto a sus hermanos Germán y Marcos llevan la batuta en la compañía que factura $ 1.700 millones, tiene dos plantas en Mar del Plata y emplea a 380 personas.
El primer trabajo para el abuelo Cabrales fue en “Al grano de café” y cuando al poco tiempo lo trasladaron de Buenos Aires a Mar del Plata, hace ya 77 años, decidió independizarse y crear su propia firma, “La planta de café”, hoy la principal marca de venta en los supermercados. Con el tiempo, compraron “Al grano de café”, que comercializan en consumo masivo.
En aquella Mar del Plata de los años 40 que había sido imaginada como el balneario glamoroso de Biarritz, los Cabrales empiezan a vender en los hoteles, entre ellos el Bristol y la confitería Jockey Club. “Era la belle epoque y el emprendimiento crece hasta transformarse de ‘La planta de café’ a ‘Cabrales Sociedad Anónima’”, dice Martín Cabrales, que pasó su niñez y gran parte de su adolescencia jugando entre las bolsas de arpillera de 60 kilos y las navidades con colombianos de la Federación de Café de Colombia, a quienes les importaban el grano.
“Nunca tuvimos un crecimiento explosivo, siempre fue paulatino, porque al ser una empresa familiar nos financiamos, nos fondeamos, con nuestras ganancias. Las devaluaciones nos pegaron muy fuerte porque trabajamos un producto cuya materia prima es el café verde, un commodity. Nosotros vendemos en pesos y pagamos en dólares. La apertura económica de Menem nos permitió aprender: fuimos los primeros que trajimos a la Argentina la cerveza en lata Budweiser, los primeros en importar el whisky Jack Daniel’s y aprovechamos la apertura para tecnificarnos. En cada gobierno se encuentra una oportunidad para hacer algo nuevo”, argumenta Cabrales.
En estos últimos tiempos, las alianzas son un impulso para la compañía. La más reciente es la que concretaron con La Serenísma para productos con leche como el capuccino, café con caramelo, y otras variedades pensadas para el público joven.
Cabrales es también la marca en la región para grandes clientes como McDonald’s, Shell, Axion, Jumbo y los hoteles Sheraton. En Uruguay están en el Conrad. Y también prestan el servicio en restaurantes en Buenos Aires y especialmente en Chile. Lo hacen a través de representantes en cada país. Y la gran novedad son las cápsulas compatibles con las cafeteras de Nespresso, que importa desde Italia. En breve, las fabricarán en la planta del parque industrial de Mar del Plata. “La máquina está comprada y casi lista para arrancar. En seis meses seremos los primeros en fabricar la cápsula en la Argentina”, suelta.
Claro que ser proveedor de esas cadenas les exige auditorías y elevadas certificaciones de calidad. Próximamente sumarán a Le Pain Quotidien: el desafío será abastecerlos de café orgánico. –¿Los golpea la devaluación?
–Nos plantea una situación muy difícil, porque vienen siempre con un contexto de caída de actividad y en el mercado recesivo no se puede trasladar a precios. –¿Cómo buscan el equilibrio, con un componente importado?
–Nuestro principal ingreso es la venta industrial, es decir del café tanto para el supermercado, los mayoristas como para las cadenas o restaurantes, bares y confiterías. La cotización del commodity ha estado estable porque hubo mundialmente una buena cosecha de café. El café lo traemos desde Brasil, Colombia, Costa Rica, México y Honduras. El consumo de café sube en el mundo; después del agua, lo que más se consume es café. Eso quiere decir que nuestras ventas están firmes y postergamos márgenes. Lo podemos hacer porque somos muy competitivos hasta la puerta de mi fábrica. –¿Qué pasa a la salida de fábrica?
–Una presión fiscal excesiva y costos logísticos exorbitantes. Nos piden que seamos competitivos. Somos competitivos. Este Gobierno lo entiende bien, pero siempre hay otras urgencias y los impuestos siguen estando allí.
Cabrales cuenta que en la Argentina el consumo no es alto, por la competencia directa con el mate. Aunque remarca que, con la presencia de cadenas como Starbucks, los jóvenes comenzaron a beber más café con leche. ¿Su sueño? la expansión de una marca que ya está en Uruguay, Chile, Paraguay, algo en Estados Unidos y está intentando hacer pie en España. En cuanto a las alianzas, muchas son de ida y vuelta con las marcas que representan en la Argentina, y esas mismas marcas llevan a Cabrales por el mundo.
Cuando se pregunta hacia dónde evoluciona el negocio del café, Cabrales menciona con entusiasmo a los maestros cafeteros, hoy llamados baristas, y a la escuela que desarrollaron con el gobierno porteño, “porque nuestro compromiso es que el café se sirva y sea una experiencia para quien lo toma”. Y señala que la nueva tendencia son los cafés tostados, que reemplazaron en el mundo al torrado, que es el café al que se le agrega azúcar que predomina en la Argentina. El público joven está inclinando la balanza hacia el tostado. –¿Alguna vez pensaron en vender la empresa? –Hubo ofrecimientos cuando vivía mi padre, pero en ese momento sentimos que él era capaz de vendernos a nosotros, sus hijos, en vez de la empresa. Tenemos el mandato paterno: la empresa no se vende.
“Hoy, mi principal ocupación es mantener el volumen de venta, en medio de la tormenta con tasas muy altas. Estoy convencido de que saldremos adelante”.